Novak Djokovic, antes de ganar su primer partido contra Nishesh Basavareddy (4-6, 6-3, 6-4 y 6-2) en el Australian Open 2025, ya era noticia por su nuevo coach -nada más ni nadie menos que el ex número uno del mundo Andy Murray-, por irrumpir en la conferencia de prensa del número dos del mundo, Alexander Zverev, para hacerle insólitas y desconcertantes preguntas y por confesar que fue envenenado en el Australian Open 2022.

El deportista inmortal que juega incluso envenenado

Sí, tal como sostuvimos la semana pasada en el diván del líder, el serbio genera revuelo y noticias a su andar, como si a través de los medios de comunicación y las redes sociales controlara su aterrizaje en el primer Grand Slam del año. ¿Será su última oportunidad de ganarlo? Sí, el Djoker calienta el ambiente poniendo sobre la mesa que al máximo campeón de este torneo no solo le impidieron jugar por no vacunarse, sino que quisieron… ¿matarlo?

Es cierto; en el 2022 muchos países le cerraron las fronteras al entonces indiscutido número uno, impidiéndole jugar importantes torneos y defender una enorme cantidad de puntos. De hecho, el serbio terminó ese año como número 5 del mundo debido a que no pudo jugar dos de los cuatro Grand Slams -Wimbledon incluido- y cuatro M1000.

Y aunque Australia fue uno de los países que no lo quiso recibir, Djokovic igual arribó a Oceanía, donde estuvo prácticamente confinado doce días… hasta ser deportado a Serbia.

Fue un escándalo mundial y el entonces presidente de la Republika Srbija, Aleksandar Vucic, acusó a las autoridades australianas de maltrato y aseguró que “toda Serbia está con él y nuestras autoridades están estudiando todas las medidas para que este maltrato al mejor jugador de tenis del mundo acabe cuanto antes”.

Novak Djokovic al momento de ser deportado.

En esos insólitos días hubo marchas en Belgrado y Melbourne a favor de Novak, viajaron abogados de distintas partes del orbe para preparar la estrategia legal del serbio, hubo juicios, confinamiento en un hotel, fuertes declaraciones de la familia Djokovic por un lado y de Rafael Nadal por el otro, visados rechazados, fotos, mentiras, detención y expulsión.

A raíz de este huracán mediático la fama del terremoto de los Balcanes cruzó las fronteras del tenis y del deporte, transformándose en una de las figuras globales más influyentes en contra de las vacunas. Y cuando todo esto parecía cosa del pasado, Novak Djokovic confiesa que en ese torbellino del 2022 “tuve algunos problemas de salud. Y me di cuenta que en ese hotel de retención me dieron comida que me envenenó (…)”.

Más adelante el actual número siete del mundo señala que inicialmente pensó que tenía “una simple gripe”, pero como esta empeoró terminó en la urgencia y comprobó, a través de pruebas toxicológicas, tener “un nivel muy alto de metales pesados. Tenía plomo, un nivel muy alto de plomo y mercurio”.

¿Alguien duda de Novak? ¿Alguien duda del autor de “El Secreto de un Ganador”, libro cuyo subtítulo, “El plan de 14 días sin gluten para la excelencia física y mental”, va directo al grano. Sí, el entonces número uno del mundo, publicó este libro en el 2011, confesando que el 27 de enero del 2010 tocó fondo en los cuartos de finales del Abierto de Australia.

En esa oportunidad jugaba contra Jo-Wilfried Tsonga, uno de los jugadores más físicos del circuito... y el cuerpo, una vez más, no lo acompañó. Tras la derrota el serbio se cuestionó su fortaleza mental, su preparación física para enfrentar los grandes momentos, su técnica y su garra… sin dar con una respuesta a su pobre desempeño en partidos clave, hasta que un nutricionista de su tierra natal, viendo el partido por televisión, se dio cuenta que la alimentación de Djokovic era el problema.

Escuchemos a Djokovic: “Me sentía pesado, lento y cansado porque comía en la forma que lo hacemos muchas personas. Comía como un serbio (y un norteamericano): un montón de comida italiana como la pizza, la pasta y especialmente el pan, así como platos pesados de carne al menos un par de veces al día. Tomaba barritas de chocolate y otros alimentos azucarados durante los partidos, pensando que con ello incrementaría mi nivel de energía, y creía que mi entrenamiento bien compensaba cada galleta que comía. Pero no me daba cuenta de que ese tipo de alimentos provoca un fenómeno denominado «inflamación»”.

Sí, Nole sabe de alimentación, de inflamaciones y de envenenamientos, pues en su libro confiesa que “desde los trece años me había sentido pesado, especialmente por la noche. Me levantaba algo aturdido, y me costaba ponerme en marcha. Siempre estaba cansado. Me sentía hinchado, incluso cuando entrenaba tres veces al día”.

En línea con el serbio, el israelí Yuval Noah Harari, en Homo Deus -publicado el 2015-, señala que en la pasada década el azúcar era más peligrosa que la pólvora debido a que en el año 2010 “la obesidad y las enfermedades asociadas a ellas mataron a cerca de tres millones de personas, mientras los terroristas mataron a un total de 7.697 personas en todo el planeta, la mayoría de ellos en países en vías de desarrollo. Para el norteamericano o el europeo medio, la Coca-Cola supone una amenaza mucho más letal que al-Qaeda”.

Es cierto, tanto el tenista serbio como el historiador israelí son animales mediáticos que entienden muy bien las tendencias del mundo y de las redes sociales, pues saben que uno de los desafíos de la humanidad es la longevidad y que una de las claves para alcanzar la inmortalidad es alimentarse bien… algo que Novak aprendió después de sucesivos fracasos.

Y en ese turning point del 2010, Novak, acostumbrado a sufrir alergias y asma, se dio cuenta que no bastaba con entrenar más de cinco horas para ser el número uno. Las pesas, la bicicleta, el running, taichi, yoga y meditación tampoco eran suficientes. Había que cambiar la alimentación y esto es lo que narra el autor de el secreto de un ganador:

“Mi vida había cambiado porque había empezado a comer los alimentos más adecuados para mi cuerpo y de la forma en que éste los exigía. En los tres primeros meses de mi nueva dieta, bajé de 82 a 78 kilos de peso (…) me sentía más ligero y alerta, y mucho más lleno de energía que nunca. Era más rápido, más flexible, y podía devolver pelotas imposibles para otros jugadores. Estaba más fuerte que nunca, y mi concentración mental era inquebrantable. Ya no me cansaba ni me costaba respirar. Mis alergias fueron disminuyendo; mi asma desapareció; mis miedos y dudas quedaron reemplazados por la confianza. No he sufrido ningún resfriado ni ninguna gripe grave en los últimos tres años”.

Novak encontró la fórmula para el éxito y para los escépticos de ese entonces sus resultados en la cancha los hicieron dudar, pues 18 meses después de empezar la dieta, ganó Wimbledon y se transformó en el número uno del tenis mundial.

Novak Djokovic gana la final de Wimbledon en julio de 2021. Foto: REUTERS.

Con esta temprana conciencia sobre los alimentos que le hacen bien a su cuerpo, es comprensible que el hombre elástico haya evitado las vacunas en la pandemia. Él era un ejemplo viviente de que cuidar la alimentación era esencial no solo para su desempeño físico y mental, sino para jugar tenis más allá de los límites conocidos… ¿querrá jugar para siempre?

Suena extraño, suena audaz, pero ya en el 2015 Harari señalaba que en la nueva agenda humana la gran pregunta es ¿qué vamos a hacer con nosotros? ¿qué vamos a hacer en un mundo próspero, saludable y armonioso? El optimismo de Harari en la pasada década era enorme y nos desafiaba a cuestionarnos qué hacer con nuestras largas vidas en un mundo donde casi todo estará resuelto.

Para el israelí, muchos de nosotros vamos a ser bomberos en un mundo sin fuego y es por ello que tenemos que preguntarnos qué exigirá nuestra atención y nuestro ingenio, pues a sus ojos, la biotecnología y la tecnología no solo van a resolver nuestras penurias, sino que se van a enfocar en “la inmortalidad, la felicidad y la divinidad.”

Por esos años en Silicon Valley varios empresarios se obsesionaron -e invirtieron fuertes sumas- en la posibilidad de vivir quinientos años, mientras por las principales capitales del planeta tierra se paseaban gurús -como Deepak Chopra- alentando a los seres humanos a transformarse en metahumanos al liberar su potencial infinito.

Y en el micromundo del tenis había un hombre capaz de desafiar todas las probabilidades y récords existentes, razón por la cual hay que preguntarse que busca Novak al confesar, justo antes de su participación en el Australian Open, haber sido envenenado por los aussies.

Por supuesto circulan varias hipótesis, pero está claro que Novak no fue a participar a Australia, sino a ganar, pues pese a haber levantado la copa diez veces y a ser quince años mayor que buena parte de sus rivales, el serbio quiere más, pues, siguiendo a Harari, “los humanos rara vez se sienten satisfechos con lo que ya tienen. La reacción más común de la mente humana ante los logros no es la satisfacción, sino el anhelo de más. Los humanos están siempre al acecho de algo mejor, mayor, más apetitoso”.

Guste o disguste Novak está dispuesto a mucho más que el promedio de los seres humanos no solo para ganar, sino para perdurar al máximo nivel. Sí, Murray jugó hasta los 37, Nadal hasta los 38 y Federer colgó la raqueta a los 41años, razón por la cual es altamente probable que tengamos varios años más de Djokovic y que éste, para rendir al máximo, necesite uno que otro escándalo para mantener su fuego interior intacto, pues está claro que para jugar tenis hasta -al menos- sus 42 años, el polémico tenista de los Balcanes va a necesitar toda nuestra atención.

Continuará…

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