El mexicano que dirige una pionera cátedra de responsabilidad social
Miguel Ángel Santinelli, rector de la Facultad de Responsabilidad Social Universidad Anáhuac (México), la única en Latinoamérica sobre Responsabilidad Empresarial, recibió un reconocimiento de la Unesco por la labor de la institución.
La actual crisis ambiental es resultado de diferentes factores. Y en muchos de ellos el desarrollo económico está involucrado. Se puede hablar del crecimiento poblacional exponencial o de desarrollo económico como responsables de la degradación ambiental. Sin embargo, "en la economía también se puede encontrar una respuesta a la mejora ambiental", sostiene Miguel Ángel Santinelli, rector de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac (México), la única en Latinoamérica sobre Responsabilidad Empresarial, y que en Chile recibió un reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por la labor de la institución.
Y esas respuestas desde la economía pueden ser desde esquemas de impuestos verdes y el impulso de incentivos verdes, los que están transformando la relación de las empresas con su entorno, indica Santinelli. "De ahí entonces es que la responsabilidad social empresarial se torna relevante, ya que las compañías van entiendo su compromiso con el cuidado del medio ambiente, avanzando en sus políticas y viendo un nuevo mercado de oportunidades con atributos positivos para el planeta".
Se trata de una transformación, con un vínculo necesario entre una correcta gestión ambiental y un modelo productivo más sostenible. "La realidad es que tiene que haber un cambio de paradigma en la práctica empresarial, tal como lo están haciendo, por ejemplo, las empresas B, que desde su acta constitutiva ya presentan atributos ambientales o socialmente responsables".
La gestión de una empresa está íntimamente ligada a su producción y lo más interesante desde la responsabilidad social, explica, es que las compañías la aborden en toda su cadena de valor. Es decir, que consideren no sólo el producto o servicio que otorgan, sino también las entradas, los procesos, las salidas, la mercadotecnia, los servicios postventas, la infraestructura, los recursos humanos, el diseño o desarrollo de nuevas tecnologías, sumado a dónde y cómo venden el producto final.
¿Es posible ser competitivo y respetar al medioambiente? "Por supuesto", responde Santinell a Qué Pasa. En esa misma línea, explica, incluso la RSE divide las acciones de Responsabilidad Social o sustentabilidad en temas sociales genéricos, los que corresponden a todas esas acciones ambientales que cualquier empresa, sin importar el rubro puede hacer igual que otra, por ejemplo, tener un programa eficiente de manejo del agua, de los recursos de la oficina, de la energía eléctrica utilizadas.
Luego vienen los temas de la cadena de valor, los que se refieren específicamente al rubro en que está inmersa cada compañía. Es decir, señala experto, se consideran las entradas, procesos, salidas, mercadotecnia, servicios postventa, infraestructura, desarrollo de capital humano, la investigación o desarrollo de nuevos productos, toda la cadena de suministros, de distribución y de venta; y esta transformación se debe hacer en particular para cada caso diferenciado. "Las estrategias sustentables o socialmente responsable de una armadora de carros, deben ser distintas a las de una papelera, una minería o cualquier otro negocio, porque los recursos que usa y la forma en la que se relaciona con el ambiente y la sociedad no son los mismos".
En un contexto competitivo, las empresas u organizaciones que hagan cosas pro ambiente tienen mayor competitividad que aquellas que no las hacen. "Por tanto, pierden mercado, y eso es un diferenciador y una ventaja competitiva para el ambiente. Esta es la dimensión más interesante de la sustentabilidad y responsabilidad social como una nueva forma de hacer negocios", detalla.
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