El muro del que nadie podía escapar
Hubo un muro de concreto que sirvió para que la población de una ciudad no escapara de ella. Ese muro fue testigo de dos realidades y visiones de mundo a sus lados, y un clamor popular que no pudo soportar. La libertad y la unión de un solo pueblo hicieron que la noche del 9 de noviembre de 1989 aquel muro cayera para abrir un nuevo capítulo en la historia mundial.
A kilómetros de distancia, Chile abría sus murallas para dar paso a una transición democrática que miraba algunos modelos europeos, mientras que Europa observaba a Chile ante el inmenso desafío que significaba su reinserción al mundo y un proceso de reconciliación de una sociedad polarizada.
En octubre de 1989, el modelo de la transición española vivía unas tensas elecciones generales, poco después de una de las movilizaciones que paralizaron a España por completo. La huelga del 88 movilizó a más de 10 millones de trabajadores y estudiantes bajo la frase: "el pastel crece, pero no se reparte".
Más al este y a pocos meses de haber abierto sus fronteras, precisamente el 23 de octubre, dejaba de existir la República Popular de Hungría, generando una nueva constitución y un llamado a elecciones que se realizarían con éxito al año siguiente.
El clima no era diferente en la Alemania Oriental. El 9 de octubre de 1989, de forma completamente inédita, Leipzig era testigo de la mayor concentración de protesta en contra de las autoridades de la desaparecida RDA. A diferencia de las manifestaciones que se habían realizado unos días antes en China, y que terminaron con una brutal matanza en Tiananmen; en Liepzig, la policía alemana tuvo una novedosa actitud condescendiente en el uso de la fuerza para la represión de esta.
Algunos de estos hechos del otoño europeo del convulso 89 son considerados como el antecedente inmediato de la noche en que cayó el Muro de Berlín, hecho y símbolo del fin de un mundo bipolar o, como no pocos académicos sostienen, el fin de los relatos mesiánicos.
Aún expectantes o partícipes de estos días que están escribiendo la historia de nuestro país, y que, por lo tanto, aún es materia no abordable desde la historia, sí es posible echar un vistazo a esta historia reciente, la que trajo, cual péndulo que va y viene, diferentes actores de una trama humana y social que tiene como presupuesto las manifestaciones, las ideas, las nuevas sociedades, los nuevos desafíos de este mundo conectado, y sigamos sumando.
Las etapas históricas para mirar y analizar sutilmente pueden ser varias, pero mi subjetividad y la conmemoración de los 30 años de la caída del Muro de Berlín me hace partir la torta en el 89 y meter el cuchillo en esa guía de corte que lleva por nombre octubre. Los otoños y primaveras, al parecer, son tiempos de cambio e ideales para las revoluciones- ¿o no? -.
Cuando el mundo comentaba "el fin de la historia", Chile abrazaba un sistema que, cual dogma o mantra musical, repetía que la alegría venía, acompañado de números que así lo mostraban. Pasaron 30 años y 30 pesos después, para volver a ser testigos de un anuncio televisivo que iba a echar abajo otro muro. Si Günter Schabowski, con un comunicado errado, ponía fin al Muro de Berlín; dos ministros y un gerente, con otro comunicado errado, ponía fin al muro de una represa que no soportó más, y se venció por su propio peso.
Si la curiosidad nos hace ver y analizar los caprichos de la historia, sus octubres, sus primaveras, sus otoños y sus colores; hoy la historia podría mostrarnos algo más que curiosidades o datos gruesos de metas logradas por países desarrollados. Nos vendría bien observar la historia de los procesos que tomamos como referentes y no detenernos sólo en sus metas, sino también en los desafíos propios a sus sociedades, en este momento exacto de su camino recorrido.
Hoy, que las soluciones parecen ser una y varias, cuando las demandas son tantas como los actores y sus sensibilidades, cuando la empatía es el bien más buscado y denostado, vuelven los ecos del mundo a dos colores, dos ideas, dos posturas, un muro expectante a la mitad, y una "necesaria" media vuelta para partir desde el "año cero". Espero no sea así.
Espero contar una historia tan colorida como lo fue el muro que cayó en Berlín y un proceso que no estuvo ajeno a una necesaria reflexión de lo que el pasado reciente nos puede dar como lección.
No vaya a ser que, 30 años después, nos falten 30 pesos para una nueva primavera, sin haber aprendido nada de los otoños de nuestra historia.
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