Lamentablemente las cosas en el hogar no se hacen solas. No. Alguien debe cambiar el papel higiénico cuando se acaba. Lavar y colgar la ropa, y luego guardarla. Cocinar y lavar la loza. Limpiar los baños. Múltiples tareas demanda una casa.

Son labores cotidianas y simples. Sacar la basura o cambiar sábanas no requiere mucha pericia. Sin embargo, suelen ser un problema. Uno social y mundial con clara brecha en desmedro de las mujeres, que repercute en diversos aspectos. Lo mismo ocurre con el cuidado de niños u otras personas en el hogar. Como consecuencia, ellas tienen menos tiempo para el trabajo remunerado o si trabajan suman doble jornada.

En Chile, las mujeres dedican al día en promedio 5,89 horas al trabajo no remunerado. Los hombres en cambio sólo 2,74 horas, según la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Son más de la mitad de la población según datos del INE (50,7%). Pero no solo participan menos en el mercado laboral (en el trimestre móvil de octubre-diciembre de 2020 solo 4 de cada 10 en edad de trabajar estaba ocupada, mientras que en los hombres fue 6 de cada 10), a su vez ganan 27% menos ingresos que los hombres.

En Chile las mujeres dedican al día en promedio 5,89 horas al trabajo no remunerado, es decir a labores en el hogar, a cuidar a familiares, al trabajo no remunerado para otros hogares, y al voluntariado. Los hombres en cambio ocupan sólo 2,74 horas, según INE. Foto: Reuters.

Según datos del INE, el 33,9% declaracomo principal razón para no trabajar motivos familiares permanentes (sólo un 1,7% de los hombres dice eso), es decir, trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en casa. Para los hombres el principal motivo es estar estudiando (38,4%).

Una realidad que en pandemia fue dramática: el 40% de los hombres destinó cero horas a la semana a actividades como cocinar, limpiar o lavar ropa. La sobrecarga de la crisis sanitaria para las mujeres implicó nueve horas semanales más que para los hombres en labores domésticas, reveló investigación del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales UC en 2020.

Platos sucios

“Ella se divorció de mí porque dejé los platos junto al fregadero”, publicó en 2016 Matthew Fray en su blog Must Be This Tall To Ride. Fray, coach de relaciones que escribe sobre las lecciones que le dejó su matrimonio y posterior divorcio en 2013, describió en su blog cómo cada vez que su esposa entraba a la cocina encontraba algún plato o vaso sucio que él dejaba.

Fray, que lanzará el libro This Is How Your Marriage Ends: A Hopeful Approach to Saving Relationships (Así es como termina su matrimonio: un enfoque esperanzador para salvar las relaciones) se dio cuenta, admite en su blog, demasiado tarde de que dejó por nueve años casi todas las tareas del hogar y el cuidado de su hijo en manos de su esposa. “No es gran cosa para mí ahora. No fue gran cosa para mí cuando me casé. Pero fue un gran problema para ella”, detalla.

En la publicación, que se leyó más de tres millones de veces en su primer mes, el escritor recuerda que su pareja decía lo agotador que era tener que decirle qué hacer todo el tiempo: “Siempre razoné: ‘Si me dices lo que quieres que haga, con mucho gusto lo haré´. Pero ella no quería ser mi madre. Ella quería ser mi socia y quería que yo aplicara toda mi inteligencia y capacidades de aprendizaje a la logística de administrar nuestras vidas y nuestro hogar”.

El 33,9% de las mujeres declara, según INE, como razón principal para no trabajar motivos familiares permanentes (sólo un 1,7% de los hombres da esa razón)- Foto: Reuters.

Le experiencia de Fray no es aislada. Esa distribución desigual representa un conflicto permanente en muchas parejas. Una de las investigaciones longitudinales más extensa sobre relaciones amorosas How Couples Meet and Stay Together (cómo las parejas se encuentran y permanecen juntas) de la Universidad de Stanford, determinó que esa división sexual en lo doméstico, con mayor participación femenina, es causa frecuente de divorcio.

El estudio de la U. de Stanford recopila datos obtenidos en cinco oleadas a las mismas personas en el año 2009, 2010, 2011, 2013 y 2015. En cada etapa los investigadores analizaron una gran variedad de datos para indagar cómo las relaciones se inician y qué aspectos atentan a su longevidad.

¿Qué estudiaron? Desde cómo conocieron a su pareja, cuántas veces habían estado casados anteriormente, la frecuencia con la que visitaban a familiares, nivel de ingresos, cómo se sentían sus padres acerca de su pareja, hasta que describieran la calidad percibida de su relación, entre otros puntos.

Así, detectaron que la mayoría de los divorcios en Estados Unidos fueron iniciados por las mujeres. Pero además, ellas fueron más propensas a pedir el fin de la relación (69%) debido a la frustración ante hombres que no hacían las tareas domésticas y las vinculadas al cuidado de los niños y niñas.

Al parecer si uno de los miembros siente que solo esa persona (las cifras muestran que es más probable que sea una mujer) limpia los restos de comida de las ollas o se ocupa de lavar la ropa, las peleas son probables y también un quiebre. “La discusión o peleas por la desigual distribución de las tareas domésticas es una fuente común de quejas y de conflictos en las parejas”, aclara Edmundo Campusano, director de la Escuela de Psicología de la Universidad Mayor.

Para Campusano aquello es un síntoma o consecuencia de una “no claridad o no acuerdo de ciertas reglas del juego propias en la pareja”. Algo que suele ocurrir cuando el proyecto en común no está definido y las acciones cotidianas lo reflejan. “Cuando sentimos que estamos ´remando para lados distintos´, entonces uno o una siente que hace más que el otro, ocurre esta situación de desbalance y queja”.

La división sexual en lo doméstico, con mayor participación femenina, es una causa frecuente de divorcio.

El concepto que debe primar sobre tareas domésticas, es que todo lo del lugar donde vive la pareja es de ambos, dice Eduardo Montalvan, psicólogo de Psyalive, “es decir, tienen igualdad de derechos y por lo tanto igualdad de deberes”. Sin embargo, cuando existe una evidente inclinación o sobrecarga hacia un solo lado de la pareja, aclara “más temprano que tarde traerá problemas que pueden llevar hasta la ruptura de la relación”.

Existe otro punto, dice Campusano. Las personas en general estructuran una especie de “lealtad invisible” en estos casos y “se espera cierto principio de justicia y equilibrio entre el dar y el recibir”. El incoveniente, es que en las relaciones lo hacen los dos implicados en la pareja, “cada uno cree que ha dado más y probablemente siente que recibe menos”, indica.

Al parecer, olvidar los platos sucios, sí es gran cosa para una relación. En el día a día las personas no pelean frecuentemente por principios fundamentales, ni por significados profundos existenciales, aclara Campusano, “pelean muchas veces por acuerdos o desacuerdos en la vida cotidiana”. Si existe la sensación de que se da más, y junto con ello, que no se le reconoce, “donde se da por obvio que esa persona tiene que hacer todas las tareas domésticas, tenemos un escenario complejo de queja”.

Quejas que pueden pueden ir escalando en magnitud e intensidad, sostiene Montalvan y llevar a discutir sobre otros problemas. “Se traslada a otros escenarios como dinero, hijos, amigos, trabajo, intimidad, comunicación, entre otros, que no tienen relación alguna con tareas domésticas, pero sí fueron iniciadas aquí”.

¿Puede ser una potencial causa de separación? “Sí, claro”, responde Campusano.

Hasta los años 80 y 90 predominaba un mandato social y cultural, valórico y religioso de quedarse para toda la vida en la relación. Hoy en día, dice Campusano, dados los cambios culturales, sociales, etc., se tiende a priorizar el bienestar, la felicidad y se pone en juego bastante más en la relación. “Si ven que hay peleas cotidianas, los no acuerdos, la sensación de no ser visto, la sensación de que dan más que la otra o el otro; entonces hay potencial fuente de separación”.

¿Hombres más participativos?

Pero hay esperanzas. Hoy un nuevo estudio realizado por la Red de Mujeres en Alta Dirección (REDMAD) y la compañía de investigación Criteria, revela que al parecer la crisis sanitaria de algún modo equiparó la distribución de las tareas del hogar, factor clave para la reinserción laboral de la mujer post pandemia.

El estudio indagó en la distribución en la etapa final del confinamiento, tanto de las tareas del hogar como en los trabajos de cuidados, en casi 800 personas a finales de junio de este año. Analizaron 13 actividades según las diversas tareas que ellas implican. Por ejemplo, en la actividad catalogada como loza, vieron lavar, secar y guardar la loza.

Según el análisis, los hombres realizaron al menos una vez en la última semana casi la totalidad de las distintas actividades del hogar, con 12 o 13 actividades realizadas por sobre un 50% de ellos.

Los hombres todavía no alcanzan los niveles de realización de las mujeres, dice el estudio, y sólo las superan levemente en el caso de las compras (88% para los hombres versus un 86% de las mujeres), los trámites (70% de los hombres versus un 48% de las mujeres) y llevar ropa a reparación o lavandería (17% versus un 16% de las mujeres). Todas esas actividades corresponden a las realizadas fuera del hogar, mientras que las mujeres estarían haciéndose cargo de las realizadas al interior de éste.

Carolina Martínez, presidenta de REDMAD destaca cómo la pandemia “nos obligó” a repensar las tareas de cuidado y, “para sostener esas nuevas prácticas, el desafío es entender que los cuidados son compartidos entre hombres y mujeres”.

Martínez reconoce con optimismo un recambio generacional, “tenemos que seguir en esta dirección”. Los hombres jóvenes participan más que los mayores con un 39,5% de altos niveles de involucramiento versus un 27,8% de los mayores. Los que viven sin pareja asumen más responsabilidades que aquellos que viven en pareja. Sólo un 26,9% de quienes conviven tienen un nivel alto de involucramiento, mientras que entre los solteros la cifra llega a 40,1%.

En los hombres con hijos, se observa una mayor diferencia entre los jóvenes y de más edad, siendo los primeros quienes más participan en tareas de cuidado con solo un 18,4% de bajo involucramiento, mientras que los mayores tienen un 57,4%. En el caso de hombres con hijos sin pareja se involucran menos que sus pares que conviven. Los que conviven tienen un nivel alto de involucramiento en un 22,8% de los casos mientras que los solteros sólo un 8,6%.

“Los hombres sienten que están tan bien preparados como las mujeres para cuidar a los hijos, eso refleja un cambio cultural. Nos da mucha esperanza de que estemos en la senda correcta. Tenemos que potenciarlo, necesitamos políticas que apoyen flexibilidad laboral. Que las políticas públicas sean sin género, que aseguren por las mismas condiciones para ambos géneros”, subraya Martínez.

En el caso de los hombres a nivel cultural ha habido cambios de un machismo tradicional hacia un equilibrio de roles de géneros, añade Campusano. Hoy se ve, dice “hombres participando más en las dinámicas de la casa, la paternidad, más papás en los colegios, y, por otro lado, más mujeres en el trabajo y en la vida pública”.

Según análisis, los hombres realizaron al menos una vez en la última semana casi la totalidad de las distintas actividades del hogar, con 12 o 13 actividades realizadas por sobre un 50% de ello. Foto: Reuters.

Sin embargo, dice el psicólogo de la U. Mayor, los modelos, en términos de paradigmas, no son fáciles de cambiar. Hoy conviven ambas realidades. “Los hombres hacen un esfuerzo por participar. Pero hay un motón de cosas en la vida cotidiana que aún no les hacen sentido, y una de esas probablemente es el orden, el aseo, el lavar la ropa”, sostiene de un paradigma que poco a poco va desapareciendo.

Lo que no se debe hacer en este tipo de casos, dice Montalvan, es “aceptar un estilo de vida en donde no se diga nada, haya resentimientos e incomodidad o tener expectativas de que la persona haga tareas domésticas sin antes haberlas comunicado”.

Las tareas del hogar, son simples. No deberían ser un conflicto. Son parte del ser adultos, dice Campusano. Hacerse responsable de la propia vida, agrega tiene que ver con gestionarse esa vida: “lavarse la ropa, ordenar su casa, mantener el aseo, no solo gestionarse el dinero para poder autofinanciarse, sino desarrollar conductas de autorregulación y autocuidado en todos los ámbitos”.

Fray que ha realizado asesorías en Estados Unidos, el Reino Unido, España, Austria, África, Sudáfrica, Singapur y Canadá, principalmente a hombres, dice que muchos admiten que pensaban que su pareja exageraba: “Los hombres, al igual que yo, a menudo no parecen reconocer la carga mental agotadora de organizar la vida de varias personas. Proyectos escolares para los niños. Transporte a actividades extraescolares. Futuros eventos familiares y salidas sociales. Planes de vacaciones. Es agotador, como descubrí por mí mismo cuando mi esposa se mudó y por primera vez en mi vida tuve una casa, un trabajo y un hijo que cuidar sin el apoyo de otro adulto”.

Siga leyendo en Qué Pasa: