Para Bertrand Russell (1872 - 1970), Premio Nobel de Literatura, filósofo y matemático, la pregunta que hay que hacerle a los líderes es ¿que saben de sus hijos?, pues para este escritor inglés el principal error de los grandes hombres es solo focalizarse en tener éxito.

Por esta razón, en el diván del líder, pondremos foco en la paternidad de Elon Musk, empresario que, mientras celebraba el triunfo de Donald Trump vía Twitter, lamentaba el auto-exilio de su hija Vivian Jenna Wilson.

El drama biológico de Elon Musk y su hija rebelde Jenna

Sí, para la hija del fundador de Tesla, el arribo del líder Republicano a la Casa Blanca es una amenaza y por ello posteó en su cuenta de Threads -red social que compite con la X de su papá- que lo he pensado mucho tiempo pero ayer se confirmó. Ya no veo mi futuro en Estados Unidos”.

Como diría Jacques Lacan, “lo que se gana por un lado se pierde por otro”, pues pese a la holgada victoria de Trump, es inevitable sospechar que las palabras de Jenna trajeron un poco de amargura a un padre que se la jugó como nadie para que el oriundo de Queens llegara por segunda vez a la Presidencia de los Estados Unidos de América.

Y es que en el último tiempo Elon Musk no solo ha hecho noticia por sus éxitos empresariales o por su férrea defensa al líder Republicano, sino por alertar y alentar a su entorno a traer más niños al mundo, pues a sus ojos, la baja natalidad mundial pone en peligro su objetivo de que la especie humana sea multiplanetaria.

Básicamente el mensaje de Musk es que hay que tener hijos para que estos, a futuro, habiten otros planetas, pues los días en la tierra están contados. Y es por esta razón que, a parte de haber fundado muchas compañías, ha tenido doce hijos.

Sí, el padre de SpaceX es un entusiasta de la paternidad, aunque los que conocen su relación con su hija Jenna saben cuán compleja se puede tornar una relación filial. Ahora, para los que no entienden por qué una hija arranca del país cuyo próximo Presidente fue apoyado enérgicamente por su papá, es importante mencionar que Jenna nació junto a su hermano gemelo Griffin el año 2004 bajo el nombre Xavier Alexander.

Sí, el líder anti-woke tiene una hija trans y ésta es, para muchas y muchos, la verdadera razón de por qué Elon Musk dejó atrás su sintonía con el Partido Demócrata y tomó en sus manos -según Isaacson- “la causa de luchar contra lo que consideraba los excesos de la corrección política y la cultura woke del activismo progresista por la justicia social.” De repente, tal como vimos en una anterior columna, Musk dejó de ser el Golden Boy de Silicon Valley y se alió a los líderes y pensadores más conservadores.

Y es que para el nuevo dueño de Twitter el virus mental woke no solo le quitó un hijo, sino que amenaza a la ciencia, al mérito y a la humanidad. En su biografía Walter Isaacson lo explica así:

“Esta reacción de Musk estaba también motivada, en parte, por la transición de su hija Jenna, su defensa de unas políticas socialistas radicales y su decisión de romper la relación con él. Siente que por este virus mental woke ha perdido a un hijo que se ha cambiado el nombre y el apellido y ha dejado de hablarle.”

Así, antes de llegar a colonizar Marte, Elon Musk tendrá que elaborar su compleja relación con su propio padre -Errol Musk- y hacer escala en el planeta tierra y atravesar con su hija uno de los principales dramas biológicos que señala Yuval Noah Harari en su nuevo libro Nexus. Vamos con Harari:

Todos los hijos de mamífero y aves dependen de sus padres en la primera fase de la vida, buscan el cuidado de sus progenitores y temen que los abandonen o les sean hostiles. La vida y la muerte penden de un hilo. Un cachorro o un pollo expulsado del nido antes de tiempo corre el peligro de morir de hambre o por depredación. Entre los humanos, el temor a la desatención o el abandono de nuestros progenitores funciona como tema recurrente no solo de relatos infantiles como Blancanieves, Cenicienta o Harry Pottter, sino también de algunos de nuestros mitos nacionales y religiosos más influyentes”.

Al leer la biografía de Musk queda claro que su paternidad es compleja precisamente por lo que Bertrand Russell denunciaba: Elon nunca para de trabajar. Tanto así que no toma vacaciones y muchas veces sus hijos, para verlo, tienen que acompañarlo a la oficina o a un viaje de negocios. Y esto a Musk le fascina, pues pese a ser trabajólico, le gusta estar acompañado de sus hijos y que estos lo incluyan en su mundo.

Pero no todos quieren acompañarlo ni invitarlo a su vida y es por ello que a los 18 años, Xavier Alexander Musk acudió a los tribunales de Los Ángeles, donde vivía con su madre, para cambiar su nombre a Vivian Jenna Wilson, nombre que, como dice Walter Isaacson, es “similar al que usaba su madre Justine, Jennifer Wilson, antes de conocer a Musk y casarse con él. << Ya no vivo ni deseo relacionarme con mi padre biológico de ningún modo, manera o forma >>, declaró al tribunal.”

Xavier Alexander Musk, antes de cambiar de género y de nombre.

Dos años después del cambio de identidad la relación de Jenna con su padre no ha mejorado, pese a los contradictorios esfuerzos de su progenitor. Y es que las declaraciones de Elon Musk -y su entorno- son erráticas. En algunas entrevistas dio por muerto a su hijo, en otras ha sostenido que él no tiene problema con los trans, pero sí con los comunistas, afirmando que esta es la razón de su distanciamiento, ya que, de acuerdo a su biógrafo, “a Musk le enfadaban los ataques públicos contra el por ser multimillonario, tema sensible que se veía exacerbado por el hecho de que su hija Jenna, trans y ferviente anticapitalista, no le hablara.”

Y es que a este magnate le cuesta entender que a algunas personas -y sobretodo a su hija- no les agraden los ricos. ¿Qué mal causan? Musk no lo entiende, pero en su momento llegó a vender todas sus propiedades y a deshacerse de varios lujos para ganarse el favor de su hija. Así, como diría Luciano Lutereau, la paternidad intentó domesticar el narcisismo viril de Musk, pero Jenna no se acercó, cumpliendo con la máxima de este analista argentino, de que “ningún hijo obediente es un verdadero hijo”.

Cristina, la señora de Kimbal Musk, asegura en la biografía del fundador de Neuralink que su cuñado nunca ha tenido problemas con la comunidad gay ni trans, sino con el “marxismo radical” de su sobrina y el propio Elon ha declarado que los desacuerdos con su hija “se intensificaron cuando ella fue más allá del socialismo y se convirtió en una comunista total que piensa que cualquier persona rica es mala”.

Así, aunque Elon Musk declare haberse reconciliado con la transición de genero de su hija, el drama biológico se perpetúa por su abierta molestia con los protocolos relativos al empleo de los pronombres y su rechazo a la ideología política de Jenna. Este quiebre, desde la teología cristiana, equivale - según Harari- a haber perdido contacto con el padre celestial, ausencia que, siguiendo a este autor, nos acerca al infierno. Vamos con Harari:

“En la teología cristiana, la condenación se concibe como la pérdida de todo contacto con la madre iglesia y el padre celestial. El infierno es un hijo perdido que llora por sus padres ausentes”.

En definitiva, la paternidad de Elon Musk no solo lo contacta con el dolor de perder a un hijo, sino a su propio padre, pues la siniestra figura de Errol Musk -que vimos en columnas anteriores- ha marcado tanto la vida profesional como personal de su primogénito. Sí, Elon Musk sabe lo que es el infierno y probablemente salió gracias a su increíble capacidad para construir -y destruir- empresas y relaciones.

Musk no ha parado. Prueba de ello son las empresas que ha fundado, comprado y gestionado -Zip2, PayPal, SpaceX, Tesla, Twitter, Neuralink, The Boring Compay- las sucesivas y dramáticas relaciones sentimentales que ha tenido -Justine, Talulah, Amber, Grimes y Shivon. Y los hijos que ha tenido: Nevada, (2002), los gemelos Griffin y Jenna (2004) y los trillizos Kai, Saxon y Damian (todos hijos de Justine Wilson); X AE A-XII (2020) Exa Dark Sideral (2021) -a quienes apodan X e Y- y Techno Mechanicus (2022), los tres hijos de Grimes. Y finalmente los gemelos Strider y Azure (2021), hijos de Shivon Zilis, con quien se sospecha ya tuvo un tercero.

Y para añadir un poco más de adrenalina a su día a día, Elon Musk tomó la bandera anti-woke y sumó, a su universo creativo y destructivo, la campaña presidencial de Donald Trump, mientras -de manera paralela- invierte fuerte en bitcoins y en compañías de tecnología punta como DeepMind.

Lamentablemente, entre medio de la euforia, hay una mujer que de niña no se sentía cómoda con su cuerpo y con su padre. Un niño que a los 14 declara ser gay, a los 16 se identifica como transgénero -con el respaldo de su madre y la molestia de su padre-, a los 18 se nombra Jenna y se deshace de su apellido paterno y a los 20 declara que los Estados Unidos -con Donald Trump y su padre en el poder- ya no son un país seguro para ella.

Finalmente, como señala Bertrand Russell en la Conquista de la Felicidad (1930), “el amor de los padres a los hijos y de los hijos a los padres puede ser una de las principales fuentes de felicidad, pero lo cierto es que en estos tiempos las relaciones entre padres e hijos son, en el 90 por ciento de los casos, una fuente de infelicidad para ambas partes, y en el 99 por ciento de los casos son una fuente de infelicidad para al menos una de las dos partes”.

Y es por esta razón, que este filósofo inglés del siglo pasado y antepasado, invita a los líderes a reflexionar a fondo sobre la paternidad. Y después de reflexionar, a actuar con inteligencia.

Continuará…

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