Así parte Elon Musk su participación como anfitrión en el ya mítico programa Saturday Night Live. Corría el año 2021 y el dueño de Tesla y SpaceX -vestido impecablemente de negro- declara, después de varias bromas sobre su inusual comportamiento, ser el primer presentador de este programa con ásperger… o al menos… el primero en reconocerlo.

¿Será cierto?

Musk, ante las cámaras y con su madre como testigo, se ríe de su histórica torpeza social, de su falta de empatía y de sus estrambóticas ideas espaciales. Ideas que orientaron su vida escolar y universitaria y que hoy lo posicionan como uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.

O el más.

Elon Musk y su arribo a la cima: ¿qué son los temibles campamentos de supervivencia a los que iba cuando era niño?

En la biografía de Elon Musk -escrita por Walter Isaacson-, Robin Ren, su mejor amigo, confiesa que ya en la universidad el futuro dueño de Twitter “se centraba en las tres áreas que moldearían su carrera. Ya anduviera calibrando la fuerza de gravedad o analizando las propiedades de los materiales, solía comentar con Ren como podían aplicarse las leyes de la física en la construcción de cohetes. <<No cesaba de hablar de fabricar un cohete que pudiera llegar a Marte -recuerda Ren- Por supuesto, yo no le prestaba mucha atención, porque pensaba que estaba fantaseando>>”.

Es cierto. Elon era un niño fuera de lo común. Un niño que se aislaba del resto, pero que, desde muy temprano, sabía ganar dinero haciendo lo que le gustaba. En el mismo programa televisivo, Maye, su madre, recuerda y se ríe de las fantasías alienígenas de su hijo… fantasías que logró rentabilizar con su primer videojuego.

Escuchemos a Isaacson:

“A los 13 años logró crear un videojuego, que llamó Blastar (…) Lo presentó a la revista PC and Office Technology y apareció en el último número de diciembre de 1984 (…). La revista le pagó 500 dólares, y él procedió a escribir y venderle otros dos videojuegos, uno del estilo de Donkey Kong y el otro simulando la ruleta y el blackjack”.

Así, la historia de ese niño que no sabía socializar y que se la pasaba leyendo, cambia cuando llega a su vida la primera computadora. Elon insiste e insiste para que su padre le compre una y pese a sus resistencias, el pequeño Musk gana por cansancio, insistencia que parece ser propia de las personas con asperger.

Y es que desde muy chico queda claro que cuando Elon quiere algo, no para hasta que lo consigue. Ya sea por un permiso, un viaje, una moto o una chica, Musk no descansará hasta lograrlo.

Además de insistente y persistente, este pequeño niño surafricano tiene otra característica. Cuando algo no le interesa se desconecta. Se cierra y en varias oportunidades sus profesores alertaron a sus padres de que su hijo padecía algún tipo de retraso mental o algún problema visual o de audición. Elon literalmente no veía ni escuchaba lo que no le interesaba.

Y si le insistían en algo que rechazaba, utilizaba todos sus conocimientos y habilidades para objetar y desarticular la propuesta. De hecho, su madre tuvo que desistir de acercar a su hijo a la iglesia. No había caso en que el pequeño Musk creyera que los mares podían partirse en dos, que los panes se multiplicaran o que bebiésemos la sangre de Cristo al ir a misa. Una vez más este niño -extremadamente científico y cuestionador- le ganaba la pelea a su mamá.

Y es que los evangelios, a diferencia de lo que le pasaba con la ciencia ficción, no le permitían despegarse de la dura realidad de tener un padre abusivo, ser víctima de bullying en el colegio y de vivir en una sociedad extremadamente violenta. Musk crece en la Sudáfrica del Apartheid con un padre que lo entrenó -de las peores formas- para sobrevivir la violencia racial, social, escolar y familiar.

Incluso en sus vacaciones lo enviaban a campamentos de supervivencia, instancias donde los niños mayores abusaban física y psicológicamente de los menores con la venia de sus padres. En estos campamentos, Elon recibió sus primeras palizas y reconoce que esos puñetazos en la cara le causaron dolores que iban más allá de lo físico. Esos golpes lo marcaron, lo forjaron y en posteriores campamentos aprendió a defenderse y golpear.

Así, dentro y fuera de casa, en clases o en vacaciones, la vida del pequeño Elon era un gran infierno y a muy temprana edad descubre que la mejor estrategia para sobrevivir-o tal vez la única- era desconectarse del mundo exterior.

En su mundo interior Elon quiere salvar a la humanidad, conquistar Marte, crear autos eléctricos y robots que ayuden a los humanos. Sueña despierto, lee incansablemente y sostiene largas conversaciones de estas materias con Kimbal, su hermano menor y un par de primos que ven en él a un líder. Un líder geek, que puede pasar horas y días en un sótano jugando Dungeons and Dragons.

En definitiva, gracias a estos pequeños seres humanos, a sus lecturas y a su primer computador, el pequeño Elon puede sobrevivir la violencia física y verbal de un padre que, ante el menor error, lo condenaba al fracaso. Un padre que podía apoyarlo en sus ideas y después humillarlo en público y en privado a través de larguísimos monólogos y ocasionales palizas.

¿Viajemos a Marte?

Isaacson, también biógrafo de Steve Jobs, toma las palabras del padre de Apple para dar un segundo puntapié a esta controvertida historia. Y es que, de acuerdo al creador de los iphones, “las personas que están lo suficientemente locas para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen”.

Ahora… ¿Será cierto que Elon Musk está loco? ¿Tendrá ásperger? Y… ¿Será posible que personas con esta condición lideren grandes empresas, gobiernen y lleguen a buenos resultados?

Sigamos con Isaacson:

“Musk contaría más adelante, incluso bromeando, que tenía ásperger, un nombre común para una forma de trastorno del espectro autista que puede afectar a las habilidades sociales, las relaciones, la conectividad emocional y la autorregulación de una persona. “Nunca fue realmente diagnosticado cuando era niño -reconoce su madre-, pero él dice que tiene ásperger y estoy segura de que está en lo cierto”.

Pese a las legítimas dudas, los relatos de su infancia parecen darle la razón. En clases muchas veces sus compañeros aplaudían delante de él y le hacían caras para sacarlo -sin éxito- de sus ensoñaciones y al lugar a donde fuera se encerraba por horas en libros y videojuegos.

Ya en la adolescencia Musk se ríe de su torpeza social y reconoce que no fue una buena estrategia preguntarle a la primera chica con la que salía su opinión sobre los autos eléctricos. De hecho, Talulah Riley, su segunda señora, reconoce que su ex marido “desarrolló un aura que, en ocasiones, le daba un aire alienígena, como si con su misión a Marte quisiera regresar a casa y su deseo de fabricar humanoides revelase una búsqueda de parentesco”.

Esta pequeña muestra médica de la infancia, adolescencia y de sus primeras relaciones sentimentales permiten predecir que Musk, como líder empresarial o como miembro de un equipo tecnológico, sería un sujeto difícil de sobrellevar.

Volvamos con Isaacson:

“Musk no tiende a colaborar con los demás de forma espontánea, ni en lo personal ni en lo profesional. En Zip2 y en PayPal demostró que podía inspirar, aterrorizar y a veces intimidar a sus colegas. Ahora bien, el compañerismo no se incluía en su conjunto de habilidades y la deferencia no formaba parte de su naturaleza. No le gusta compartir el poder”

Gwynne Shotwell, ingeniera que se incorporó a SpaceX el 2002 y que acabaría siendo su presidenta, sabía manejar a Musk precisamente porque su marido también estaba considerado dentro del espectro autista. Shotwell, tal como señala en la biografía de Isaacson, sabía que Musk podía parecer carente de empatía y que podía comportarse en las reuniones como un idiota, siendo que, detrás de esta fachada no había un ser malvado, sino una persona cuyo único deseo es cumplir la misión.

Gwynne Shotwell

¡A como dé lugar!

Sí, Musk persigue incansablemente sus objetivos y, al menos en SpaceX, Shotwell tenía que atender a los numerosos heridos que el líder dejaba en el camino. Y esta historia y este estilo ha dejado a muchos heridos y heridas tanto dentro como fuera de sus compañías. Es un liderazgo, por decirlo suave, brutal, pues las intensidades a las que puede llegar Musk en sus peleas laborales y personales son legendarias.

Para sus cercanos el problema de Elon es su adicción al estrés y a las relaciones tormentosas y a la rapidez con que puede cambiar de estado anímico y hasta de personalidad. Puede ser dulce, reírse y en cuestión de segundos enojarse y lanzar los insultos más hirientes. Es más, una de sus ex parejas señala que hasta los gustos estéticos le cambian de acuerdo a la personalidad en que esté. Así, cuando está en una puede amar un sofá, pero cuando está en otra, lo detesta.

Claire Bouchet, la cuarta pareja de Musk, va más allá y señala que la configuración mental de Elon es distinta a los demás. No solo carece de empatía, sino que se transforma en una persona muy difícil porque no sabe captar el entorno. Pero por complejo y desagradable que pueda llegar a ser, Grimes -apodo de Claire Bouchet- sugiere que antes de juzgarlo se considere su configuración psicológica.

Escuchemos a Grimes:

“Cuando alguien tiene depresión o ansiedad, empatizamos con esa persona. Pero si es una persona con ásperger, lo que decimos es que es un gilipollas”.

Así, con Elon Musk, retomamos el diván del líder, espacio por el que ya pasaron en esta misma revista personajes como Bill Gates, Jeff Bezzos, Richard Branson, Steve Jobs y el propio Musk. La idea, la próxima semana es ahondar en este sujeto y su estilo de liderazgo, pues tal como van las cosas, la humanidad pareciera depender de él.

Continuará…