El costo en salud mental como consecuencia de la extensa pandemia y restrictivas cuarentenas, son generalizados. Pero existen grupos en la población para los cuales esos efectos emocionales son mayores. Entre ellos destacan las personas trans.
Ya sin pandemia, diversos estudios alertaban que las actitudes sociales hacia las personas trans incluyen muchos prejuicios y estigma social. Se trata de un grupo que experimenta vulnerabilidades únicas en la sociedad: una larga historia de institucionalización, marginación, victimización y sometimiento a psiquiatría experimental.
Las personas trans tienen más probabilidades que la población en general de sufrir discriminación en acceso a la vivienda, el empleo y la atención médica. Muchas son victimizadas verbal y físicamente desde una edad temprana.
Esas experiencias diarias de estigma, prejuicio y discriminación se internalizan. Y todas ellas terminan por afectar la salud psicológica. Cifras globales estiman que el 40% de todas las personas trans intentaron suicidarse a lo largo de su vida.
En Chile no existe claridad de cuántas son las personas trans en la población. La única estimación sobre diversidad sexual la entrega la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen 2017), que establece que el 1,98% de las personas declaran tener una orientación distinta a la heterosexual. Los datos establecen que el 1,54% de la población se declara gay o lesbiana, un 0,33% de las y los encuestados se definieron como bisexuales y otros 0,11% (15.895) en la categoría “otra”. En cuanto a la identidad de género, el 3,7% de los hombres (sexo biológico) se identifica con el género femenino, mientras el 2% de las mujeres declaró una identidad masculina.
El costo de estar confinados
¿Qué pasó con la pandemia? Una aproximación a lo que ocurrió en Chile en cuanto a la salud mental de personas trans, la tiene el Proyecto T. La iniciativa del Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia (CEPPS) de la Universidad Diego Portales, hace un año, en plena crisis sanitaria, partió como un servicio gratuito de atención psicoterapéutica remota exclusivo para personas trans, transexuales, de género no conforme y de género diverso, como también a sus familias, parejas y comunidades.
En 12 meses de funcionamiento, el programa ha atendido más de 60 personas que han solicitado algún tipo de atención psicólogica. De ellas, un 91% presenta algún nivel de sintomatología depresiva, de los cuales la mitad es sintomatología moderada a severa. Además, el 41% presenta indicadores de suicidalidad. De estos, el 57% ha pensado alguna vez suicidarse en la vida y un 45% lo ha intentado al menos una vez.
La mayoría de las y los pacientes y consultantes son jóvenes trans masculinos que han hecho la transición social y cerca de la mitad algún tipo de transición médica (hormonas o cirugías). Un grupo importante se autoidentifica como de género no-binarie. Algunes presentan algún grado de disconformidad de género sin haber hecho ninguna transición (social, médica, psicológica) y presentan un promedio de edad de 23,9 años.
Un 23,8% tienen estudios superiores (técnicos o universitarios). Un 42,8% no han terminado o han abandonado sus estudios superiores. Un 86% estudia y/o trabaja, la mayoría con trabajos autogestionados. Aproximadamente un 45% de los y las consultantes viven actualmente en regiones.
Problemas de salud mental
Claudio Martínez, director Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia UDP, sobre Proyecto T indica que la mayoría de las y los pacientes al ingreso presenta una combinación de sintomatología ansiosa y depresiva en diferentes grados de severidad. Los casos más severos, dice “muestran índices de suicidalidad de algún tipo, incluyendo ideas suicidas, autolesiones o intentos de suicidio en algún momento de sus vidas”.
En todos esos síntomas la pandemia ha actuado como un potenciador. En el caso de las cifras de suicidabilidad explica Martínez ese efecto se entiende principalmente por estar confinados con familias rechazantes y violentas, “junto con no poder conectarse con sus amigos y con las comunidades que les brindan un espacio más seguro”.
También en muchos casos, dice Martínez la pandemia ha agudizado los problemas económicos. “Ha aumentado el desempleo – el que suele ser precario- y eso aumenta el sentimiento de desesperanza y pérdida de las expectativas futuras”, aclara
Además, durante los primeros seis meses de la pandemia, los lugares de atención médica y psicológica en los servicios públicos estuvieron cerrados o enfocados exclusivamente en el Covid-19, por lo que muchos y muchas debieron interrumpir sus tratamientos de hormonas y sus procesos de afirmación de género. Martínez indica que eso provocó que algunos y algunas lo sintieran como una experiencia de retroceso “e instaló en elles una fuerte desesperanza”.
A su vez, un 42,8% de los pacientes no han terminado o han abandonado sus estudios superiores, algo que se explica, dice Martínez porque en muchos casos se han deprimido o se ha instalado en ellos una intensa incertidumbre que lleva a una desesperanza en el futuro.
Enfrentan demasiadas barreras, desde económicas, sociales, interpersonales a legales, que les van generando una sensación de no tener un futuro y que muchas veces los lleva a abandonar sus esfuerzos.
Por otra parte, dice Martínez, a veces los niveles de estrés que padecen son tan severos e intensos que les impide rendir adecuadamente y fracasan en sus estudios. Además, “muchos prefieren abandonar estudios para trabajar y así poder independizarse de sus familias, salir rápidamente de sus casas en busca de espacios más seguros y protectores”, añade.
Los prejuicios sociales o acoso que sufren cumplen un importante rol en ese sentido. La mayor parte de las dificultades psicológicas y el estrés que las personas trans tienen que vivir, señala Martínez corresponden a vivencias de rechazo, discriminación y violencia basada en prejuicios y actitudes negativas.
“Lo más complejo es que este estigma social se internaliza y se hace propio, influyendo negativamente desde dentro. Los/las/les jóvenes hacen suyos los prejuicios y se aíslan de sus comunidades, se autodesprecian, autoboicotean sus oportunidades, etc”, apunta Martínez. Algo que es aún peor cuando no hay espacios protectores, como por ejemplo, la familia, “ni tampoco un Estado que genere leyes o políticas públicas que consideren las identidades diversas, sus características y necesidades”.
¿Cómo se les apoya? Martínez aclara que aunque siempre depende del o de la paciente y su contexto inmediato, lo principal es generar un espacio de seguridad para que logren sentir la confianza en el proyecto y sus terapeutas. Lo siguiente es evaluar las necesidades inmediatas.
“En caso de existir sintomatología aguda, presencia de suicidalidad, etc., eso podría significar que solicitemos apoyo psicofarmacológico. Con la mayoría de nuestros/as pacientes indicamos psicoterapia, ya que en muchos casos, requieren resolver trayectorias vitales conflictivas y/o situaciones familiares complejas”, dice Martínez.
El director Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia UDP, añade que también “muchos de ellos/ellas/elles están recién iniciando su transición, definiendo lo que quisieran con respecto a sus identidades diversas, las posibilidades de transformaciones corporales, etc”. Un proceso que muchas veces implica enfrentar temores, conflictos, vergüenzas, y culpas.
Una etapa en que las familias también requieren de acompañamiento y apoyo psicológico. Por eso en Proyecto T, comenta Martínez generaron recientemente un espacio especial para padres, madres y cuidadores/as a cargo de dos terapeutas familiares. Espacio de psicoeducación sobre lo que es la identidad de género, la diferencia de la identidad de género con la orientación sexual.
Madres, padres y cuidadores puedan hablar del impacto que a veces esto puede tener para ellos y cómo pueden ayudar mejor a sus hijos o hijas. “También del duelo que puede significar también el cambio de una identidad de género en sus hijos o hijas. En algunos casos a veces es necesario resolver problemas más de fondo de conflictos familiares importantes. Hay padres que viven esto con mucha angustia y muchas dificultades, y a veces expresan esta angustia como agresión o rechazo hacia sus hijos, también se les ayuda en ese sentido”, explica Martínez.