Estados Unidos ha logrado un progreso sustancial en la batalla contra el cáncer, reduciendo el número de muertes por la enfermedad en un 33 % desde 1991. Según un nuevo análisis de la Sociedad Estadounidense del Cáncer (ACS, su sigla en inglés), desde ese año se evitaron 3,8 millones de muertes por cáncer. Las personas también viven más tiempo con cáncer. La tasa de supervivencia a 5 años en todos los tipos de cáncer ha aumentado del 49 % a mediados de la década de 1970 al 68 % para alguien diagnosticado entre 2012 y 2018.
El informe afirma la vieja máxima de que una onza de prevención vale más que una libra de cura. En las últimas décadas, muchos cánceres se han detectado a tiempo o se han prevenido por completo gracias a una combinación de exámenes de detección, cambios en el estilo de vida (principalmente, la tendencia a la baja en el tabaquismo) y la vacunación.
La estadística más impresionante del informe es un testimonio del poder de la prevención: las tasas de cáncer de cuello uterino se redujeron en un 65 % durante el período comprendido entre 2012 y 2019 entre las mujeres de poco más de 20 años. No por casualidad, esas mujeres fueron el primer grupo elegible para la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH), la principal causa de cáncer de cuello uterino. Un estudio reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sugiere que las vacunas también están ayudando a reducir las tasas de infecciones por VPH entre las mujeres no vacunadas, lo que sugiere que EE. UU. está experimentando un efecto de inmunidad colectiva.
Los tratamientos contra el cáncer también están mejorando. Terapias como Keytruda de Merck y Opdivo de Bristol-Myers Squibb, que bloquean una proteína que las células cancerosas usan para ocultarse de las células inmunitarias, han tenido un profundo impacto en la vida de las personas con cáncer de piel y de pulmón.
El informe de la ACS mostró que en menos de una década, estos medicamentos han contribuido a casi duplicar las tasas de supervivencia a tres años para el melanoma metastásico, que aumentó del 20,6 % para las personas diagnosticadas entre 2004 y 2006, al 39,3 % para las personas diagnosticadas entre 2016 y 2018. Durante esos mismos períodos, los medicamentos, junto con la detección más temprana y los avances en los procedimientos quirúrgicos, hicieron que las tasas de supervivencia del cáncer de pulmón a tres años mejoraran del 22 % al 33 %.
Hay razones para ser optimistas de que esos maravillosos avances podrían mejorar aún más. Un estudio reciente sugirió que una vacuna experimental contra el cáncer de ARNm, cuando se usa en combinación con Keytruda, podría aumentar aún más esos números en el melanoma y, con suerte, extenderse a otros tipos de cáncer.
Todo esto es un progreso increíble. Pero obviamente todavía hay mucho margen de mejora.
Considere el cáncer de cuello uterino. Los estados con menos recursos disponibles (Kentucky, Oklahoma y Alabama) tenían el doble de la tasa de cáncer de cuello uterino que los que tenían mejor atención preventiva (Vermont, New Hampshire, Massachusetts y Maine). El informe de la ACS señaló que las diferencias en la cobertura estatal de las vacunas contra el VPH podrían exacerbar esas diferencias con el tiempo.
Y durante los tres años de la pandemia, muchos niños no recibieron las vacunas de rutina, incluida la del VPH. Como he señalado antes, se necesita una campaña concertada de salud pública para garantizar que los adolescentes vuelvan al buen camino con las vacunas contra el VPH. Este avance monumental contra el cáncer de cuello uterino, que también podría disminuir la incidencia de otros tipos de cáncer, es demasiado importante para dejarlo escapar.
Las tasas de cáncer de próstata también ofrecen una lección desafortunada sobre lo que sucede cuando la prevención no es suficiente. Los casos de cáncer de próstata aumentaron en un 3 %, anualmente, desde 2014 hasta 2019, una reversión de las tasas decrecientes de la enfermedad durante los 20 años anteriores. Eso ha llevado a casi 100.000 casos más, aproximadamente la mitad de los cuales estaban avanzados, dijo la ACS.
Esa reversión parece estar relacionada con los cambios en las recomendaciones sobre quién debe someterse a la prueba del antígeno prostático específico (PSA, su sigla en inglés). Una vez ampliamente utilizado, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos en 2012 recomendó no realizar pruebas de PSA a todos los hombres debido a las preocupaciones sobre el sobrediagnóstico y los procedimientos innecesarios.
La ACS reconoció la necesidad de lograr un mejor equilibrio entre la detección y las pruebas demasiado agresivas a un nivel que capture los casos que podrían conducir a una enfermedad más grave. Eso podría significar integrar otros tipos de pruebas en grupos de riesgo, como los hombres negros, que tienen un riesgo mucho mayor de morir de cáncer de próstata que otros grupos.
El cáncer sigue siendo la segunda causa principal de muerte en EE.UU., pero el informe de la ACS es un recordatorio de que, aunque el progreso en la salud pública a menudo parece lento, las recompensas llegan. Abordar las disparidades en la prevención y atención del cáncer nos dará aún más para celebrar en los años venideros.