El Mundial “fósil” de Qatar

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Imagen referencial.

La de Qatar es la segunda Copa del Mundo consecutiva organizada por grandes exportadores de combustibles fósiles, a cuyo uso se atribuye buena parte del cambio climático.


Esta semana arrancó en Qatar la XXII Copa del Mundo de la FIFA. Aunque el emirato se comprometió a compensar las emisiones generadas durante el evento y a organizar el primer Mundial “carbono-neutral”, este gesto difícilmente podrá ocultar el hecho de que los cataríes ostentan el infame récord de tener las mayores emisiones per cápita en el planeta.

De acuerdo con cifras del Banco Mundial, cada habitante de este diminuto estado del Golfo Pérsico emite anualmente más de 30 toneladas de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero. Es decir, los cataríes emiten en promedio aproximadamente seis veces más que los chilenos y casi el doble que los canadienses (Chile es el país de mayores emisiones per cápita en Latinoamérica y Canadá es el país fuera del medio oriente de mayores emisiones per cápita en el mundo).

Las enormes emisiones de Qatar se originan en su industria de combustibles fósiles. El emirato comparte con Australia el podio de mayores exportadores de gas natural licuado del mundo con una producción anual de más de 100 mil millones de metros cúbicos. Gran parte de esta producción se origina en el fondo del Golfo Pérsico, que cuenta con una de las mayores reservas conocidas de gas en el planeta. Aproximadamente el 60% de las exportaciones de gas cataríes tienen como destinatarios a los gigantes asiáticos. De Asia proviene también la mayoría de la población migrante que, aunque representa alrededor del 80% de los habitantes del emirato, no cuenta con posibilidades de acceder a la ciudadanía del país que han ayudado a construir bajo precarias condiciones laborales.

Los ingentes ingresos de su gigantesca industria fósil le han permitido a Qatar comprar no sólo la sede del Mundial 2022 sino también una desproporcionada influencia geopolítica. El emirato mantiene una agresiva política exterior inaugurada por el jeque Hamad al Thani y continuada a partir del 2013 por su hijo Tamim bin Hamad Al Thani (que accedió al cargo tras la abdicación de su padre). Ubicado estratégicamente entre las dos potencias rivales dominantes del medio oriente, la chií Irán y la suní Arabia Saudita, la también suní Qatar ha contribuido a agitar las turbulentas aguas políticas del Golfo Pérsico.

Los cataríes suelen adoptar posiciones políticas caprichosamente contradictorias. Mientras comparten la explotación con Irán de inmensos yacimientos de gas, apoyaron militarmente la represión liderada por Arabia Saudita de las rebeliones chiíes en Yemen. Mientras son sede de la mayor base aérea norteamericana en oriente próximo, apoyan financieramente a grupos en Siria y Afganistán que Estados Unidos considera terroristas. Mientras mantienen a sus ciudadanos sujetos a la estricta ley islámica, han usado hábilmente su brazo comunicacional (Al Jazeera, la CNN del golfo) para promover la transparencia y la accountability en el medio oriente. Su apoyo a los levantamientos suníes contra los regímenes autoritarios en el mundo árabe le granjeó, entre 2017 y 2021, el bloqueo de sus fronteras terrestres por parte de sus antiguos patrones saudíes.

En las conferencias de partes (COP) que se realizan anualmente en el marco de la Convención de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, Qatar ha tenido también una conducta pasivo-agresiva. Aunque abandonó la organización recientemente, el emirato en general se ha sumado a la posición hostil hacia a la acción climática de los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC). Qatar anunció en el marco de la COP27 que se celebró en Egipto, planes para reducir el 25% de sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 como parte de su “Plan de Acción de Cambio Climático”. De concretarse dichos “ambiciosos” planes, las emisiones per cápita de los cataríes serían al año 2030 “sólo” ocho veces superiores a la que los sudamericanos tienen en promedio hoy.

La dependencia global de los combustibles fósiles no sólo está cambiando nuestro clima, sino que le ha otorgado a diminutos petro-estados como Qatar una influencia desproporcionada. Acelerar la transición energética global hacia las energías renovables estabilizará en el mediano plazo el clima global y nos permitirá dejar indirectamente de financiar las aventuras bélicas, la explotación laboral, y los caprichosos juegos de tronos de las monarquías absolutistas del golfo.

*Académico de la UdeSantiago, Experto en Cambio Climático, y líder de @AntarcticaCL

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