Apagar las señales del dolor a cambio de encender las de la adicción. Ese es el efecto que está generando el alto consumo de analgésicos opioides en Estados Unidos, país que hoy vive una seria crisis sanitaria producto del creciente número de adictos a estas drogas, cuyo consumo ya supera al de la marihuana o la cocaína.
La mayor preocupación sobre el alza en el uso de estos fármacos -que en exceso pueden disminuir la frecuencia cardíaca y respiratoria hasta causar la muerte- apunta a cómo se obtienen: no a través de dealers, transacciones en callejones oscuros y otros escenarios que suelen asociarse al tráfico de drogas. Basta una receta médica y una farmacia cercana para adentrarse en un camino que en muchos casos no tiene retorno: según el Centro Nacional de Estadísticas de Estados Unidos, en 2018 hubo 68.557 fallecimientos por sobredosis de drogas, de las cuales 47.590 se atribuyen a los opioides.
De acuerdo con la definición del Instituto Nacional de Abuso de Drogas en EE.UU., los opiáceos son drogas que interactúan con los receptores de opioides en las células nerviosas del cuerpo y del cerebro. Al hacer esto, las células liberan señales que amortiguan la percepción del dolor y elevan la sensación de placer en la persona. Entre estos fármacos se pueden identificar desde drogas ilegales como la heroína hasta medicamentos para calmar dolores severos, como la morfina, el fentanilo, la hidrocodona y la oxicodona. Estos dos últimos son de origen semisintético y pueden provocar adicción a los pacientes que los usan de forma reiterada. Un personaje televisivo que mostró lo que ocurre en esos casos fue el protagonista de la serie House, quien debido al dolor crónico en su pierna no podía dejar de consumir Vicodin, o hidrocodona.
"Si no se lleva el debido seguimiento de su consumo, este tipo de medicamentos puede generar adicción y tolerancia al principio activo", explica Ana Victoria Nieto, presidenta del Colegio de Químicos Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile.
El fenómeno de la tolerancia farmacológica apunta a que el sujeto presenta menor sensibilidad al medicamento si el consumo es continuo. De esa manera, la dosis habitual no produce el efecto esperado y la persona se ve en la necesidad de aumentar su uso con el paso del tiempo.
En Estados Unidos, esta adicción afecta principalmente a mujeres jóvenes, quienes suelen recibir más prescripciones que los hombres: según los Institutos Nacionales de la Salud de ese país, existen cerca de 1,2 millones de mujeres diagnosticadas con algún tipo de desorden en el uso de opioides, frente al 0,9 millones de hombres.
Tanto el debate como la preocupación que genera este problema se enfocan hoy en los perjudicados, en los adictos, pero también en los promotores y responsables de la prescripción descontrolada de los medicamentos. En el centro de este huracán se encuentra Purdue Pharma, una de las mayores industrias farmacéuticas de Estados Unidos y que comercializa la oxicodona bajo el nombre comercial de OxyContin.
La empresa introdujo este medicamento en 1995 y lo presentó como un gran avance en el tratamiento paliativo del dolor crónico, pero según consta en documentos obtenidos por el sistema judicial y varios medios de Estados Unidos, su política de promoción no fue del todo limpia.
Siguiendo una estrategia de marketing popularizada por el fallecido Arthur Sackler –un siquiatra y filántropo que a mediados de los 50 colaboró con sus hermanos en la compra de la compañía-, Purdue Pharma presionó a los doctores para que prescribieran OxyContin, además de ofrecerles viajes gratuitos a seminarios sobre manejo del dolor y pagarles para dictar conferencias. Según reveló The New York Times en mayo de 2018, en los primeros años de distribución, la farmacéutica ya estaba al tanto del abuso que se hacía de la droga. Incluso existían reportes internos que contaban cómo las "píldoras eran molidas y aspiradas, robadas de algunas farmacias y que algunos doctores enfrentaban cargos criminales por vender prescripciones".
En 2003, la Administración para el Control de Drogas (DEA) determinó que los "métodos agresivos" de Purdue habían "exacerbado en demasía el abuso generalizado de OxyContin". Nueve años después, la revista científica New England Journal of Medicine publicó un estudio que determinó que el "76 por ciento de quienes buscan ayuda para tratar su adicción a la heroína comenzó abusando del consumo de narcóticos farmacéuticos, principalmente OxyContin". Hasta hace dos años, las ganancias obtenidas por Purdue a partir del fármaco llegaban a US$ 35 mil millones.
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El ala Sackler del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que también se está desligando de la multimillonaria familia estadounidense. Foto: Erwin Verbruggen/Creative Commons
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De la guerra a la farmacia
La historia del abuso de opioides en Norteamérica no es reciente. Se sabe que durante la guerra civil que se extendió entre 1861 y 1865 los médicos les daban morfina a los soldados heridos para minimizar el dolor. Esto generó un aumento de adictos a esta droga, principalmente exmilitares que la consumieron durante las batallas. No fue hasta 1914 que el Congreso norteamericano aprobó una ley que indicaba que la venta de narcóticos como los opioides se haría sólo bajo prescripción médica. Una de las primeras advertencias científicas sobre el consumo excesivo de las drogas analgésicas surgió en enero de 1980, cuando una publicación en New England Journal of Medicine evidenció una preocupante relación entre la adicción a esos medicamentos y quienes estuvieron hospitalizados y recibieron tratamientos con calmantes.
Al momento de introducir OxyContin, que es casi 1,5 veces más potente que la morfina, Purdue Pharma prometía a los médicos y pacientes que la sustancia sería más segura y "menos adictiva que otros opioides". Sin embargo, la cantidad de adictos a este fármaco empezó a aumentar con el paso de los años. Ya en 2007 Purdue recibió una demanda por "defraudar a científicos y consumidores", lo que provocó que la empresa farmacéutica tuviera que pagar 634,5 millones de dólares en multas.
En los años posteriores, las demandas contra esta y otras compañías productoras de opioides aumentaron, al igual que lo hizo la cantidad de adictos a estas sustancias. De acuerdo con un informe emitido por el Departamento de Salud de EE.UU., entre 1997 y 2017 la cantidad de muertes por sobredosis de opioides semisintéticos, como la oxicodona, creció más de cuatro veces. A esto también se le suma un aumento considerable de abuso de otros medicamentos sintéticos como el fentanilo y el tramadol.
Luego de ese reporte, el presidente Donald Trump formó una comisión para el combate de la adicción a drogas y la crisis de opioides, la cual fue liderada por el gobernador de New Jersey, Chris Christie. A partir de esa iniciativa, se entregaron recomendaciones para realizar programas de prevención y educación. A las farmacias se les aconsejó limitar la entrega de opioides, y a los médicos se les pidió prescribirlos sólo en los casos que lo ameritaran. Pero esas medidas no siempre han funcionado.
La batalla de Oklahoma
"A mí me recetaron oxicodona para un mes, pero sólo tomé un día porque el efecto era muy fuerte", cuenta Felipe Paredes, bioquímico chileno que vive en Atlanta hace más de cuatro años. Según dice, su problema de salud era solucionable en una semana y no requería recibir un tratamiento por 31 días. "No es secreto que en Estados Unidos recetan una cantidad exagerada de opioides. Es un tema preocupante", declara.
En 2017, el Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. publicó un estudio que demostraba que las posibilidades de morir por una sobredosis de opioides habían superado las de morir en un accidente de auto. La crisis llegó a un punto cúlmine cuando la corte del condado de Cleveland, en Oklahoma, demandó a 13 fabricantes de opioides. Entre ellas estaban Teva Pharmaceuticals, Johnson & Johnson y la más cuestionada: Purdue Pharma, que todavía es propiedad de la familia Sackler.
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La National Portrait Gallery dejó de recibir donaciones de los Sackler. Foto: Roman Boed/Creative Commons
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La demanda terminó en un acuerdo económico. Purdue aceptó pagar alrededor de 260 millones de dólares en multas por su incidencia en el aumento de adictos a los opioides. Sin embargo, desde todo el país comenzaron a llegar denuncias contra Purdue y la empresa debió declararse en quiebra en septiembre pasado por no tener la solvencia para pagar las multas. La compañía llegó a enfrentar más de 2.600 acusaciones de distintos estamentos estadounidenses, y ese fue el golpe más duro contra la empresa, que junto con las demás industrias del rubro carga con más de 400 mil muertes por sobredosis de opiáceos.
El ocaso de los Sackler
Luego de la quiebra de Purdue Pharma, los cuestionamientos sobre las prácticas de marketing y distribución del OxyContin no sólo apuntaron contra la empresa, sino que también contra quienes la controlan: los Sackler. La familia multimillonaria de Estados Unidos compró Purdue Pharma en 1950 y en aquellos años sus productos estrella eran los laxantes y la iodopovidona.
Ya en la década de los 80, la firma se aventuró en el mercado de analgésicos que luego daría pie a OxyContin. Según la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), en 2001 ya se vendían más de 1.600 millones de dólares de ese medicamento al año. En tanto, en 2016 la revista Forbes nombró a los Sackler como una de las familias más adineradas de Estados Unidos, con una fortuna que rondaba los 14 mil millones de dólares.
Durante sus años de auge, los Sackler financiaron universidades, museos, exposiciones de arte y varias otras iniciativas en países como Estados Unidos, Holanda y el Reino Unido. Sin embargo, tras lo ocurrido con Purdue Pharma y la crisis de los opioides, muchas instituciones ya no quieren verse asociadas con ellos. En Londres, la National Portrait Gallery rechazó un aporte de 1,3 millones de dólares, un camino que también han seguido las universidades de Columbia, Tel Aviv y Washington.
Hace poco, la Universidad de Tufts anunció que removerá todos los reconocimientos a la familia de sus edificios y tanto el Museo Guggenheim como el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York -que incluso posee un ala bautizada en honor a los Sackler- dejaron de aceptar donaciones de la familia.
Hasta ahora, Estados Unidos lidera el ranking en consumo de opioides, seguido de países como Canadá, Dinamarca y Alemania. A pesar de la lejanía, en Chile la situación es mirada con preocupación.
En el país la oxicodona no está disponible para la venta en farmacias, sino que se administra en recintos asistenciales a través de las llamadas "unidades de dolor". Allí se destina a pacientes que sufren malestares crónicos severos, ligados principalmente a enfermedades como el cáncer.
Sin embargo, Ana Victoria Nieto detalla que en Chile existen otros opiáceos disponibles a la venta, como el tramadol. Éste se comercializa bajo receta retenida, es decir que se debe registrar y guardar la orden del médico: "Sin embargo, no es muy difícil falsificar una receta, por lo que seguimos estando expuestos".
Una de las soluciones que propone la especialista es la creación de una ficha electrónica única para cada paciente. Esto, con el fin de mantener un registro unificado de las prescripciones médicas y así poder controlar un posible abuso y consumo desproporcionado de medicamentos.
¿Hay una cura contra la sobredosis de opiáceos? Al parecer sí. A raíz de la crisis, distintos laboratorios desarrollaron un fármaco que revierte una sobredosis de medicamentos como la oxicodona. El principio activo se llama naloxona y es un antagonista opiáceo derivado de la oximorfona. En diciembre de este año se dio a conocer que Mundipharma, farmacéutica filial de Purdue, comercializará su propia versión de cura contra los opiáceos: Nyxoid.