“Efectos no específicos”: vacuna contra el coronavirus podría combatir el cáncer y el alzhéimer
Muchos pacientes están reportando insospechados beneficios paralelos de la inoculación contra el Covid.
Las vacunas tienen efectos secundarios. Generalmente se pone mayor atención en los efectos negativos, pero la buena noticia es que también genera algunos desconocidos efectos positivos.
Es el caso del coronavirus, donde algunos casos han determinado que produce “efectos no específicos” para combatir el cáncer, dolor crónico, e incluso el alzhéimer, entre otras enfermedades.
Según relata Daily Mail, Joan Wakefield, un hombre de 72 años, no pudo caminar durante seis meses luego de una compleja operación en la rodilla. Sin embargo, todo cambió de pronto. Tras recibir la primera dosis de la vacuna (AstraZeneca) contra el coronavirus, dijo que se despertó a la mañana siguiente “y el dolor había desaparecido”.
Este ejemplo es una clara muestra de los efectos de la vacuna, diseñada específicamente para combatir un virus, pero que puede generan resultados respositivos en otras dolencias. Es lo que los científicos llaman “Efectos no específicos” y que se producen con casi todas las vacunas.
Ignacio Silva, infectólogo y académico de Dirección de Postgrados Facimed de la Universidad de Santiago, dice que por ejemplo, “en el caso de la vacuna Pfizer, se ha estudiado desde hace mucho tiempo como prevención y tratamiento de algunos tipos de cáncer y también para otras enfermedades infecciosas como el VIH”.
“El potencial uso de esta tecnología es enorme, y probablemente ahora que se va a generar experiencia y confianza y además, recursos económicos para la investigación en este tipo de vacunas, se puede desarrollar distintas terapias y prevenciones de diferentes enfermedades con esta tecnología”, añade Silva.
A pesar de los resultados alentadores, Javier Tinoco, infectólogo de Clínica Universidad de los Andes, señala que para determinar con claridad “efectos no específicos”, se necesitará un número muy alto de personas vacunas, y también un seguimiento mayor.
Otro ejemplo igual o más llamativo, fue el de un hombre que padece la enfermedad de Lyme. Sufría fatiga, la que comenzó a desaparecer poco después de recibir la vacuna.
Pero Silva coincide con Tinoco. “Hasta ahora todo esto es experimental y no hay ninguna publicación científica o evidencia sólida que respalde específicamente que la vacuna del coronavirus sirve para otras enfermedades”.
Pero la lista de casos mencionados por el artículo del Daily Mail es amplia. Menciona también el caso de personas que sufrían con manchas en los brazos, piernas y abdomen, las que también no existieron más, luego de ser inoculados. Otra situación similar es la de una persona que afirmó que el vértigo, que la mantuvo en vilo durante 25 años, desapareció cuatro días después de la inyección.
O una mujer que afirmó que su marido pudo dormir de buena manera tras 15 años (sufre de trastorno del sueño).
También se diagnosticaron resultados favorables en pacientes con cáncer de vejiga, así como también en menos posibilidades de desarrollar alzhéimer. Esto último según un estudio israelí.
Estos casos demuestran que la inyección para el Covid-19 aparentemente genera que el sistema inmunológico entre en acción y ataque otros problemas de salud.
¿Alivio al estrés?
Sheena Cruickshank, inmunóloga de la Universidad de Manchester y citada en el artículo del Daily Mail, cree que la explicación se debe a un fenómeno emocional. “La pandemia ha sido tremendamente estresante y, a menudo, subestimamos el efecto del estrés en nuestro sistema inmunológico”, dice.
Añade que el aumento de las hormonas del estrés interfiere con la capacidad de las células inmunitarias para atacar las infecciones, “por eso que tendemos a tener fuertes resfriados o contraer infecciones bacterianas cuando estamos estresados y agotados”.
Cruickshank sospecha que la vacuna será un alivio para muchos, reduciendo inmediatamente los niveles de estrés.
Este tipo de beneficios inesperados, denominado “efectos específicos”, no es nuevo. Ya en la década de los 70 y 80, el científico danés Peter Aaby encontró que la vacunación masiva contra el sarampión en África Occidental redujo el riesgo de muerte infantil en 33%.
“Con otras vacunas anteriormente se ha podido determinar otros efectos no específicos, más allá del objetivo por el que fueron diseñadas. Pero estos efectos, fueron reconocidas mucho tiempo después”, señala Tinoco.
También en la década de los 70, un grupo de científicos rusos descubrió que la vacunación contra la poliomielitis redujo las muertes por gripe y otras infecciones hasta en un 80%.
Así como también, investigadores holandeses y griegos informaron resultados iniciales positivos en personas mayores, al momento de utilizar la vacuna BCG para la infección bacteriana tuberculosis.
Silva concuerda. “La vacunación contra la tuberculosis puede prevenir otro tipo de infecciones porque estimula una respuesta inmune que no es solo para ello, sino también genera una respuesta inmune más generalizada para otras enfermedades”.
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