El poliovirus es un patógeno de apenas 300 Angstrom de diámetro. Pese a su pequeño tamaño, su intrincada maquinaria genética le permite infectar prácticamente a cualquier persona.
Publicaciones de la década de los 40 en EE.UU. estiman que entre el 80% y hasta el 100% de la población del país se infectó con este virus en algún momento de su vida. En el cuerpo humano, sus consecuencias pueden ser devastadores, causando una enfermedad conocida como poliomelitis.
Las epidemias anuales en ese país eran cada vez más devastadoras; la de 1952 fue peor de la historia de EE.UU. De los casi 58.000 casos reportados ese año, 33.145 fallecieron y otros 21.269 quedaron afectados por parálisis.
Como ataca principalmente a los niños, por décadas fue prioritaria la búsqueda de una vacuna que pudiera detener su devastación.
Esta llegó en 1955, cuando el virólogo Jonas Salk desarrolló la primera vacuna para combatirla. Las expectativas, y la urgencia eran tan grandes, que el antídoto fue producido velozmente en masa. Pero algo en la cadena de producción falló, y una de las primeras dosis enfermó de polio a 70.000 niños, dejó lisiados a 164 de ellos y ocasionó el fallecimiento de 10.
Por eso, varios científicos han pedido mesura ante el apuro de producir una vacuna. Algunas proyecciones estiman que la primera vacuna podría llegar tan pronto como en octubre, pese a que en condiciones normales, su desarrollo puede demorar más de una década. Una estimación publicada en el diario The New York Times, estableció que en condiciones normales, la vacuna debería estar lista recién en 2036. Pero claro, no son tiempos normales, por eso, los procesos se han acelerado, de la misma forma que los permisos.
Los científicos han alertado que cualquier error, como el de la vacuna contra la poliomelitis, podría alimentar el escepticismo de los antivacunas.
Además, hay que considerar que si algunos de los proyectos que se están desarrollando llegara a causar una enfermedad grave, aunque sea a un pequeño porcentaje de personas, se consideraría que aún no existe una cura eficaz.
El tiempo que demora el desarrollo de una vacuna depende mucho del virus. En el caso del VIH, por ejemplo, pese a toda la información disponible y el tiempo que ha transcurrido todavía desde que fuera descubierto, no se consigue una vacuna.
Largo proceso
Pero hay un largo proceso antes que algún fármaco pueda ser inoculado en un ser humano. Además de la obtención de fondos, investigación y desarrollo, recién comienza el período de pruebas en laboratorio y en humanos, esperando resultados positivos y el visto bueno por parte de las autoridades sanitarias internacionales. Eso, sin contar el tiempo que le tomará a la industria farmacéutica la elaboración de las millones de dosis.
A los expertos también les preocupan las expectativas injustificadas sobre la eficacia de una vacuna. Ninguna vacuna previene una enfermedad en el 100% entre quienes la reciban, aunque es cierto que la gente que está vacunada puede desarrollar síntomas menos graves de la enfermedad, como sucede con la vacuna antigripal.
En circunstancias normales, este proceso tarda años. Sin embargo, estos no son tiempos normales, así que los periodos de prueba de las posibles vacunas contra el Covid-19 se están reduciendo a meses, lo cual podría aumentar el riesgo de equivocaciones. No obstante, Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud, dio su palabra de que, pese a la prisa por hacer llegar una vacuna eficaz a la población, “no comprometeremos la seguridad”.
Las primeras dosis de una vacuna aprobada contra el Covid-19 se destinarán a los trabajadores del sector salud y a los residentes y empleados de centros de cuidados prolongados, después irán a los servidores públicos esenciales como policías, bomberos y trabajadores de tránsito, así como a los empleados de plantas procesadoras de alimentos. La vacuna no se ofrecerá al público en general sino hasta que haya cientos de millones de dosis disponibles, lo cual sucederá en algún momento de 2021, si todo sale bien.
Se espera que sea necesario recibir dos dosis de la vacuna para tener la protección adecuada contra el Covid-19. Por lo tanto, si el objetivo es vacunar a todo el país, se tendrían que fabricar más de 600 millones de dosis de la vacuna.
Seguridad y eficacia
Según Álvaro Lladser, investigador de la Fundación Ciencia&Vida, cuando la vacuna está en etapa preclínica (antes de probar en humanos) se pueden acortar los tiempos mientras se recopila evidencia en los modelos animales, pero es probable que la evidencia que se reúna entonces, no sea tan sólida.
Cuando ya está en la fase de prueba en humanos, se puede mejorar el tiempo de investigación utilizando plataformas que ya se haya utilizado en investigaciones anteriores, algo que están haciendo la mayoría de los laboratorios que están hoy en carrera.
“Moderna por ejemplo, está utilizando una plataforma de RNA mensajero, y ya la había utilizado antes para la investigación de otras vacunas, entonces solo cambia la información genética. Si se empieza desde cero con una vacuna completamente distinta se demora más tiempo”, explica el también vicepresidente de la Asociación Chilena de Inmunología (Asochin).
Alejandro Dinamarca, microbiólogo del Centro de Micro Bioinnovación de la U. de Valparaíso cree que no se deben acelerar las etapas y procesos. “Saltar una etapa, eventualmente significa poner en riesgo a la población. Una vacuna además de ser efectiva debe demostrar ser inocua para la población. Esto es fundamental. Por esto existen regulaciones muy claras al respecto”
Respecto de los antivacunas, Lladser dice que es difícil predecir en qué están. Para obtener una vacuna hay que pasar por varios procesos de estudios clínicos y hay personas que resistentes a probar vacunas pero todos los fármacos tienen que se probados en voluntarios, para eso hay protocolos e instituciones que velan por esa seguridad, dice.
Sobre la eficacia que debe tener una vacuna contra el coronavirus, Lladser prefiere no dar un número. “Son muchos los factores que influyen. Hay vacunas que son muy eficaces y que tienen una respuesta óptima, impidiendo que el virus se replique en el interior de las células de un individuo. Y otras que no tienen una respuesta completamente óptima, que no evitan el contagio pero sí la enfermedad grave y la muerte”, señala. Ejemplo de eso último es la vacuna contra la influenza y la tuberculosis.
La doctora en Farmacología y académica de la Facultad de Farmacia de la U. de Valparaiso, Carolina Campos, dice la eficacia que alcance una vacuna es importante porque no solo debe generar anticuerpos en una personas sino que además, esos anticuerpos deben ser capaces de prevenir la infección.
“En general lo ideal es que una vacuna tenga sobre el 80% de eficacia. De hecho, incluso en vacunas de alto porcentaje de eficacia, hay personas que no responden a la vacuna por situaciones puntuales, enfermedades de base, problemas inmunológicos, adultos mayores, no responden igual. Se estima que sobre un 70%, hay una gran cobertura. En la pandemia que estamos viviendo, lo ideal es que una gran mayoría y no la mitad, esté protegida”, indica Campos.