Educación sexual integral (ESI) y primera infancia: Un tema de derechos
En días recientes hemos sido testigos de una polémica pública por la circulación del documento “Orientaciones para el resguardo del bienestar de estudiantes con identidades de género y orientaciones sexoafectivas diversas en el sistema educativo chileno”. Este documento, elaborado en el 2017, actualizado recientemente en mayo, levantó amenazas de interpelación e incluso luego, un eventual acuerdo de acusación constitucional al ministro de educación por parte de un grupo de parlamentarios.
Es relevante señalar que estas orientaciones se enmarcan en un enfoque de derechos que busca garantizar su pleno ejercicio a niñas, niños y adolescentes habitantes de nuestro país. En el ámbito de la primera infancia este enfoque está mandatado por un marco normativo internacional y nacional. En Chile, diferentes documentos que orientan el funcionamiento de la Educación Parvularia, como sus Bases Curriculares (2018), el Marco para la Buena enseñanza (2019) y el Marco para la Buena Dirección y Liderazgo Educativo (2021) se sustentan en este enfoque de derechos. Así, es responsabilidad del sistema educativo proveer oportunidades para el desarrollo y aprendizaje de niños y niñas en contextos de bienestar, dignidad y de reconocimiento y valoración de la diversidad como riqueza de una sociedad plural, solidaria y justa.
Es importante promover la Educación Sexual Integral (ESI) desde la primera infancia y de manera progresiva de acuerdo al desarrollo, ya que es desde muy temprano que se construye el bienestar físico y mental. Estudios han mostrado que Chile tiene una de las tasas más elevadas de problemas de salud mental y bienestar socioemocional en menores de 6 años (Rescorlata et al. 2011, 2012). Por otra parte, la encuesta Encuesta Nacional de Abuso Sexual en la Niñez señaló que 1 de cada 5 personas sufrió abuso sexual siendo menor de edad lo que estaría relacionado con problemas de salud mental (Labbé et al., 2022). Junto con esto también se ha demostrado la existencia de estereotipos y sesgos de género ya a los 5 años (González & Rodriguez, 2021).
Frente a estos problemas, la ESI se posiciona como una herramienta de gran importancia. Entender la sexualidad de forma integral implica, de manera progresiva y de acuerdo al desarrollo de niños y niñas, promover el conocimiento de sí mismo, del propio cuerpo y de sus capacidades, de reconocer las emociones y sentimientos y cómo expresarlas y promover relaciones interpersonales respetuosas y que permitan la buena convivencia. La ESI abarca relaciones humanas, salud y derechos sexuales y reproductivos, incluyendo la reflexión en torno a valores y el desarrollo de habilidades para tomar decisiones saludables e informadas sobre la vida sexual y reproductiva (Keogh et al., 2020; UNESCO, 2018).
La evidencia es enfática en demostrar los beneficios de la ESI en el desarrollo integral de las infancias y en la mejora de las relaciones interpersonales, asi como en la salud a largo plazo. Una reciente revisión sistemática de la literatura señala que implementar ESI en las escuelas permite disminuir la homofobia y el bullying asociado a ésta, promover la igualdad de género, mejorar conocimiento y habilidades para relaciones saludables, y habilidades autoprotectoras frente a situaciones de violencia o abuso sexual (Goldfarb & Lieberman, 2021; Davies & Gidycz, 2000). Las investigaciones también señalan la importancia de comenzar la educación sexual integral desde edades tempranas y en progresión con el desarrollo de niños y niñas.
Quienes juzgan negativamente este tipo de programas olvidan que los niños y niñas tienen derecho a una educación integral y son personas activas en la comprensión de sí mismos y del mundo que los rodea. Para asegurar este derecho es que los adultos cuidadores, tanto desde las familias como desde la escuela, debemos poder responder a sus inquietudes y facilitar el conocimiento de sí mismos, de sus emociones y de sus relaciones interpersonales que permita asegurar su desarrollo en ambientes inclusivos, donde ser diferentes no sea sinónimo de desigualdades y exclusión. En ese sentido, la ESI se convierte en una herramienta que favorece las transformaciones en las formas de vincularnos como seres humanos y permite que niños y niñas vivan una experiencia educativa en donde se sienten valorados, respetados y aceptados solo por ser quienes son.
* Investigadoras Fondecyt, ESI, Universidad de las Américas, Universidad Católica Silva Henríquez, Universidad Alberto Hurtado
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