El regreso de Dios

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¿Ha cambiado la pandemia lo que se piensa o siente sobre el futuro? Al parecer sí, indica el estudio Diálogos del Futuro, de la Fundación Encuentros del Futuro y Merlín Research, que establece que hoy las personas hablan de menos temas y si las ideas predominantes pre pandemia eran "esperanza", "inseguridad", y "educación", hoy son "difícil", "gobierno", "económica" y "Dios".


Pensar en el futuro, depende en gran medida de lo que se vive en el presente. Y el hoy está marcado, sin duda, por una crisis: la pandemia de Covid-19. Pero a diferencia de tsunamis, terremotos, o situaciones personales como cáncer, divorcio, etc., esta crisis es global.

¿Ha cambiado la pandemia lo que se piensa o siente sobre el futuro? Al parecer sí. El estudio Diálogos del Futuro, alianza entre Fundación Encuentros del Futuro, y la empresa Merlín Research, en colaboración con Deep Networks Analytics (DNA), indica que, a diferencia de lo que ocurría previo a la pandemia, en la actualidad las personas hablan de menos temas y si las ideas predominantes eran “esperanza”, “inseguridad”, “tranquilidad” y “educación”, entre otras, hoy son “difícil”, “gobierno”, “pandemia”, “económica” y “Dios”.

La investigación consideró 15 mil personas, consultadas entre septiembre de 2019 y julio de 2020, retratando un momento único en la historia de Chile.

El trabajo supera las técnicas de estudio de fenómenos sociales, dice José Manuel Ferreiro, director de Estudios en Merlin Research. Tiene la característica de ser multicanal (del tipo 360 grados) y considera datos de entrevistas cara a cara, sistemas de encuestas on line, análisis de contenidos de RRSS, y lo más importante, añade, diálogos inteligentes, masivas llamadas telefónicas donde un robot cognitivo habla en lenguaje natural (de forma intuitiva) con las personas que quiere dar sus ideas y visiones sobre el futuro.

Con preguntas abiertas, sin alternativas, escucha a las personas, dice Ferreiro. “Dejamos que ellas nos definan cómo ven el futuro. A un investigador no le ocurrirá todas esas alternativas. Se capta mucho mejor lo que piensan”.

Dios e incertidumbre

Antes de la pandemia aparecen palabras vinculadas a pobreza, a temas laborales, a educación, la paz, la seguridad y pensiones, entre otras, muestra el estudio.

Una de cada cinco personas que expresa sentimientos de esperanza frente al futuro también manifiesta sensaciones de miedo o incertidumbre, el concepto más mencionado. "No es mayoritario, pero es lo que más personas hablan sobre el futuro y se acrecentó en contexto de pandemia. No se trata de un concepto neutro se asocia a lo negativo y activas emociones como el miedo”, destaca Ferreiro. Más pronunciado en mujeres que en hombres, y también en hogares cuyo jefe de hogar posee un grado más alto de educación formal.

Iglesia
Foto: Referencial /Archivo.

El hallazgo de la mención de Dios añade Ferreiro, es una prueba estadística de que la palabra aparece de manera significativa en pandemia, “no es que toda la gente hable de Dios, en términos de frecuencia relativa no es muy alta, pero sí muestra que antes no estaba”.

Covid-19 trajo preocupaciones más concretas. “Las personas se volvieron más reiterativas en sus ideas y la mayoría de las ideas más abstractas sobre el futuro fueron sustituidas por ideas más concretas y simples: necesidades como el trabajo y la salud, o bien el temor a la pobreza y a la muerte”, detalla el estudio.

Y no es casual. Las crisis mundiales convocan aspectos primarios de la experiencia humana, dice Lucio Gutiérrez, psicoanalista y doctor en psicoterapia de la Universidad Católica. Se recurre a protección. Y así como bebés y niños necesitan de adultos que les cuiden o de otro modo mueren, tarea que ocupan los padres, en la adultez, dice, ese rol, de algún modo, lo tienen aspectos religioso-espirituales. “Las religiones brindan un discurso que da consuelo ante las pérdidas, esperanza ante la incertidumbre, y una promesa de un futuro de salvación o perdón”, señala.

Y por contradictorio que parezca, la muerte y el futuro está unidos indisolublemente, dice Diana Aurenque, filósofa de la Universidad de Santiago, “en el caso humano, y por tener conciencia de un futuro implica siempre sabernos mortales”.

Un saber que cotidianamente está dormido. Como Aurenque explica, planificamos nuestra vida, nos comprometemos y prometemos acciones futuras, ahorramos o nos endeudamos para concretar proyectos, etc. No podríamos hacer nada sin esa noción de un futuro. Y situaciones límite, como la muerte, nos recuerda no solo que el futuro es incierto, sino en general, la vida. "Ese agobio por el futuro incierto es finalmente espejo de la incertidumbre y la falta de perspectiva que sentimos en el hoy”, aclara.

Marcial Sánchez, doctor en historia y experto en historia de la Iglesia, señala que socialmente la muerte se esconde, no somos capaces de observarla. Pero en pandemia eso cambió. "Hoy la muerte se ve relevante, y con ella el sentido de la protección y de trascendencia empiezan a tomar relevancia. Empieza un acercamiento a la fe, porque la muerte ‘está tocando la puerta’”, dice Sánchez.

Incertidumbre, además, de enfrentar la angustia ante la muerte, de origen desconocido y cura incierta. “El otro con el que nos relacionábamos cotidianamente pasa a ser una figura amenazante, una potencial fuente de contagio”, dice Gutiérrez. El virus, invisible, puede estar en todas partes.

Los sistemas social, laboral, educacional, de salud, político-económicos, tambalean. “Las personas buscan consuelo y certidumbre para lidiar con la angustia que eso genera”, dice Gutiérrez. Algunas se vuelcan a teorías conspirativas. Otras guardan esperanza a los hallazgos de la ciencia. “Y otras se refugian en la promesa de un más allá calmo y satisfactorio. Lo que ocurre con el aumento de interés en lo espiritual puede explicarse por esta vía”.

Aurenque señala que no es casualidad que en tiempos sombríos se busquen explicaciones acerca de su origen y/o salvación en algún relato religioso, “la religión se presenta como un anestésico contra el dolor existencial”.

Crisis

Esa búsqueda no es de ahora. Ha ocurrido antes. “Ante eventos como la llegada de los nuevos milenios, el paso de algunos cometas cerca de la Tierra y pandemias anteriores en la humanidad: el asunto ha sido similar”, dice Gutierrez.

Marcelo López Campillay, académico del Programa de Estudios Médicos Humanísticos de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica, señala que, el culto mariano y la devoción a los santos y santas han sido fuentes de devoción popular para hacer frente a las epidemias desde tiempo medievales. Algo que en Europa y Latinoamérica posee expresiones concretas, explica, con la Virgen de las fiebres en Sevilla, san Roque, (el abogado de las epidemias) en episodios epidémicos y pandémicos.

La irrupción de la peste negra en Europa y Asia en el siglo XIV d.C., fue un momento crítico para fe, especialmente para la Iglesia Católica. La peste bubónica acentuó la crisis que el catolicismo había experimentado en el Bajo Medioevo, indica López, producto del cisma de Occidente, la corrupción del clero y los movimientos heréticos. Muchos creyentes sintieron que Dios los había abandonado producto de los pecados de la humanidad.

“Algunos análisis históricos han señalado que, precisamente, esa crisis fue una oportunidad de renovación para cierta cristiandad que a la postre encontró en la reforma emprendida por Martin Lutero”, indica López.

En Chile registros indican que en casos como el cólera de 1886 y la gripe española de 1918, la actitud de la Iglesia fue la de asistir a las víctimas de las enfermedades, “como expresiones concretas del amor al desvalido que es parte de los fundamentos de la fe en Dios”, explica López.

Tiempo en que los lazaretos, hospitales o edificios donde se trataban enfermedades infecciosas, eran muy solicitados, señala Sánchez. “Se dejaban los infectados para que recibieran cuidado de religiosas y ahí oraban por su ‘buena muerte’, para entrara en un camino de salvación”.

Frente al Covid-19, públicamente el protagonismo de la Iglesia ha sido desplazado a un segundo plano. López atribuye eso a la caída de su prestigio en la última década debido a los casos de abusos. “Con el correr de los siguientes años se podrá responder es si la conciencia de crisis desatada por el coronavirus, y que se suma a otras que el mundo venía experimentando (medioambiente, economía, populismos, nacionalismos, migraciones, etc.), representará una nueva oportunidad de renovación para el catolicismo occidental, como la que significó la peste negra para el cristianismo en los albores de la Era Moderna”.

En situaciones así, añade Aurenque o endiosamos la variante médica de una salvación terrenal – por ejemplo mediante una vacuna –, o nos resignamos a un estado de ruina, “creyendo encontrar paz en un más allá celestial, al lado del Dios padre”.

¿Que se nombre más a Dios implicará un futuro diferente? La tendencia a volver a las formas de subyugación capitalista de nuestra sociedad es muy intensa y silenciosamente insidiosa, admite Gutiérrez. “El individuo poscapitalista tiene un fuerte deseo por tratar la pandemia como un mal sueño y volver a autoexplotarse tan pronto como sea posible. Teme el acontecimiento transformador, teme a un futuro muy distinto del que ha proyectado y, por lo general, se resiste a pensarlo”.

El proyecto contó con la asesoría técnica del Consejo Nacional para la Innovación y Desarrollo (CNID), investigadores del Language Technology Institute (LTI) de la Universidad Carnegie Mellon, y el apoyo del Ministerio de Ciencia, Futuro360 de CNN Chile y Fundación VTR. La metodología y resultados fueron validados y certificados por la AI Impact Alliance (AIIA), que vela por la protección de datos y derechos humanos de Inteligencia Artificial (IA).

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