Es el 15 de enero de 2019 y Paulette Soto (39) está recostada en una camilla mirando el techo de color blanco de una sala del hospital Sótero del Río mientras espera que la ingresen al pabellón. No siente miedo. Tampoco nerviosismo. Lo único en lo que piensa es en que tiene frío y en que no puede controlar los tiritones de su cuerpo, pese a que afuera del recinto los termómetros marcan más de 30 grados.

Minutos antes de que comience la cirugía se acerca a ella la urologinecóloga Melissa Cifuentes. Le toma la mano y, con voz suave, le dice que no hay de qué preocuparse.

Mientras la anestesian, Paulette solo piensa en que al otro día, cuando despierte, por fin se sentirá plena.

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Fue en 2016 cuando el médico de familia José Luis Contreras, jefe del Área Ambulatoria del Hospital Sótero del Río, se preguntó, tras participar en un congreso, cómo era posible que el hospital más grande del país no estuviera dando respuesta a las necesidades de las personas trans. De a poco fue socializando esta inquietud entre los profesionales del recinto, y se dio cuenta de que habían muchos interesados en este tema, que tomaba cada vez más fuerza con la discusión de la Ley de Identidad de Género. Dos años después, en enero de 2018, el Sótero del Río lanzó oficialmente el programa que hoy otorga atención integral a más de 300 personas, sin ningún costo.

Este 19 de marzo realizarán una ceremonia para conmemorar su primer aniversario. Celebrarán, entre otras cosas, que desde noviembre pasado han realizado cinco cirugías de reasignación de genitales, o genitoplastías feminizantes, una prestación de alta complejidad y muy escasa en el sistema de salud pública.

"Cuando lanzamos el programa no teníamos un plan de acción a seguir. Fuimos resolviendo las necesidades en el camino con los recursos que teníamos y nos dimos cuenta de que el tema quirúrgico era una necesidad importante", explica Contreras.

En este proceso fue fichada la uroginecóloga Melissa Cifuentes -formada en el hospital Van Buren de Valparaíso por el reconocido urólogo Guillermo Mac Millan- quien es jefa del equipo quirúrgico de la Unidad de Urología y que ha participado en todas las genitoplastías que se han realizado hasta la fecha en el Sótero del Río, incluida la de Paulette.

"Esto es muy importante porque hasta hace poco el único centro hospitalario que realizaba esta cirugía era el Van Buren. Hoy existen otros cinco lo que permite a los pacientes operarse en recintos que están más cercanos a sus domicilios", destaca.

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Cuando Paulette despertó de la cirugía (que se extiende en promedio 7 horas) reaccionó muy asustada porque estaba conectada a máquinas y sentía mucho dolor. Luego lloró. Dice que la quebró ver el cariño incondicional de su familia que siempre la aceptó como una mujer trans y la dedicación del equipo médico.

El camino para someterse a esta cirugía de reasignación genital comenzó hace dieciocho meses atrás, cuando Paulette fue a pedir hora para el endocrinólogo y se enteró de que en el Hospital Sótero del Río existía un programa de identidad de género que estaba recién inaugurado.

Allí comenzó un tratamiento hormonal con enfoque integral con diversos especialistas y, sin imaginárselo, en una de esas sesiones le preguntaron si le interesaba esa operación. "No lo pensé ni un minuto y respondí que sí. Siempre me he sentido muy feliz conmigo misma, pero los genitales masculinos me molestaban, sobretodo cuando me miraba en el espejo y sentía que tenía algo que no era mío", relata.

La doctora relata que las pacientes que llegan a su consulta están muy ansiosas y tienen altas expectativas respecto a la genitoplastía feminizante. "¿Voy a sentir?, ¿Voy a tener orgasmos?, ¿Podré tener actividad sexual penetrativa?, ¿Cuál será la profundidad de mi vagina", son algunas de las preguntas más comunes que escucha la especialista.

Por ejemplo, Paulette bromea con que "se siente virgen de nuevo". "Pensar en ese momento me da terror. Yo bromeo y le digo a la ginecóloga que me voy a quedar para vestir santos. Pero hablando en serio, va a pasar cuando me sienta preparada".

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El médico de familia José Luis Contreras reconoce que la implementación de un programa de identidad de género aún causa resquemores en algunos funcionarios del hospital. "Esta es una revolución cultural. El hospital no sólo está para atender a enfermos. También puede convertirse en una institución que ayude a las personas a que sean más felices. Es en esa disputa cultura e ideológica que estamos trabajando hoy día", explica.

Lo mismo ocurrió cuando se anunciaron las cirugías de reasignación de sexo. "El desconocimiento es una de las principales causas de rechazo. Y antes de comenzar a operar tuvimos que tener conversaciones con distintas personas como las autoridades del pabellón (enfermeras), los paramédicos, los auxiliares de los anestesistas y también capacitamos al personal de la unidad de Urología del hospital". Y agrega: "Muchas de las personas que al principio creían que esto era una mala idea, lo hacían porque no entendían bien la situación. Pero el apoyo ha sido cada vez más progresivo y sistemático", explica la uroginecóloga Melissa Cifuentes.

Pero las críticas también han venido desde el exterior del hospital. Hay quienes rechazan que el Estado financie este tipo de prestaciones "cuando hay necesidades más urgentes que resolver", bajo el criterio de algunos. Hoy las cirugías de reasignación genital se están costeando con recursos internos de la institución.

"La incongruencia que existe entre el sexo genital y la identidad de género de una persona trans es una situación real, no es un invento. Y esta incongruencia puede ser mejor o peor llevada por una persona, pero genera malestar y eso puede deteriorar su calidad de vida. Las personas trans tienen una expectativa de vida reducida y una alta tasa de suicidio o depresión. Antes se pensaba que la solución para este problema era la psicoterapia, pero hoy sabemos que no. Entonces la única salida son las terapias hormonales o las modificaciones quirúrgicas de los genitales", explica la especialista.

Sobre estos cuestionamientos, Paulette opina: "Si lo comparamos con una enfermedad mortal, claramente lo mío puede esperar pero eso no significa que no sea importante. Este era un sueño que tuve por 39 años".

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El jefe del Área Ambulatoria del Sótero del Río dice que un tercio de las mujeres trans que están inscritas en el programa han manifestado su intención de realizarse una genitoplastía feminizante. Las pacientes que hasta la fecha han podido optar a la cirugía cumplen los requisitos de llevar 18 meses en terapia hormonal, viven de acuerdo a su identidad género y han sido evaluadas en conjunto por los profesionales tratantes, entre los que están incluidos los psiquiatras y psicólogos que entregan sus argumentos respecto a si las personas están preparadas operadas.

"En algunos casos la cirugía no es recomendable cuando la persona está siguiendo una psicoterapia o si no tiene respaldo familiar", explica Cifuentes, e insiste en que todo se evalúa caso a caso.

Sin embargo, el doctor Contreras aclara: "No todas las mujeres trans quieren operarse". Esto, explica, a diferencia de los hombres trans que en un 100% quieren hacerse una masectomía (extirpación de los pechos). "Esperamos comenzar en abril con esa cirugía", agrega.

Paulette sabe que no podrá concebir un hijo, pero dice que eso no le complica porque la maternidad la ha podido desarrollar profundamente con sus sobrinas. No sabe si en el futuro quiera -o pueda- adoptar, sino por el momento quiere recuperarse bien y luego enfocarse en su próximo sueño: la casa propia.

Dos meses después de la cirugía reflexiona: "Soy la misma. Sólo he cambiado en lo físico. Pero sí me doy cuenta que estoy mucho más empoderada porque antes trataba de pasar desapercibida. Hoy soy mucho más segura. Me encanta mirarme al espejo".