En el marco de la política exterior de "cuerdas separadas", conforme a la cual Perú y Chile aseguran un buen clima para avanzar en integración económica mediante la Alianza del Pacífico, dejando fuera los temas conflictivos, justamente el pisco se ubica en este segundo grupo, junto a los problemas de fronteras y límites. Ello ha permitido la singular ofensiva contra el pisco chileno.
Mientras en Chile se acepta la coexistencia de pisco chileno y pisco peruano, como dos productos paralelos, en Perú la situación es muy diferente. Allí se niega al pisco chileno el derecho a existir. Y se ha puesto en marcha un plan para destruirlo como producto y quedarse con sus mercados.
Para los estrategas peruanos, el pisco chileno es meramente una falsificación del pisco peruano. Según sus referentes, el pisco chileno es lo mismo que el oporto de Brasil, el burdeos de Talca y el champagne de Mendoza: meras copias de productos famosos, con fines meramente industriales y comerciales.
La tesis peruana es falsa. Porque a diferencia de los vinos mencionados arriba, el pisco chileno no surgió a fines del siglo XIX, como producto industrial con fines comerciales, destinados a cubrir el nicho de mercado dejado libre por la plaga de filoxera que destruyó cuatro millones de hectáreas de viñedos en Europa.
Al contrario, el pisco chileno fue un producto elaborado por los campesinos en el Valle de Elqui, a partir de la década de 1730. Así lo demuestran los registros notariales y judiciales levantados en los inventarios de bienes del Imperio Español. Los originales se conservan en el Archivo Nacional de Santiago de Chile. El tema ha sido ampliamente documentado en mi libro "El pisco nació en Chile" (Santiago, RIL/USACH, 2016).
A pesar de esa evidencia, Perú ha lanzado una ofensiva mundial contra el pisco chileno, para destruirlo y quedarse con sus mercados. El plan peruano es librar batallas jurídicas en varios países de Asia, para obtener sentencias favorables a su enfoque. El segundo paso será usar esos antecedentes para lograr similares efectos jurídicos en América y Europa, de modo tal que esos países cierren sus puertas al pisco chileno. El golpe final será hacer lo mismo en Chile, para destruir definitivamente el pisco chileno, y adueñarse de su mercado.
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La delegación chilena en la corte de Bangkok, Tailandia.[/caption]
Los juicios que actualmente se ventilan en los tribunales de India y Tailandia son parte de esta estrategia. Resulta notable la energía desplegada por la cancillería peruana para desplegar sus recursos en estos países, juntamente con la actitud hostil de sus equipos jurídicos.
Tuve oportunidad de presenciar una de estas ceremonias. Como testigo propuesto por Chile, me tocó declarar ante al juez de Bangkok, Tailandia, sobre la identidad del pisco chileno. Mi tarea consistía en explicar que el pisco chileno tiene 300 años de historia, a partir de las viñas que se cultivan en el Valle de Elqui, donde por primera vez en el mundo se registró el pisco, en los documentos judiciales de 1733. Pensé que mi declaración se daría en un ambiente amable, pues se trata de una investigación histórica.
Grande fue mi sorpresa al ver la actitud hostil del abogado contratado por Perú. Fui sometido a dos horas y media de interrogatorio; me formularon más de 40 preguntas, tratando de refutar la tesis de mi libro. Detrás de esas preguntas había mucho trabajo intelectual pues se notaba la búsqueda detallada de argumentos para deslegitimar la historia del pisco chileno y los campesinos del Valle de Elqui y Región de Atacama. La maquinaria de la cancillería peruana había trabajado activamente durante los últimos años para negar completamente el derecho a existir del pisco chileno.
Esto fue diez veces más intenso que defender una tesis doctoral. Porque en las tesis, el tribunal te hace preguntas generales, sin profundizar tanto; simplemente, porque no es posible conocer tanto del tema como el autor de la tesis. He vivido esa experiencia dos veces como autor y unas diez veces como profesor guía. La defensa es intensa, pero en forma relativa.
En cambio en la Corte de Tailandia, el desafío fue diez veces mayor. El abogado peruano, asesorado por la cancillería cuestionaba el libro con un nivel de detalle inusitado, tratando de invalidarlo desde todos los ángulos posibles e imposibles. Esto demuestra el fuerte compromiso de la política exterior peruana con esta causa, detalle avalado también con la constante presencia del embajador de ese país a lo largo de toda la sesión de las declaraciones, que se prolongó por muchas horas. A ello se suma el intenso trabajo intelectual desplegado por Perú para fortalecer el relato de su pisco, reflejado en más de quince libros sobre el tema, y numerosos museos del pisco, desplegados por todo el país.
Podríamos añadir también la actitud hostil que exhibe la prensa, muchos intelectuales y foristas peruanos en las redes sociales: hay como un mandato general de destruir el pisco chileno, negarle el derecho a existir.
Evidentemente, el pisco se ha convertido en un punto emblemático para los peruanos en general y su cancillería en particular. La hostilidad se hace cada vez más evidente.
En los próximos días veremos cuál es la actitud que asume Chile al respecto. Detrás del pisco chileno hay 10.000 campesinos del desierto, que cultivan sus viñas en los oasis verdes de las regiones de Atacama y Coquimbo. Ellos son los guardianes del paisaje en sus frágiles y bellas localidades de Paihuano y Alto del Carmen; del Huasco y Diaguitas; de Pisco Elqui y Montepatria. Ellos están mirando, con angustia, las alternativas de este conflicto que, gracias a la política exterior de las Cuerdas Separadas, ha quedado excluido de la política general de entendimiento e integración entre Chile y Perú.