La pandemia en muchos sentido ha sido sinónimo de pantallas. Fue el modo en que se mantuvo la normalidad. Para contactar con amigos y familiares. También para comprar. Y para niños y niñas paso de ser un espacio para jugar, a uno en que también podían educarse.
La virtualidad fue de gran ayuda. Sin embargo, aumentó de forma exponencial el tiempo sedentario. “Hay estudios que señalan que un niño o niña en Chile permanecía diariamente cinco horas frente a una pantalla”, explica Eugenio Merellano, doctor en Actividad Física, director del Grupo de Investigación EFISAL y académico de la carrera de Pedagogía en Educación Física de la Universidad Autónoma en Talca.
Niños y niñas deberían tener al día al menos 60 minutos de tiempo de juego no estructurado al aire libre. Tiempo que no solo reduce el estrés y la ansiedad, además es la oportunidad de desarrollar su fuerza, equilibrio, lenguaje y habilidades sociales.
Pero por casi dos años, la poca movilidad ha sido la norma. Una investigación en España, por ejemplo, determinó que el encierro de los niños implicó una reducción significativa en sus niveles de actividad física con menos de 43,3 minutos por día, y un aumento en la conducta sedentaria de más de 50,2 minutos al día, lo que se asocia a una disminución del fitness cardiorrespiratorio (indicador fisiológico relacionado con la capacidad máxima de una persona para consumir oxígeno como respuesta a las demandas energéticas del organismo) y muscular.
Un panorama complejo, porque las cifras de obesidad infantil no son muy alentadoras. En marzo, el nuevo Mapa Nutricional de la Junaeb 2020 reveló un “aumento sin precedentes de la obesidad, especialmente la obesidad severa”. La tasa de prevalencia de malnutrición por exceso respecto al año anterior aumentó alcanzando un 54% de la población pediátrica.
Esos mismos datos indican que un 12% de los niños de pre kínder, un 11% de kínder y un 10% en primero básico tienen un exceso de peso mayor a tres desviaciones estándar del peso que corresponde para su edad. Si eso se extrapolara a la población infantil de todo el país, aproximadamente 200.000 niños y niñas tendrían obesidad severa. Pero, además, la mayor parte presentarían pre diabetes o diabetes 2, hipertensión arterial, hiperlipidemia e hiperglicemia.
Tiempo de pantallas
Con un gran porcentaje de niños y niñas con obesidad, pasar gran parte del día en las pantallas no es inocuo. En esa actividad, que se define como el tiempo dedicado ya sea a mirar televisión u otros dispositivos de pantalla como celulares, la recomendación de especialistas es que no exceda las dos horas al día.
Sin embargo, los escolares en Chile pasan mucho tiempo de ocio prolongado delante de una pantalla. En promedio estudios hablan de entre 6,1 a 5,3 horas diariamente. Los niños pasan más tiempo jugando videojuegos y las niñas más navegando por internet. El 75% posee al menos un dispositivo de pantalla en su dormitorio y el 60% informa su uso regular al menos una hora antes de dormir.
Ese tiempo ya se considera como una nueva variable en la salud infantil y juvenil, por ser una conducta que se asocia, entre otros, a patrones de dieta insanos, una pobre calidad del sueño, un aumento en el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular y a mayor frecuencia de obesidad.
La inactividad física y el sedentarismo son algunos de los principales factores de riesgo de enfermedades crónicas en la población escolar chilena, explica Merellano. Ambos están asociado a un descenso en la salud cardiometabólica.
Conductas que mantenidas en el tiempo se traducen en mayor probabilidad de desarrollar obesidad, diabetes mellitus tipo II e hipertensión arterial, además de aumentar el riesgo de contraer la infección viral, incluido el Covid-19.
Si bien la pandemia aportó en ese escenario por la gran inmovilidad y malos hábitos de alimentación derivados del confinamiento, es una situación que aumenta hace años en Chile. Lamentablemente el mayor tiempo frente a la pantalla lo agravó con niveles de baja actividad física preocupantes.
¿Cómo motivar a que hagan más actividad física? Merellano indica que en Chile se han intensificado los esfuerzos en ofrecer mejores condiciones de vida, generando políticas públicas orientadas a mejorar los hábitos saludables de la población escolar, no obstante “los indicadores de inactividad física y comportamiento sedentario siguen en aumento”.
Merellano apunta a que los esfuerzos por promover la actividad física se han centrado en atender los factores biológicos y conductuales de la población. Sin embargo, se ha comprobado que analizar el problema con una mirada global es mucho más efectivo.
Toda conducta humana es influenciada por factores intrapersonal, interpersonal, organizacional, comunitario, físico-ambiental, y político específicamente. Cada uno influye en cuatro dominios de la vida activa de todas las personas: ocupación, transporte, actividades del hogar y recreación. “Interviniendo cada una de ellas, se pueden aumentar los niveles de actividad física de la comunidad”, asegura dice Merellano.
¿Qué factores obstaculizan que realicen actividad física regular? Merellano es enfático: “Motivación y oportunidades”. Es necesario ofrecer a los niños un entorno saludable que promueva por sí solo hábitos saludables.
Pocas áreas verdes
La promoción de actividad física en niños y niñas, dice el especialista, debe considerar el ambiente construido: más áreas verdes, ciclovías, parques e invertir en seguridad para que las personas adopten hábitos saludables.
No se trata solo de repetir que hagan más ejercicios porque “hace bien”. Merellano indica que hay que repensar las ciudades, la densidad de los barrios y ciudades: “Está comprobado que las zonas con mayor densidad por metro cuadrado son las zonas con menores ingresos económicos y menor actividad física y, por el contrario, las zonas de la ciudad con mayores áreas verdes y acceso a la actividad física son las de mayores ingresos. La ciudad y el barrio deben invitar a la población a ser saludable”.
Las áreas verdes urbanas son un elemento importante para el desarrollo urbano y la calidad de vida urbana que repercute en la salud de las personas. Pero no es algo a a lo cual todos los habitantes tengan igual acceso.
Actualmente existen 20.004 plazas y 454 parques en las ciudades chilenas. Cifras 2019 del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, señalan además que 7,6 millones de habitantes vive en comunas con una superficie de áreas verdes que “están muy lejos de cumplir” con el estándar de que la superficie de plazas y parques dentro de una comuna dividida por el número de habitantes sea de al menos 10 m2 por habitante.
Solo 18 de 117 comunas (11,6% de la población que vive en ciudades de más de 50 mil habitantes) cumplen con ese estándar.
Los niños y niñas son conscientes de aquello. En 2019 los resultados de la tercera ronda de la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (Enpi) al consultarles qué tan satisfechos estaban con el barrio donde viven (niños de 10 años), la nota general fue de 5,9 (nota de 1 a 7).
Y los que viven en comunas más pobres saben que es algo que no tienen y añoran. Una ciudad más verde, con mayor vegetación, árboles y flores, son los elementos que tiene el barrio ideal para niñas y niños, constataron especialistas del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus), en octubre de 2018 con estudiantes de séptimo básico del Colegio Quitalmahue de Bajos de Mena, Puente Alto, a los que se les preguntó: ¿cómo se imaginan un espacio público para compartir y disfrutar?
Entorno seguro
Para disminuir los índices de obesidad y favorecer la actividad física, dice el experto, se debe invertir en cantidad, calidad y seguridad del entorno. Por ejemplo: ciclovías de calidad y seguras. “Hay muchas ciclovías que no cumplen con los requisitos mínimos internacionales y denotan nula intervención de un especialista”, indica Merellano.
Aumentar la oferta deportiva y recreativa en los colegios y motivar a los escolares a que realicen transporte activo a la escuela, son otras de las acciones necesarias. “Y algo muy importante, que los padres tengan tiempo libre para sus hijos. En este punto también hay evidencia de la desigualdad debido a las largas jornadas de trabajo de los padres”.
Los niños y niñas son conscientes de los beneficios de la actividad física. No hay que convercerlos de nada. El problema dice Merellano es la falta de oportunidades para la práctica.
En promedio niñas y niños chilenos crecen y se desarrollan en contextos de condiciones materiales de vida precarias, si se comparan con sus pares de otros países de OCDE. Diversos estudios resaltan cómo los aspectos físicos del barrio contribuyen a su bienestar, en términos de apoyo a la actividad física y buena salud mental, a través del desarrollo de lugares atractivos, seguros y adecuados para jugar, explorar, caminar o practicar deportes.
“Hay sectores del país donde simplemente no existe oferta deportiva o recreativa, o el sólo salir de casa a jugar es peligroso. En esos casos la motivación debe nacer de los padres, para practicar actividad física con sus hijos. Esta es la única forma de que los niños y niñas crezcan, teniendo los hábitos saludables como eje central en la familia”, asegura.
Pero las cifras establecen que pocos padres y madres dedican tiempo para jugar con sus hijos. Los resultados de la Enpi 2010 indican que apenas un 10% jugaba con sus hijos regularmente. El resto declara hacerlo nunca o algunas veces (una o dos veces por semana). Y un 57% nunca realiza actividades deportivas.
En ese estudio se indicaron como razones las jornadas laborales, la incapacidad de adecuar espacios de los adultos con tiempos de ocio de los niños y desigual acceso a posibilidades de recreación.
“La invitación es a revertir esos indicadores, promoviendo la actividad física, ejercicio y deporte, motivando a nuestros niños y niñas al transporte activo, juego y participación deportiva”, apunta Merellano.