El éxito de Netflix. Uno de los más grandes. Más de 111 millones de personas la han visto en sus primeros 28 días de estreno. Es la producción El Juego del Calamar. Tal como su nombre lo dice, en ella un grupo de adultos “juegan” y superan diferentes etapas para sobrevivir a juegos infantiles y recibir un premio multimillonario para pagar sus deudas.
La serie distópica, se inspira en un juego infantil coreano donde el equipo atacante pasa a través de la forma de calamar dibujada en el suelo para golpear la cabeza del calamar con el pie y ganar. Pero si alguien es expulsado por el equipo defensor, es eliminado.
“Los juegos parecían un poco brutales en la serie para maximizar el elemento dramático. Sin embargo, en realidad todos los juegos de la serie existen y son jugados por niños coreanos desde siempre”, explicó a la prensa Nam Chan-woo, director de la serie.
Que esté basada en juegos clásicos de Corea del Sur, no significa que sea para niños. Tal como las reglas de los juegos, la serie más vista en 90 países cuenta con una bien clara: es para mayores de 16 años, en Chile, y en otros países incluso para más de 18 años. Netflix lo advierte: incluye sexo, violencia y suicidio.
A pesar de eso, y por su explosiva popularidad, ya se infiltró en recreos escolares de todo el mundo.
Hay preocupación. Niños y niñas juegan a su propias versiones. Ocurrió en Bélgica, donde el programa es para mayores de 18 años. The Brussels Times informó que en la escuela de Erquelinnes Béguinage Hainaut una alumna de primaria fue empujada al suelo, golpeada y azotada cuando perdió en uno de los juegos, quedando con moretones en el brazo.
“Queridos padres, probablemente ya hayan oído hablar de la serie El Juego del Calamar, escribieron desde la escuela en Facebook. “¡Esta serie está prohibida a los menores de 18 años por sus escenas violentas!”, resalta el mensaje compartido casi 40 mil veces.
“A pesar de que los adultos tienen críticas abrumadoramente positivas sobre esta serie, hay muchas torturas y asesinatos que parecen celebrarse. Los personajes son asesinados y torturados por el placer sádico de un maestro del juego. Hay sexo; hay amenazas de violencia sexual, mujeres agredidas. También incluye una referencia a las ganancias que se obtienen con los juegos de azar; ganar o conseguir una enorme cantidad de dinero es el objetivo principal del juego del calamar”, añade la publicación.
En Reino Unido también la prensa da cuenta que cómo niños imitan versiones de “1,2,3 Piano” y otros juegos del programa. En ellas, donde los concursantes en la serie mueren al perder, los niños “golpean” al perdedor.
¿Juego de niños?
En Chile, menores de 16 años no deberían verla. Pero la realidad es diferente. Ya sea porque la vieron con sus padres u otros adultos, o porque usaron sus propios dispositivos (el 86% de los niños entre 10 y 13 años tiene celular propio señala estudio del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, la Subsecretaría de Telecomunicaciones y VTR). Muchos saben de qué trata.
Sin afán de spoiler, para un público infantil la trama incluye escenas gráficas de violencia. Por ejemplo, cuando a un hombre le sacan el globo ocular a patadas en una pelea, sumado a las muertes de quienes no avanzan, con disparos, torturas, etc., prueban que requiere un criterio formado.
Para una mirada infantil lo que ocurre es muy contradictorio, dice Silvinha Tavares, psicóloga clínica de Psyalive.com. “Muestra fuertes contenidos, llenos de violencia y escenas gráficamente sangrientas, acompañada de colores llamativos, canciones pegajosas y personajes con disfraces entretenidos y diferentes”.
Si quien la ve es un adulto, se espera diferencie comportamientos incorrectos. Sin embargo, dice Tavares, la infancia es una etapa de aprendizaje por imitación, donde se guían no solo por sus padres, también por figuras que llaman su atención. “Tienden a idealizar personajes que cometen actividades violentas, ya que en las series los muestran como seres dignos de admiración, generando el deseo de ser cómo él”.
Para Dominique Karahanian, académica de la Escuela de Psicología de la U. Mayor, lo más inquietante es normalizar la falta de empatía. “Más allá de que es potente ver que le saquen el globo ocular, lo preocupante es instaurar el ´sálvate solito´, que el otro no importa, que solo importo yo. Si es un formato atractivo, el niño se verá interpelado a decir:´¿qué es esto que el otro me preocupe?´, porque la televisión y la vida muestran que el ‘sálvate solito´ es más importante”.
Hoy es El juego del Calamar, “pero mañana será otra serie o juego”, sentencia Karahanian. Constantemente hay producciones violentas. “La exposición a la violencia es muy lucrativa. De adulto sabemos que es ficción, pero en menores de 16 no hay claridad y se puede normalizar”.
Pueden llevar esas actitudes agresivas fuera de la pantalla. Tavares explica que en esa etapa forman la moral y la ética, por lo cual puede haber dificultad para diferenciar entre lo correcto y no correcto. Asimismo, “un gran porcentaje de niños que pueden generar miedos y traumas por ser expuestos a imágenes de esa índole”.
Desde las neurociencias se sabe que el cerebro del ser humano termina de madurar entre los 25 y 30 años, explica Mónica Espinoza, psicóloga infanto-juvenil de Clínica U. de los Andes sobre un antecedente para entender el impacto de escenas de ese tipo en un cerebro en formación. “Normalizar hechos de violencia y tortura, sobre todo a partir de juegos infantiles, como sucede en El juego del Calamar, sin duda tiene un impacto en cómo niños o preadolescentes, menores de 16 años, pueden percibir la realidad”.
“Pueden no contar con las herramientas ni el desarrollo cerebral necesario que le permitan enjuiciar o discernir entre lo que está bien y está mal, o entre lo que es ficción y realidad, o cuándo un juego infantil puede transformarse en un medio de maltrato o abuso de otra persona”, subraya Espinoza.
Efectos violencia
Pensar que el ver agresión para un niño o niña no tiene consecuencias, “es miope”, dice Karahanian. Para muchos padres es un tema habitual de preocupación. “Muy frecuentemente lo veo en consulta”, admite. Se sienten de manos atadas. No saben cómo decir que no, si estudian por los mismos medios en que ven las series. “Esta es la punta de iceberg, hay miles de otros juegos en que ellos participan y no tenemos idea”.
Esta violencia en la mayoría de los casos dice Tavares se interioriza como confusión. Se asocia con poder y dinero, aspectos que pueden ser catalogados como deseables en la realidad, pero son concebidos a través de la agresión. “Eso de cierta forma se justifica en la serie y se termina relacionando con algo que se debe hacer porque se obtienen ganancias”, explica la especialista sobre una deformación de la realidad que se torna atractiva y necesaria para el niño para lograr sus objetivos, y que puede influir inconscientemente en su identidad individual y social.
El debate del contenido violento en televisión y niños, no es nuevo. En los ochenta los psicólogos L. Rowell Huesmann, Leonard Eron iniciaron el estudio longitudinal más grande sobre agresión en menores. Encontraron que los que veían muchas horas de violencia en primaria tendían a mostrar niveles más altos de violencia en su adolescencia.
El estudio longitudinal de 15 años, publicado en 2003 en Developmental Psychology, recalca que los resultados son válidos para cualquier niño de cualquier familia, independientemente de sus niveles iniciales de agresión, sus capacidades intelectuales, su estatus social medido por la educación u ocupación de sus padres, la agresividad de sus padres o el estilo de crianza de la madre y el padre.
En la primera etapa, en 1977, los niños identificaron qué programas violentos veían más, si se identificaban con los personajes agresivos y si pensaban que las violencia era realistas. Algunos programas calificados como muy violentos fueron The Six Million Dollar Man (El hombre nuclear) y Roadrunner (El Coyote y el Correcaminos).
15 años después encuestaron a 329 de los niños originales, con 20 años. Les preguntaron sobre sus programas de televisión favoritos y analizaron su agresividad. También entrevistaron a sus cónyuges o amigos sobre la frecuencia en la o el participante eran violentos. Vieron además, sus registros penales e infracciones de tránsito.
¿Qué encontraron? En hombres que eran grandes espectadores de violencia televisiva cuando niños, eran significativamente más propensos de haber empujado o golpeado a sus cónyuges. También más proclives a responder a insultos empujando al otro, y haber sido condenados por delito e infracción de tránsito. Habían sido condenados por delitos en una tasa tres veces superior a la de otros hombres.
Para las mujeres altas espectadoras de violencia cuando niñas, era más alta la probabilidad de haber arrojado algo a sus cónyuges, de haber respondido a alguien que las enfureció empujando o golpeando. También fueron más proclives a actos delictivos e infracción de tránsito. Informaron además, haber golpeado, ahogado o asfixiado a otro adulto a una tasa cuatro veces superior a la de otras mujeres.
Huesmann, del Instituto de Investigación Social de la U. de Michigan, destacó que los resultados indican que tanto para los niños como para las niñas, la exposición temprana habitual a la violencia en TV predice una mayor agresión por parte de ellos más adelante en la vida, independientemente de su propia agresión infantil inicial.
Las películas y programas violentos más perjudiciales no siempre son los que los adultos y críticos creen, señala el estudio: “Las escenas violentas en las que es más probable que los niños modelen su comportamiento son en las que se identifican con el perpetrador de la violencia, el perpetrador es recompensado por la violencia y en las que perciben la escena como una narración de la vida tal como es”.
Otros estudios, sin embargo, dicen que la exposición a violencia por TV es solo uno de los factores que pueden contribuir al perfil agresivo. Un estudio de los psicólogos Douglas Gentile y Brad Bushman, del 2012, sugirió que es uno de los seis factores de riesgo para predecir un comportamiento agresivo.
En el estudio, a 430 niños (de 7 a 11 años) de cinco escuelas de Minnesota, vieron que junto a la exposición a la violencia en medios, los otros factores eran: el sesgo hacia la hostilidad, la baja participación de los padres, el género, la victimización física y peleas físicas previas.
“A medida que aumenta los factores de riesgo, el riesgo de agresión aumenta de manera desproporcionada”, dijo Gentile a cargo del Laboratorio de Investigación de Medios en la U. Estatal de Iowa. “Tener uno o dos factores de riesgo no es gran cosa. Los niños son resistentes, pueden manejarlo. Llegas a tres y hay un gran salto. Cuando superas los cuatro factores de riesgo, el riesgo aumenta a un ritmo mucho más alto del que usted esperaría”.
Qué hacer si ya la vieron
Los hechos muestran que padres y madres no se ocupan de qué ven sus hijos en las distintas plataformas. “Los adultos sabemos que los niños nos llevan mucha ventaja en tecnología, que no es infranqueable, que si ponemos limites van a encontrar la manera de verlo, de compartirlo, de navegar de manera privada. Los adultos se hacen los lesos en ese sentido”, apunta Karahanian.
No es fácil mantener a raya todos los elementos de los cuales aprenden, desde la música, los juegos, las series, etc. “Aprenden día a día por diferentes medios, cosas positivas como negativas, además desde muy pequeños poseen aparatos tecnológicos en los cuales pueden acceder a un sinfín de sitios, es difícil controlar en su totalidad esos medios”, dice Tavares
La probabilidad que hayan visto la serie es alta. La psicóloga de la U. Mayor aconseja conversar. Resaltar que la violencia no es normal. “Es un último recurso que usamos para defendernos del peligro, nunca el primero. Es muy importante decir que no está bien, que es otro ser humano con las mismas sensaciones, emociones, familias, que ellos”.
Abrir el diálogo es fundamental para afrontar la sociedad actual. Esa confianza, dice Tavares los ayudará a compartir experiencias tanto del mundo de lo virtual como del real, “es la herramienta principal para todos los padres del nuevo mundo moderno”.
Si se autoriza a un menor de 16 años ver la serie, Espinoza aclara que debe ser en compañía y bajo supervisión para mediar el contenido. “Permitir que niños menores de 16 años sin supervisión, es exponerlo a contenido inadecuado, atenta contra sus derechos fundamentales”, subraya.
Investigaciones indican que la visualización con padres reduce los efectos de la violencia. Disminuye la identificación con la persona que hace el acto violento, reduce la percepción de que es real y baja la probabilidad de que juegue inmediatamente al verlo.