Hace algunos meses, luego de que una persona se quitara la vida en el metro, un tuit nos remeció a todos quienes hemos perdido a un ser querido por esta causa o trabajamos en su prevención. Para sorpresa de todos, era un profesional de la salud quien recomendaba suicidarse "lejos de los demás", acusando una enorme falta de conocimiento sobre el tema pero, más grave aún, una preocupante incapacidad de ponerse en el lugar del otro.
Un suicidio siempre obedece a múltiples causas –genéticas, psicológicas y sociales, entre otras– pero en la inmensa mayoría de los casos se trasluce un profundo y agobiante dolor. Soportar ese sufrimiento psíquico las 24 horas del día va minando los últimos lazos que amarran a la vida. Como si ya nada valiera la pena, como si no hubiera salida posible. Como si, en aquel acto, se fuera a liberar a los demás de una "carga".
Sea en el Metro, o en el Mall Costanera Center, aquellas almas en permanente sufrimiento eran invisibles para nosotros. Sobreviviendo en medio de una soledad pasmosa, quizás en el último momento de sus vidas buscaban que alguien por fin los viera.
Ellos no querían estar "lejos de los demás".
Al conmemorarse hoy el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, hacemos un llamado a tomar conciencia: como seres humanos, necesitamos los unos de los otros, de nuestras comunidades y de las redes de apoyo que las conforman. Una cooperación ancestral que pareciera extinguirse en medio de una sociedad que glorifica el éxito individual. La sensación de fracaso, de no encontrar un lugar propio en el mundo, de no cumplir con las expectativas de los demás –reales o imaginarias– ¡incluso la obligación de ser felices a como dé lugar! es un factor significativo en numerosos suicidios.
"Que el dolor no me sea indiferente", dice León Gieco. Por eso, desde la Fundación José Ignacio y la Red de Equipos de Prevención del Suicidio (REPS), a la que pertenecemos, trabajamos en apoyar a quienes pasan por un momento difícil en sus vidas. Al mismo tiempo, nos dedicamos a capacitar a las más diversas personas para que puedan realizar este mismo trabajo.
Porque no les quepa duda: todos podemos ayudar a prevenir un suicidio. Estando atentos a las señales de riesgo, apoyando la búsqueda de ayuda profesional pero, por sobre todo, escuchando, abrazando, validando y acompañando.