Desde 1974 el Día Mundial del Ambiente se celebra cada 5 de junio para visibilizar las problemáticas que enfrenta el planeta. Pese a que su objetivo es la toma de conciencia, desde 1974 hasta ahora hemos abusado más que nunca del uso de combustibles fósiles, deforestado pulmones verdes que absorben el agua de las lluvias, destruido el hábitat de cientos de animales, contaminado los océanos y colaborado más que ninguna otra especie en la emisión de gases de efecto invernadero en el afán de producir más pero no mejor.
Chile vive una situación especialmente compleja. Ya en 2017 el Índice Global de Riesgo de Cambio Climático ubicaba a Chile como uno de los diez países del mundo más afectados por los efectos del cambio climático. Hace pocas semanas, Greenpeace dio a conocer un análisis respecto de calidad del aire en el mundo. El informe fue especialmente demoledor: nueve de las diez ciudades más contaminadas del continente son chilenas, especialmente distribuidas en la zona sur, donde miles de habitantes enfrentan extensos períodos bajo la amenaza de material particulado en suspensión.
Para la próxima Cumbre Mundial del Clima COP25, donde Chile será el país sede, el gobierno y el Presidente Piñera se han empeñado en mostrar al país en una posición de liderazgo ambiental. Lamentablemente, existen demasiadas tareas pendientes.
El último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), demostró que es posible mantener el aumento de la temperatura global por debajo del umbral de 1.5°C en relación con la era preindustrial, meta acordada en el Acuerdo Climático de París. Para lograrlo, estamos obligados a reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, y para 2050 deben llegar a cero. Acelerar la transición hacia energías limpias y renovables es más urgente que nunca. Deforestar, contaminar los océanos, y abrir más reservas de petróleo, gas y carbón es condenar al mundo a impactos climáticos devastadores.
Necesitamos que el objetivo del Día del Ambiente sea exigir acciones concretas y urgentes a todos los gobiernos para cuidar verdaderamente el planeta en donde vivimos. Ya no alcanza con ser conscientes de aquello que estamos haciendo mal. Los datos hablan por sí solos: los últimos cuatro años fueron los más calurosos debido al calentamiento global.
El cambio climático no es una amenaza lejana y está en un estado de crisis. Hubo un momento en el que pensamos que era un problema para las generaciones futuras, pero se acabó el tiempo. La situación es alarmante y la pasividad de los líderes no ayuda pero, a pesar de este escenario poco esperanzador, nos encontramos con acciones que nos sorprenden: vemos cómo las nuevas generaciones se están encargando de decirnos que se puede lograr y salir a la calle a pedir por el futuro del planeta, liderados por la activista sueca Greta Thunberg.
Apostamos a que, en algunos años, con medidas efectivas y concretas a favor de la vida en el planeta, el objetivo del Día del Ambiente no sea la toma de conciencia del daño ambiental, sino una conmemoración del desastre que fuimos capaces de evitar. El primer paso para que ese futuro sea real es no ser indiferentes. Junto con el impulso de las nuevas generaciones, podemos ser quienes no le dieron la espalda al planeta.