Hace un tiempo se viene informando en la prensa sobre el hundimiento de ciertas ciudades costeras del planeta debido a que genera, localmente, un incremento del nivel del mar. Lo anterior resulta peligroso en un contexto del aumento del nivel del mar por cambio climático, producto de que agravan las consecuencias de fenómenos como las inundaciones en zonas costeras. La combinación del aumento del nivel del mar por cambio climático y el hundimiento de terreno resulta en un “aumento relativo del nivel del mar”.
Tal es el caso de Nueva York que ha sido relevado recientemente en una nota de la BBC Mundo, que, según la evidencia disponible, enfrenta un grave proceso de hundimiento o subsidencia debido al peso de la densa infraestructura urbana de una ciudad que alberga aproximadamente a 8 millones de habitantes.
Esta ciudad, que se localiza sobre un suelo de origen eminentemente glacial, se hunde a razón de 1-2 mm/año, lo que, sumado al efecto del aumento del nivel del mar por cambio climático, genera un aumento relativo del nivel del mar de hasta 4 mm/año.
A simple vista, es difícil dimensionar las consecuencias del aumento de “escasos” 4 mm al año, pero el resultado acumulativo está generando un incremento del alcance de las inundaciones por tormenta. Los expertos locales prevén un aumento del riesgo de inundación para las próximas decenas de años y se están planteando cómo enfrentar y adaptarse a este nuevo escenario.
Así, el aumento relativo del nivel del mar está relacionado directamente con el aumento del riesgo de inundación. No solo la ciudad de Nueva York esta experimentado este fenómeno, otras como San Francisco están viendo acrecentados los efectos del aumento del nivel del mar debido también al “peso de las ciudades”.
Esta noticia causó revuelo en los medios nacionales, pero en su mayoría solo lo destacaron como una experiencia internacional.
El silencioso y desconocido hundimiento de las ciudades chilenas
Sin embargo, en Chile, también estamos enfrentando una situación similar: algunas zonas costeras se están hundiendo, por ahora, no por el peso de las urbes, sino que producto de la tectónica.
El ciclo sísmico, que explica los fenómenos de hundimiento y alzamiento de terreno que ocurren durante los terremotos (co-sísmico), o durante el tiempo que acontece entre estos (inter-sísmico), es el “responsable” de que en ciertas zonas costeras se esté incrementando el riesgo de inundación.
Por ejemplo, durante el terremoto (Mw 8.8) del 27 de febrero de 2010, la Isla Santa María (Región del Biobío) se levantó aproximadamente 2 m, mientras que durante su predecesor de 1835 (un terremoto similar al de 2010), el mismo Charles Darwin que se encontraba en Chile ese año, calculó un alzamiento de hasta 3 m.
Lo interesante es que entre los 175 años que acontecieron entre estos terremotos (1835-2010), la isla se hundió aproximadamente 1,6 m.
Un estudio recientemente publicado por Núcleo Milenio Cyclo, ha demostrado que esta isla se ha estado hundiendo después del terremoto de 2010 a razón de ~25 mm/año. Todo el ciclo iniciado en 1835 ha generado importantes cambios costeros cuyos efectos de largo plazo no han sido del todo estimados.
Lamentablemente, no existen otros estudios similares a los realizados en la Isla Santa María, aunque, gracias a la red de GPS instalada en distintas zonas costeras de Chile, si se sabe que zonas como el Golfo de Arauco o localidades como Lebu se están hundiendo desde el terremoto de 2010, a tasas mayores a las observadas en Nueva York (~20 mm/año y ~40 mm/año respectivamente).
Esto, en un contexto de cambio climático, debe hacernos pensar como país sobre lo que debemos hacer para enfrentar el aumento relativo del nivel del mar y sus efectos en cascada como el incremento del riesgo de inundación, la erosión de las playas, la intrusión de agua salada en sistemas dulceacuícolas (ej. humedales), entre otros. No solo se debe trabajar a nivel científico, elaborando más estudios como los realizados en la Isla Santa María, para estimar si este fenómeno afectará de manera significativa a las zonas costeras que se están hundiendo (ej. zonas de riesgo); también, se debe avanzar hacia una gestión integrada del territorio que cuente con planes de adaptación y prevención de desastres eficaces, tal como se está haciendo en ciudades como Nueva York.
Para lo anterior requerimos de una legislación adecuada y sólida que por ahora no existe. Actualmente, solo contamos con una Política Nacional de Uso del Borde Costero que tiene la categoría de reglamento (no de ley), que se basa en una legislación que data del siglo 19 (artículo 594 del Código Civil de Andrés Bello), y que ha demostrado ser insuficiente a la hora de gestionar el territorio costero.
Por suerte, existe una iniciativa de ley liderada por la académica del Departamento de Geografía de la PUC y directora del Observatorio de la Costa, Carolina Martínez, que se encuentra actualmente en tramitación en el congreso nacional. Esta ley, llamada “Ley de Costas”, permitirá en caso de aprobarse, no solo una gestión integrada de áreas litorales, sino que también, ayudará a los procesos de reducción de riesgo de desastres y de adaptación al cambio climático, y promoverá una mayor participación de la ciudadanía, apuntando hacia una gobernanza efectiva del territorio costero.
De su aprobación dependerá en gran medida el éxito del país ante los desafíos que nos plantea nuestro contexto tectónico y climático, incluyendo el aumento relativo del nivel del mar.
*Geógrafo de la U. de Chile, máster en Gestión Ambiental de la U. de Santiago y doctor (c) en Geografía de la U. Católica. También es académico e investigador del Departamento de Geografía de la U. Alberto Hurtado.