María Teresa Ruiz nunca había visto un eclipse total. O al menos recuerdos vívidos de uno. Solo tiene un tenue registro de uno en 1958. "El jardín de mi casa se volvió caótico, con aves que buscaban desesperadas regresar a sus nidos mientras gallos y gallinas que habitaban el fondo del patio se acomodaban para un sueño muy breve", describió la astrónoma en una columna publicada en Qué Pasa.
Ruiz fue una de las invitadas estelares en el vuelo "Into the Dark, viaje al eclipse", organizado por National Geographic, un avión que siguió la estela del eclipse en el aire.
"Quedan cinco minutos para quitarse los lentes", anunció por los altoparlantes Klaus von Storch, integrante de la Comisión Científica y Tecnológica del Comité de Ministros para el Desarrollo Espacial, candidato a astronauta para un viaje a la Estación Espacial Internacional en 2001 y encargado de pilotar la inusual aeronave.
"Este proyecto ya tiene una data de tiempo bastante larga, en la que se ha ido organizando el evento, incluso con gente de la Nasa, para poder definir cuál es el mejor sector de vuelo con los cuales se estableció la trayectoria a 39 mil pies, que son 11.900 metros sobre el nivel medio del mar", explicó Von Storch días antes del vuelo.
Sublime momento
El centenar de invitados en el avión, entre los que estaban el científico Gabriel León, el animador Francisco Saavedra y un grupo de estudiantes que ganaron un concurso organizado por Samsung y que les dio el derecho de subirse a la aeronave, esperaban expectantes el momento más sublime del cósmico viaje.
Aunque el eclipse comenzó a visualizarse por las ventanillas del lado derecho, un giro en el aire pronto puso a todos los espectadores con el eclipse al costado izquierdo.
Fue el momento de mayor emoción, que incluyó -al menos para la mayoría de los pasajeros- una inusual turbulencia en el momento cúlmine del eclipse, pero que no alcanzó a aminorar la indescriptible emoción que el espectáculo astronómico generó.