Hace unas décadas si en una sala de clases de un colegio la profesora decía “niños salgan a recreo”, no había duda de que se refería tanto a los alumnos como a las alumnas. Hoy, en cambio, esa misma frase puede generar confusión e incluso hacer que muchas niñas no se sientan interpeladas.
La sociedad ha cambiado. También la conciencia de género y la necesidad de equidad e igualdad en esa área. Y el lenguaje no puede quedar atrás.
Se ve en distintas áreas. Incluso en discursos de autoridades. En 2014 en el primer discurso presidencial del segundo gobierno de Michelle Bachelet se escuchó “voy a ser la Presidenta de todos los chilenos y de todas las chilenas”, como algo que rompía con la forma tradicional de dirigirse a “los chilenos” como un genérico para abarcar tanto a hombres como mujeres. Hoy es normal.
Es parte de lo que se conoce como lenguaje inclusivo. Que quede claro que se habla tanto de hombres como de mujeres. Incluirlos tanto a ellos como a ellas o indicar que algo lo puede hacer un hombre y una mujer, es una descripción más precisa de la realidad.
El avance en ese sentido es claro. Pero no es solo eso. También al lenguaje se le pide ser neutro. Que no solo se refiera a un género-sexo binario, sino que visibilice otras existencias humanas que van más allá del sexo gramatical. Eso se ve, por ejemplo, con expresiones como ´todes´en vez de todos, ‘elles´ reemplazando a ellos o ´nosotres´ por nosotros, entre muchas otras.
Sin embargo, no es un tema en el que exista consenso. El miércoles 26 de mayo ingresó a la Cámara de Diputados un proyecto de Ley que busca modificar la Carta Fundamental “para prohibir las alteraciones gramaticales y fonéticas que desnaturalicen el lenguaje, en la educación parvularia, básica y media”. Muestra de la relevancia del tema, porque no hay discusión, por ejemplo, a nuevas expresiones del lenguaje como“te wasapeo” o al uso de anglicismos como ”cachái” (del verbo to catch, atrapar).
Lenguaje inclusivo y neutral
El lenguaje inclusivo aún resulta incómodo. Pero no es moda. Es un debate que se inició desde los años 70. Es el cuestionamiento al uso del masculino como genérico, usado tradicionalmente para designar no sólo a personas de sexo masculino, también a todas las otras que no son hombres, mientras que el femenino solo se usa para las mujeres. Así cuando se habla de niños, alumnos, trabajadores (genérico masculino) ¿se incluye a las mujeres? Ahí está el debate.
Un desafío que es aún mayor. También existe la demanda de encontrar formas de comunicar que visibilicen las diferentes identidades de género, sin menoscabar ni privilegiar ninguna. Es la petición de diversos grupos y organizaciones LGBTI+ hace años.
Y se ha buscado incluir el lenguaje neutro con el empleo de X o de @. Pero eso se resuelve solo en le lenguaje escrito. No es posible pronunciarlas como tales. En ese sentido, ´elles´ es una expresión más amplia y usada cada día por más hablantes.
¿Qué se entiende por lenguaje inclusivo? Es la pregunta a la que se debe responder primero, aclara Roberto Ferreira académico de la Facultad de Educación UC y vicepresidente de la Sociedad Chilena de Lingüística, y en la cual no ha existido el suficiente debate.
El lenguaje inclusivo es algo que se está utilizando en diferentes idiomas y en general en la academia, dice Ferreira. Las discusiones han sido principalmente políticas. En español no ha habido suficientes discusiones lingüísticas. “No hay una definición clara de cómo usarlo ni cuándo, porque lo que llamamos lenguajes inclusivos son vocativos como por ejemplo ´todes´ o ´chiques´, que se usan en la universidad, pero que no se usan en todo un discurso, no hay coherencia en el resto del discurso”, aclara.
Hoy se le pide al lenguaje que sea inclusivo al no invisibilizar a las mujeres, por ejemplo, en menciones como “niños o chicos”. Eso se cuestiona. “Por cinco siglos nunca se había generado ambigüedad de que solo se incluye a los hombres, pero hoy se indica que deja fuera a las mujeres”, explica Ferreira.
Es necesario discutir qué se entiende por lenguaje inclusivo para saber qué se incluirá como lenguaje, agrega, en este caso en la lengua que habla en una comunidad como Chile o en la comunidad hispana.
El uso en el discurso de niños y niñas, o en textos y clases, señala Ferreira, es un énfasis simplemente. Algo que no es nuevo en la lengua. “Al usar ´señoras y señores´, no se asume que señores incluye a señoras y parece natural”, dice.
Ese cambio de énfasis, desde el punto de vista linguístico, es algo que se acepta y quizás podría incluirse en textos escolares y podría parecer una pequeña redundancia. Pero palabras como ‘todes’ o ´chiques´, dice, es un cambio gramatical.
“La lengua se resiste a esos cambios gramaticales”, dice Ferreira. Todas las lenguas romances como el español (rama indoeuropea de lenguas relacionadas entre sí y que históricamente aparecieron como evolución del latín vulgar), añade, “tienen género masculino y femenino y no un neutro diferente al masculino”.
Lenguas sin género
Si los cambios de expresiones neutras están en la comunidad, usar ´todes´ de manera natural significaría que en español se ha modificado la gramática, “y que se incluye un neutro que no estaba incluido en la gramática, si eso ocurre, no habría razón para no incluirlo en el lenguaje escrito”, señala Ferreira.
Pero el lenguaje inclusivo neutro, dice, aún se usa en pequeñas comunidades. “Por el momento, más bien forma parte de un movimiento intelectual que quiere que estas formas la usen de forma general, pero si voy a comprar a la feria no escucho decir ‘todes o chiques´, pero se escucha bastante en la universidad, incluso se usa utilizando una x”.
¿Se puede incluir en textos escolares el lenguaje neutro cuando quizás no toda la comunidad lo usa? Esa es, dice, una pregunta que se debería plantear. “Aun en español no conozco a nadie que pueda hablar en lenguaje inclusivo en todo el discurso”, dice.
Lo que actualmente se determina como neutro se suele usar en el inicio de ciertas oraciones y luego cambia. “Cuando se dice ambos se debería decir ´ambes´, por ejemplo. Para que haya un cambio en la lengua debería ser en todas las palabras. Deberían cambiar los pronombres bajo esa misma lógica. No podríamos decir solo unos, unas, también unes, ninguna, ninguno, por ningunes. También deberían cambiar al neutro, si decimos hay pocos alumnos por alumnes. Hoy creo que eso nadie lo usa”, plantea Ferreira.
“Yo soy lingüista, examino las lenguas. No estoy a favor o en contra”, resalta el académico. Pero si todo fuera así, dice, sería como aprender una lengua extranjera que no usamos. “No se ha dimensionado el problema que generaría. No se trata de que sí usamos el lenguaje inclusivo somos buenos, y si no, estamos discriminando, no es así”.
Usar el neutro en toda la lengua, requeriría estudiar un aspecto gramatical que desconocemos. “Por el momento, hay muy pocos estudios sobre las actitudes hacia el lenguaje inclusivo. Las comunidades LGBTI+ tiene una actitud más favorable de usarlo, pero aún no conozco hablantes que puedan utilizar de manera fluida el lenguaje inclusivo”, resalta.
Los lenguas sin género, como el finlandés y el turco, no asignan género ni a los sustantivos ni a los pronombres personales. “Si la lengua crea esta realidad en las culturas turcas y árabes deberían tener más derechos. Es una lengua super inclusiva donde no es tema que algo sea femenino o masculino. Pero lo que muestran es que si la lengua tiene neutro no significa que la sociedad sea más inclusiva. Esto viene de la teoría de que el lenguaje crea realidad, que si uno crea una palabra esto tendrá un efecto, pero no es que ocurra en todos los niveles de la lengua”, sostiene.
Todos son cambios que serán definidos por el uso. “Si cuando dicen ´niños´ las niñas entienden que no se refieren a ellas, van a tener que usar ´niños y niñas´. Pero es un cambio menor. Es un énfasis en el cual no se cambia la gramática, pero es distinto incluir el neutro porque no lo hay en nuestra lengua”.
Si antes se hablaba solo de los chilenos, dice Ferreira, y la presidenta Bachelet comenzó a usar ´chilenos y chilenas´, fue por porque se quería enfatizar esa inclusión y quería hacerla más notorio. Diversos estudios indican que el lenguaje que incluye de manera explícita a mujeres, activa más asociaciones con mujeres que las formas masculinas genéricas. Y eso se da especialmente en áreas con estereotipos de género. No sería igual hablar de científicos como génerico, a decir “los científicos y las científicas”.
Pero diferente, señala, “es que un presidente use todes y luego establezca coherencia a lo largo del discurso incluyendo otros pronombres, verbos y adjetivos, sería imposible tener un discurso coherente”.
En Francia recientemente se prohibió el uso de lenguaje inclusivo en textos escritos. Una medida que Ferreira explica nace “por la dificultad de leer ese lenguaje”.
Si en un texto se usa “niños y niñas”, no sería un problema, explica. Pero el uso de las formas neutras puede afectar la comprensión lectora. “Haría bastante poco para incluir a niños con dificultades de aprendizajes de lectura, niños disléxicos, niños con varias dificultades de aprendizaje, sería mucho más difícil para ellos. Además, sabemos que el nivel de comprensión de lectura en Chile es bajo”. En Francia no se prohibió en el lenguaje oral, resalta el investigador
Para que el cambio avance se necesita tiempo. También uso. Parte de una creciente demanda social. Por ejemplo, los niños y niñas que son transgénero, no binarios y no conformes con el género, experimentan frecuentes errores de género. Esto puede ser devastador para su seguridad, autoestima y salud mental. El lenguaje también es una forma de indicarles “tú perteneces” o, lo contrario “tú no perteneces”.