El bullying en los colegios es una realidad dolorosa que afecta a miles de niños en todo el mundo, pero cuando este acoso se dirige a personas con discapacidad, la situación adquiere una gravedad que nos debería hacer reflexionar profundamente como sociedad. Estos niños, ya enfrentando desafíos físicos en su día a día, son especialmente vulnerables a sufrir daños profundos en su salud mental y emocional.
El constante acoso no solo afecta su autoestima, sino que también puede generar ansiedad, depresión e incluso traumas que perduran en la adultez.
Por ejemplo, desde la Asociación Padres Acondroplasia Chile, varios padres han visto cómo sus hijos se han visto forzados a cambiar de ambiente educativo porque en el colegio, donde deberían sentirse seguros y apoyados, son víctimas de bullying y exclusión.
El bullying hacia personas con discapacidades: un llamado a la acción social
Y lo más preocupante es que no es solo la burla de otros niños la que los afecta, sino también la falta de intervención efectiva por parte de profesores y directivos. Cuando los responsables de velar por su bienestar hacen oídos sordos o minimizan el problema, se envía un mensaje claro: la sociedad no está preparada para aceptar la diversidad.
A esta exclusión en el ámbito escolar se suma el hecho de que las ADEE son fuente de estigma social, lo que dificulta aún más su inclusión en la sociedad. Las barreras no son solo físicas, sino también emocionales, lo que hace que las personas con discapacidad, además de enfrentarse a retos personales, tengan que lidiar con prejuicios que dificultan su desarrollo pleno e integración en la sociedad como cualquier persona, incluso en la adultez.
Pues no son solo los niños los que viven este acoso. Los adultos también perpetúan estas prácticas, ya sea en espacios físicos o en la era digital, donde el anonimato alimenta la crueldad. El reciente caso de una candidata a concejal en Ñuñoa, que tiene acondroplasia, expone cómo el bullying trasciende a la etapa escolar.
Esta mujer ha sido objeto de crueles burlas en redes sociales debido a su apariencia, un ejemplo evidente de que, como adultos, no estamos superando las conductas de exclusión que aprendimos de pequeños. En lugar de debatir sobre sus propuestas políticas o la relevancia de su candidatura, los ataques se han centrado en su condición física, lo que revela una profunda intolerancia e ignorancia hacia las personas con discapacidades.
Este problema no es nuevo. Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), el acoso político en las redes sociales aumentó un 40% durante el ciclo electoral de 2021, con un número desproporcionado de ataques dirigidos a mujeres y personas con discapacidades visibles. El hecho de que las agresiones en línea estén dirigidas de manera desproporcionada a estas personas refleja no solo una falta de empatía, sino también una cultura digital tóxica.
El bullying hacia personas con discapacidades: un llamado a la acción social
Las plataformas digitales, que deberían ser espacios para el intercambio respetuoso de ideas especialmente en un contexto electoral, se han convertido en escenarios donde las agresiones son aún más destructivas. Amparados en el anonimato, muchos adultos se permiten comentarios hirientes y degradantes, alimentando un discurso de odio que afecta no solo a la candidata, sino a todas las personas que sufren alguna discapacidad.
Es crucial que tanto las instituciones educativas como las plataformas digitales y los gobiernos tomen un rol mucho más activo en la protección de las personas con discapacidades. Las escuelas deben implementar políticas claras de inclusión y sancionar de manera efectiva a quienes fomenten el acoso. Asimismo, las redes sociales necesitan reforzar mecanismos de denuncia y castigar a quienes utilicen estas plataformas para atacar a los más vulnerables.
Sin embargo, también es importante reconocer los avances que se están logrando. En muchos países, la conciencia sobre la inclusión está creciendo, y tanto instituciones educativas como organizaciones civiles están tomando medidas más firmes para combatir el bullying y promover una cultura de respeto y empatía. Estos esfuerzos son un paso en la dirección correcta hacia una sociedad más inclusiva, donde las diferencias se valoren en lugar de ser motivo de exclusión.
La transformación no ocurre de la noche a la mañana, pero el cambio comienza con pequeños gestos y actitudes cotidianas. Si como individuos nos comprometemos a ser más empáticos, a educar a las nuevas generaciones sobre la importancia de la diversidad, y a apoyar a quienes enfrentan estos desafíos, podemos avanzar hacia un futuro más positivo. Las personas con discapacidad tienen un valor inmenso que aportar a la sociedad, y con el apoyo adecuado, pueden vivir una vida plena, desarrollando todo su potencial sin miedo al rechazo.
*Presidenta de la Asociación Padres Acondroplasia Chile