El tenis, para felicidad de los aficionados, no para y esta semana Cristián Garín debutó en Munich con una victoria. Venció y le ganó en segunda ronda al italiano Lorenzo Sonego, torneo donde el año 2019 fue coronado campeón. En ese entonces la prensa nacional e internacional no veía techo a los golpes del iquiqueño, pues ese año también se coronó campeón en Houston -tras derrotar en la final a Casper Rudd- y llegar a la final de Sao Paulo.

Pero lo más notable de Munich, es que Garín, antes de levantar la Copa, -la misma que levantó Fernando González el 2008- derrotó al alemán Yannick Maden en primera ronda, al argentino Diego Schwartzman en octavos, al favorito Alexander Zverev en cuartos, al italiano Marco Cecchinato en semifinales y a Berretini en la final.

Así, mientras Garín intenta repetir la hazaña del 2019 en Munich, más al sur, en Barcelona, Nicolás Jarry cae en segunda ronda ante el ruso Karen Khachanov, número once del mundo. El resultado, según la prensa especializada, fue inapelable y Jarry reconoció el buen partido de Khachanov. De cara a futuros partidos el príncipe, en sus propias palabras, debe seguir trabajando en su saque, pues este golpe le dio amplias ventajas al ruso.

Mucho más dolorosa fue la derrota que sufrió -en estas mismas pistas- Marcelo Ríos en 1996. En esa oportunidad cayó en la final -después de fallar sus dos servicios- ante el entonces número dos del mundo, Thomas Muster, considerado el Rey de la Arcilla. Tras el partido, el dos veces ganador del Trofeo Conde de Godó, presagió que la joven promesa chilena terminaría ese año en el top ten mundial.

El día que un tenista chileno llegó a ser número 1 del mundo antes que el Chino Ríos

Pero antes de todos ellos, en 1979, sí hubo un chileno que levantó la Copa en Barcelona. Hans Gildemeister, de apenas 23 años, le ganó la final al norteamericano Eddie Dibbs y empezó a escribir su leyenda. Ganó 4 títulos ATP en individuales y 23 en dobles, siendo -sin lugar a dudas- el mejor doblista de la historia de nuestro país. Con el ecuatoriano Andrés Gómez fueron considerados la mejor dupla del mundo en 1986. Juntos ganaron 16 títulos ATP y con la raqueta nacional Belus Prajoux, levantaron 3 trofeos y llegaron en 1982 a la final de Roland Garros.

Hans Gildemeister después de ganar el torneo de Barcelona.

Los extraordinarios números de Hans siguen siendo inalcanzables y las actuales campañas de Nicolás Jarry y Cristián Garín ilusionan y nos permiten preguntarnos de dónde sacan estos super atletas la capacidad no solo para triunfar sobre las mejores raquetas del mundo, sino para superar obstáculos -físicos y mentales- y reponerse de tensos bloqueos o dolorosas derrotas.

Matthew Syed, en un capítulo de su libro Bounce titulado La maldición de bloquearse y cómo evitarlo, señala que uno de los aspectos universales de los bloqueos deportivos es que estos ocurren bajo extremas condiciones de presión, las que generalmente se disparan cuando un atleta enfrenta un momento crucial en su carrera deportiva.

En estas situaciones, de repente y de forma inexplicable, un jugador no puede realizar golpes ni ejecutar destrezas que ha entrenado y perfeccionado a lo largo de su vida. Lo fácil resulta difícil. Los movimientos rápidos se tornan lentos y llega un momento en que los jugadores lo único que quieren es que todo acabe.

Ahora… ¿Cómo puede ser que después de tanto entrenamiento los atletas fallen en los momentos más importante de sus carreras? Russell Poldrack, un neuro-científico de UCLA -citado en el libro de Syed-, descubrió que la corteza prefrontal se activa cuando los deportistas están aprendiendo una nueva habilidad, un nuevo golpe o movimiento, pero con el tiempo y la práctica el control de esa destreza o de ese golpe pasa a los ganglios basales, zona asociada al tacto y a la sensorialidad.

En otras palabras, los deportistas usan una zona del cerebro cuando aprenden algo nuevo y usan otra cuando ese golpe o secuencia ha sido automatizada. El problema es que muchas veces el mal manejo de la presión en partidos cruciales, transforma los golpes automatizados - ejecutados de manera inconsciente- en golpes de principiante debido a que vuelven a realizarse desde el neocórtex. Al hacer conscientes los saques y los golpes, estos pierden toda su delicadeza, toque y control.

Así, en momentos de máxima tensión, los tenistas pueden dejar de jugar con un mind-set experto y empezar a jugar con el mind-set de un novato, que es lo que todos hacemos cuando estamos bajo mucha presión. Para ejemplificarlo, Syed nos invita a imaginar lo que haríamos si tuviésemos que caminar con una taza de café -servida hasta los bordes- por una carísima alfombra. En este desafiante contexto lo normal sería que, para lograrlo sin manchar nada, bajemos nuestra velocidad y aumentemos la conciencia sobre nuestro cuerpo y movimiento.

Esto, que es muy adecuado para simples tareas como la anterior, es un desastre para el desarrollo de complejísimas acciones, como un saque o una devolución a máxima velocidad, pues estos movimientos requieren de infinitas coordinaciones que solo podemos ejecutar con precisión de manera inconsciente, pues nuestra conciencia no es capaz de manejar tanta información en un solo golpe.

Por esta razón es importante que los entrenamientos, además de repetir golpes y secuencias para automatizarlas, expongan al atleta a situaciones tensionantes que le permitan desarrollar destrezas para manejar la presión exterior en los momentos clave del partido. Además, es importante estar activo, ir a distintos torneos y estar constantemente jugando con los mejores, pues solo así los jugadores lograrán mantener el mindset experto en los momentos clave.

En definitiva, la fortaleza mental de la que tanto se habla en este deporte, pasa por la capacidad de evitar caer en el mindset novato en los momentos más difíciles del partido. Capacidad que nuestras raquetas nacionales han demostrado alcanzar una y otra vez y que esperamos la sigan cultivando en estos torneos, pues estos son el mejor entrenamiento para llegar a Roland Garros.

Continuará...

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