La humanidad, desde los albores de la civilización, ha estado íntimamente ligada a los metales y en particular al cobre. Este noble y versátil elemento ha estado al servicio de la tecnología, la construcción y el arte, y ha jugado un rol preponderante en los conflictos bélicos y el auge y caída de los imperios.
En nuestra sociedad moderna, el cobre tiene una importancia a escala global por sus múltiples propiedades y usos. En el caso de Chile, el cobre es parte de la identidad país y su minería sustenta nuestra economía; es por ello que en tiempos de pandemia e incertidumbre, las vicisitudes en su oferta y demanda a nivel internacional nos afectan de manera crucial. Nos volvemos a preguntar entonces ¿Chile debe seguir dependiendo del cobre?
La respuesta es simple. Sí, Chile debe seguir y seguirá dependiendo de este metal. Como país, hemos sido favorecidos por la naturaleza con las mayores reservas de cobre en el mundo.
¿Por qué hay tanto cobre en Chile? Su acumulación en la corteza terrestre bajo nuestro territorio es resultado de una confluencia de factores geológicos óptimos que involucraron el choque de placas tectónicas, la generación de magmas en profundidad y la circulación de aguas ricas en cobre por millones de años.
Estos procesos llevaron a la formación de yacimientos titánicos en sus dimensiones, como Chuquicamata, El Teniente, Andina o La Escondida, y en cantidades no vistas en otros territorios. Si bien estos verdaderos “top one” mundiales dominan la producción mundial de cobre, uno vuelve a preguntarse sí sólo la extracción y venta del metal es sustentable para Chile en el siglo XXI, más aún en escenarios dominados por la incertidumbre en los mercados, la salud y el clima.
Chile debe invertir más en toda la cadena productiva del cobre, no solo en su extracción, donde hoy se concentra la inversión. En tiempos en que las crisis como la pandemia del Covid-19 lleva al cierre de faenas, donde se desacelera la industria, la investigación en torno al metal en áreas tan basales como qué factores favorecen su acumulación en Chile – un tema aún en estudio – pueden abrir nuevas fronteras a la forma como nos relacionamos actualmente con el “sueldo de Chile”. La investigación en torno al cobre es también parte de su cadena de producción, con miras al desarrollo de una industria inteligente y no solo eficiente en su minería.
Nuestra llave a desarrollo está en este patrimonio, esperando ser girada. La inversión debiese focalizarse fuertemente en ciencia y tecnología, apuntando a darle valor agregado al concentrado e invirtiendo en nuevas tecnologías, aplicaciones y productos. Si somos líderes mundiales en su extracción ¿Por qué no serlo también en su desarrollo tecnológico?
Sabemos, por ejemplo, de las excelentes propiedades antibacteriales del cobre, y su uso en superficies tanto en hospitales chilenos como en extranjería del aeropuerto, para restringir significativamente el riesgo de infecciones. Estudios recientes sugieren que las superficies de cobre pueden también reducir la actividad de algunos virus, entre ellos el SARS-CoV-2, abriendo usos insospechados del metal para nuevas aplicaciones sanitarias.
Es sabido que las crisis generan impactos negativos, pero también abren caminos imprevistos ¿Estamos frente a nuevas oportunidades para el cobre en tiempos de pandemia?