Las medidas que han debido ser instauradas desde el inicio de la pandemia generada por el virus Sars-CoV-2 han impactado no solamente la salud física y mental de todos nosotros, sino también han dañado fuertemente a nuestra economía.
Actualmente en el mundo hay más de 50 millones de contagiados y 1.2 millones de fallecidos. En nuestro país contamos con más de 500 mil infectados y 14.500 muertos. Además de los negativos efectos que esta pandemia ha ejercido en quienes se han infectado, fallecido o perdido sus fuentes de trabajo, miles de personas no contagiadas por este virus no han podido recibir una atención médica oportuna, retrasando evaluaciones, diagnósticos y tratamientos médicos y quirúrgicos de enfermedades benignas como también de diversos tipos de cánceres, transformándolos en las victimas indirectas del Covid-19.
Esta pandemia ha puesto en riesgo - y lo continuará haciendo hasta no contar con una vacuna y tratamiento - la salud de los chilenos más vulnerables a la infección de este virus por tener enfermedades crónicas como la hipertensión, diabetes o enfermedades pulmonares que los hacen susceptibles de tener cursos severos.
De igual forma, para personas con la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) y que además tienen sobrepeso u obesidad, la evidencia indica que tienen más riesgo de hospitalización, estadía en unidades de tratamientos intensivos y lamentablemente más mortalidad.
Esto es realmente preocupante, ya que según datos entregados por la última Encuesta Nacional de Salud 1 de cada 3 chilenos tiene obesidad (más de 4 millones) y un 3.2% (cerca de 400.000) tienen obesidad mórbida.
El problema de la obesidad es serio y complejo. Además del evidente daño en la autoestima y salud psicológica de quienes la padecen, está ampliamente demostrado que la obesidad se asocia, produce o exacerba más de 200 enfermedades las que en conjunto deterioran la calidad de vida y disminuye dramáticamente la expectativa de vida.
Esta situación es tan grave, que se estima que en el mundo mueren cerca de 4 millones de personas como consecuencia de la obesidad anualmente. En nuestro país la cifra bordea los 12.000. Ciertamente estos datos tendrán que ajustarse ya que el encuentro de dos pandemias como la obesidad y el COVID-19 elevarán lamentablemente los números.
El impacto de la obesidad en la salud de la población eleva los costos de atención en nuestros sistemas de salud. Se ha estimado que un 3% del presupuesto anual de salud se destina a tratar complicaciones directas o indirectas de la obesidad. Así, mientras tratamos las consecuencias directas de la obesidad como la hipertensión arterial o la diabetes mellitus – las cuales cuentan con un tratamiento asegurado gracias a la cobertura entregada por el Sistema de Garantías Explicitas de Salud (GES) – ésta no es considerada enfermedad y quienes la sufren no tienen un tratamiento asegurado, ni mucho menos oportuno.
Impresiona la incapacidad -por parte de nuestro Sistema de Salud Público y Privado- al no asegurar un tratamiento oportuno y eficaz a una condición que cumple con todos los criterios de enfermedad y que es simplemente vista sólo como un factor de riesgo.
De esta manera, continuaremos tratando las consecuencias de la obesidad: diabetes, hipertensión, colesterol elevado, hígado graso, etc y no nos haremos cargo de tratar la causa. “Tómese esta pastilla para la presión, ésta para la diabetes y trate de bajar de peso”, seguirá siendo la frase más escuchada por miles de chilenos.
Claramente un factor que ha jugado en contra a la hora de asegurar tratamientos para quienes sufren de esta enfermedad es la estigmatización por parte de muchos sectores de nuestra sociedad, incluyendo al de la salud.
Conceptos como “no tienen fuerza de voluntad” o “no pueden cerrar la boca” demuestran la percepción errada que existe con respecto a la obesidad transformándola en un problema de carácter individual, una falla personal, una opción de vida, estigmatizando esta enfermedad a niveles que -frente a la evidencia actual- son médicamente inaceptables.
En la actualidad existen tratamientos médicos y quirúrgicos -que junto al trabajo de los pacientes y la ayuda de equipos multidisciplinarios- abordan de una forma integral la obesidad.
La cirugía bariátrica -en pacientes seleccionados- ha demostrado ser el mejor tratamiento para quienes sufren de obesidad y obesidad mórbida logrando mejorar la calidad de vida y mediante el control de una serie de enfermedades -como la diabetes, hipertensión, colesterol elevado, hígado graso, entre otras- aumentar la expectativa de vida.
Por medio de estos efectos, la cirugía bariátrica ha incluso demostrado disminuir los costos de salud asociados a la obesidad en Sistemas Públicos y Privados de Salud.
Mientras la pandemia generada por el Covid-19 nos tiene a la espera de vacunas y tratamientos eficaces que permitan disminuir las complicaciones médicas y la mortalidad, la pandemia de la obesidad -que cobra la vida de más personas y para la cual existen tratamientos eficaces, seguros y que además reducen los gastos en salud- deberá seguir a la espera de las voluntades políticas y legislativas para poder asegurar un tratamiento. Esta discriminación y estigmatización debe detenerse para hacer frente a la otra pandemia que cobra vidas.
*Director Centro de Tratamiento de la Obesidad Red Salud UC CHRISTUS Cirujano digestivo, PhD y académico de Escuela de Medicina UC