El sueño juega un papel importante para mantener el cerebro saludable, por lo que se recomienda a las personas dormir al menos de 7 a 9 horas cada noche.
Cuando las personas tienen dificultades para dormir, por ejemplo, suelen sentirse más estresadas. Esto se debe a que la falta de sueño activa la respuesta de estrés del cuerpo, que afecta a diferentes sistemas cerebrales y corporales. Esto podría conducir a trastornos relacionados con el estrés.
La siesta también parece ser beneficiosa para el cerebro. Investigaciones demuestran que incluso las siestas breves de 5 a 15 minutos pueden mejorar instantáneamente el rendimiento mental.
Pero, ¿las siestas frecuentes podrían tener beneficios a largo plazo para nuestro cerebro? Un reciente estudio internacional muestra que es posible. Se descubrió que las siestas habituales pueden ayudar a preservar la salud del cerebro.
“Nuestro estudio tuvo como objetivo descubrir la posible relación causal entre las siestas diurnas, la función cognitiva y el volumen cerebral. Nos enfocamos en el tiempo de reacción y la memoria porque estas habilidades cognitivas tienden a disminuir a medida que envejecemos”, explicaron los investigadores.
También, examinaron el hipocampo (una estructura cerebral importante para la memoria) y los volúmenes totales del cerebro porque desempeñan un papel importante en la explicación de las diferencias en la memoria y las habilidades de pensamiento en general.
¿De qué forma una siesta puede ser beneficiosa para la salud cerebral?
El estudio descubrió que las personas que tenían variaciones genéticas asociadas con la siesta también tenían un volumen cerebral total mayor en promedio.
Los hallazgos demuestran un mayor volumen cerebral total con siestas más frecuentes. Esto sugiere que las siestas regulares pueden actuar como salvaguarda, compensando el sueño inadecuado y preservando la salud del cerebro.
El Dr. Pedro Maldonado, investigador del Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA), explica que nuestro cerebro es responsable de varias funciones cognitivas y de mantención de homeostasis del cuerpo, y que “típicamente se asocian cerebros más grandes a una mejora de habilidades cognitivas, aunque esta correlación es débil, ya que no necesariamente un cerebro grande implica mayor inteligencia”.
Pero se habla de la importancia de las siestas porque en algunas situaciones y para algunas personas esto le puede ayudar, sobre todo si experimentan fatiga o tienen sueño luego de haber comido, “pero no es una indicación para todos si las personas tienen una buen a higiene del sueño, es decir, duermen de corrido y en los tiempos que les corresponde, las siestas no son necesarias su falta producen algún problema de salud”, añade el especialista.
Nuestros cerebros naturalmente se encogen gradualmente a medida que envejecemos. Pero este proceso se acelera en personas con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Algunos estudios, también han demostrado que las personas con deterioro cognitivo pueden experimentar una disminución del volumen cerebral.
Además, investigaciones anteriores han indicado una conexión entre los problemas del sueño y las reducciones en el volumen cerebral en varias regiones del cerebro, lo que puede vincularse con el deterioro cognitivo.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que estos hallazgos han sido inconsistentes en diferentes estudios, y algunos estudios no encontraron ninguna asociación entre las interrupciones del sueño y los cambios estructurales del cerebro. Pero, en general, esto sugiere que la falta de sueño puede disminuir el volumen del cerebro, lo que posteriormente afecta la salud del cerebro.
Sorprendentemente, el estudio no encontró evidencia que sugiera que la siesta tenga un impacto en el tiempo de reacción, la memoria visual o el volumen del hipocampo. “Especulamos que las experiencias de siesta de diferentes personas, como la duración y el horario de la siesta, y las pruebas empleadas para estudiar las habilidades cognitivas pueden haber influido en nuestros resultados. Además, estos descubrimientos insinúan la posibilidad de que las siestas diurnas frecuentes puedan afectar otras regiones del cerebro y habilidades mentales, como el estado de alerta, que deberían explorarse en estudios futuros”, comentaron los investigadores.
Los hallazgos ayudan a aclarar el impacto de las siestas diurnas en la salud del cerebro, lo que puede limitar el deterioro cognitivo a medida que una persona envejece. En el futuro, según los autores, sería valioso investigar estas asociaciones en otras ascendencias y grupos de edad.
Además, es importante replicar estos hallazgos utilizando diferentes conjuntos de datos y métodos de investigación. “Pero, por lo que sabemos en este momento, tomar una breve siesta a primera hora de la tarde puede ser reparador y revitalizante para quienes lo necesitan, y también puede ser beneficioso para la salud del cerebro”, señalaron los científicos.
¿Cómo se definiría una siesta correcta?
El Dr. Maldonado, explica que en adultos sanos se ha visto que la siesta induce una mayor relajación, reduce la fatiga y aumenta la alerta y el humor, sin embargo, “estamos hablando de siesta cortas, porque uno de los problemas de la siesta es la inercia que mantiene a las personas medias dormidas por periodos largos de tiempo y no pueden integrarse y también que las siestas pueden disminuir el tiempo de dormir en la noche lo que puede producir problemas adicionales”.
Por lo que no necesariamente la inclusión de una siesta se considera positivo, sino que depende mucho de persona a persona y del tipo de actividad que realiza, no es necesaria la siesta si es que hay buena higiene del sueño.
La literatura recomienda que si alguien toma una siesta, que sea corta entre 10 hasta 20 minutos, “dormir más tiempo puede producir estar como grogui, y también se recomienda que lo hagan temprano en la tarde, es decir, luego del almuerzo, pero no más allá de las 15:00 horas”, añade el investigador de CENIA.
El estudio encontró una asociación entre la siesta y el tamaño total de nuestro cerebro, pero no encontró relación con el tamaño del hipocampo que tiene que ver con aspecto de memoria, ni en tiempo de reacción ni en memoria visual, es decir, no necesariamente mejora todas nuestras capacidades cognitivas, y además que este cambio en el volumen era relativamente modesto, entonces no puede concluir de del estudio que hay que dormir siesta, “más bien me centraría en una buena mantención de la higiene del sueño, que típicamente es bastante pobre en nuestro ambiente chileno”, enfatiza Maldonado.
La investigación
Para llevar a cabo el estudio, se utilizó una técnica llamada aleatorización mendeliana . Esto utiliza marcadores genéticos para evaluar la relación entre las exposiciones y los resultados (como ciertos rasgos o enfermedades).
En estudios genéticos de personas que tienen distintas costumbres para dormir siesta, lo que ocurre es que ha identificado la aparición de ciertos genes que se asocian con esta conducta. Lo que no significa que estos genes determinan que las personas duerman siesta regularmente, sino que es una correlación, es decir, cosas que ocurren juntas, pero no necesariamente una cosa causa la otra, “entonces que alguien tenga un predisposición es una relación estadística en personas que tienen ciertos rasgos genéticos y su costumbre de dormir siesta”, explica Maldonado.
Se analizaron datos de 378.932 personas de entre 40 y 69 años que habían participado en el estudio Biobank del Reino Unido (una base de datos biomédica a gran escala). Solo se estudiaron a personas con ascendencia europea blanca, ya que representaban más del 80 % de los participantes del estudio Biobank.
Investigaron las variaciones genéticas que previamente se descubrió que estaban asociadas con las siestas diurnas, en función de la pregunta “¿Duermes la siesta durante el día?” Con posibles respuestas: “nunca o rara vez”, “a veces” y “generalmente”.
Asimismo, se utilizaron datos de imágenes de resonancia magnética estructural (IRM) para estudiar los volúmenes cerebrales y los resultados de juegos computarizados que implicaban identificar coincidencias de cartas para evaluar las habilidades cognitivas.