El cerebro invisible: la urgencia de priorizar la salud cerebral femenina

Cerebro investigación
El cerebro invisible: la urgencia de priorizar la salud cerebral femenina.


En un mundo obsesionado con el rendimiento y la productividad, hay un recurso que sigue siendo ignorado: el capital cerebral de las mujeres. Hablamos de la capacidad cognitiva, emocional y creativa de la mitad de la población, sistemáticamente socavada por desigualdades que afectan su salud mental y cerebral desde la infancia hasta la vejez. Nos enfrentamos a una crisis silenciosa, una epidemia de desgaste neuronal que tiene nombre, género y consecuencias devastadoras para la sociedad. ¿Por qué seguimos sin darle la importancia que merece?

La gran brecha oculta

El envejecimiento poblacional es un hecho, y con él, el aumento de enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, poco se dice sobre la enorme desigualdad en la carga de estas enfermedades: dos de cada tres personas con Alzheimer en el mundo son mujeres. No es solo una cuestión de longevidad; es el resultado de años de estrés crónico, de la carga mental de sostener familias y carreras simultáneamente, del impacto hormonal que la ciencia apenas comienza a entender y de una brecha histórica en la investigación médica que ha ignorado las particularidades del cerebro femenino.

Desde la adolescencia, el cerebro de las mujeres es sometido a una presión constante. Mientras aprenden y trabajan, también se espera que gestionen las emociones de su entorno, cuiden de otros y se adapten a un sistema que premia la hiperproductividad, pero no el autocuidado. La maternidad, lejos de ser vista como un proceso neurobiológico complejo que reconfigura el cerebro, se sigue interpretando como un obstáculo laboral. Y cuando llega la menopausia, la falta de información y tratamiento adecuado sobre sus efectos en la función cognitiva deja a muchas mujeres sintiéndose “fuera de sí”, sin respuestas ni soluciones.

El costo de la indiferencia

Ignorar la salud cerebral de las mujeres tiene un precio altísimo. No solo en términos de bienestar individual, sino en costos económicos, sociales y en la capacidad de innovación de nuestras sociedades. Un cerebro agotado, estresado y sin recursos no puede aportar su máximo potencial. La sobrecarga cognitiva que enfrentan las mujeres en el ámbito laboral y doméstico no es solo un problema de salud mental, es una crisis de desarrollo. ¿Cuánto talento estamos perdiendo porque las mujeres están demasiado ocupadas apagando incendios emocionales y logísticos en sus vidas como para dedicarse a la creatividad, la investigación y el liderazgo?

El Banco Mundial estima que la mala salud mental costará 16 billones de dólares a la economía global para 2030. ¿Cuánto de ese costo proviene de la falta de políticas de prevención, de la negligencia en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas en mujeres, de la falta de entornos laborales que permitan la recuperación cognitiva y emocional?

El cambio no puede esperar

Invertir en la salud cerebral de las mujeres no es solo un imperativo moral, es una estrategia de desarrollo sostenible. Necesitamos políticas públicas que aborden la salud mental y cerebral con un enfoque de género, que incluyan programas de detección temprana, acceso equitativo a tratamientos y educación sobre los cambios neurobiológicos que las mujeres enfrentan en cada etapa de su vida.

Las empresas deben dejar de ver la salud cerebral como un tema personal y asumir su rol en la reducción de la carga mental femenina, implementando estructuras de trabajo más flexibles y entornos que fomenten el bienestar cognitivo. La ciencia, por su parte, debe romper con el sesgo masculino en la investigación y entender que el cerebro femenino no es una variable de control, sino un área de estudio fundamental para el avance de la neurociencia.

Hablar de salud cerebral femenina es hablar de justicia, de equidad y de futuro. No podemos permitirnos seguir ignorando este problema. Ha llegado el momento de poner el cerebro de las mujeres en el centro del debate nacional. Porque un país que no cuida su capital cerebral está condenado a desperdiciar su mayor fuente de riqueza: la capacidad de pensar, innovar y construir un futuro mejor para todos.

*Josefina Cruzat Grand, investigadora BrainLat Universidad Adolfo Ibáñez.

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