Datos elaborados por el Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales (Ceel) de la Universidad Católica sobre la base de Estadísticas Vitales, muestran una importante disminución en el embarazo adolescente desde el año 2000, cuando el número de embarazos alcanzaba los 40.312 casos. Ya para 2015, la cifra bajó a 26.165 y en 2017 (última cifra disponible dada a conocer en abril de 2019), cayó a 17.299 casos (ver infografía). Una baja de 57%, entre 2000 y 2017.
"Una enorme caída afortunadamente. A comienzos del 2000 era el 16%, hoy hablamos de 7,9%, lo que es un avance muy relevante", destaca David Bravo, economista y director del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales UC.
Sin embargo, hay un aspecto preocupante que las cifras generales no revelan: la pobreza que predomina en ese grupo. Al analizar los datos de Casen 2017, dice Bravo, se aprecia que si la pobreza a nivel país alcanza un porcentaje 8,6%, en las madres adolescentes es superior, y llega al 20,4%. En el caso de la indigencia, a nivel general es 2,3%, y en las madres adolescentes llega al 8,9%. Y si vemos la pobreza multidimensional, el panorama es aún más complejo: si a nivel país es de 20,7%, para las madres adolescentes la cifra llega al 50,3%.
"Es impresionante lo de pobreza multidimensional. A partir de ahí, es seguro que existe un tema de pobreza asociado. Esto permite focalizar, porque muestran más pobreza que la del país, tanto por ingreso, como multidimensional", indica Bravo.
Catalina Littin, directora ejecutiva de la Fundación Superación de la Pobreza, coincide en que la caída de estos embarazos es positiva, con una reducción de más de la mitad, subraya. "La alarma se enciende cuando, a la luz de la nueva pobreza multidimensional, se comprueba que más de la mitad de ellas son niñas que, efectivamente, viven en situación de pobreza".
Sus hogares
¿Cómo son los hogares con madres adolescentes? Son más numerosos que el común de los hogares en Chile, señala Bravo. Si el promedio de personas de los hogares en el país llega a 3,1 personas, los hogares de madres adolescentes tienen 5,2. Un aspecto que da cuenta de que en general viven con sus familias.
Pero también la vulnerabilidad se revela en que datos como la escolaridad del jefe de hogar, dice Bravo, que es 10,7 años promedio en los hogares chilenos, y en el caso de los hogares en que viven adolescentes con hijos, es de 8,3 años.
Lo mismo ocurre en caso del porcentaje de hogares con jefatura femenina, que a nivel país es de 42,4, y en esos hogares es de 47,9. "Por quintil, también se aprecia las diferencias vinculadas al nivel socioeconómico, en que el 44% de los hogares con madres adolescentes se ubican en el primer quintil, el 32% en el segundo, 16,9% en el tercero y solo un 7,1% en el cuarto y quinto quintil", indica el economista.
Otro dato que entrega el Instituto de Estadística de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, sobre la base de datos Casen, es la cantidad de hogares en que ambos padres adolescentes viven juntos: solo el 0,04% de los jefes de hogar tienen entre 17- 18 años, es decir solo 33 hogares de los 70.948 registrados por Casen.
Se trata de una importante señal de subdesarrollo, advierten los especialistas. Pero además, un fenómeno que contribuye a la perpetuación del ciclo de la pobreza y feminización del mismo.
Lo anterior tiene como una de sus más preocupantes consecuencias el abandono escolar, indica Littin. "Todo ello redunda en una baja escolaridad que no se revierte con el tiempo, y además trae aparejado al poco andar, trabajos de baja productividad y mala calidad, sin previsión ni seguridades mínimas para la madre y su hijo o hija".
Para Andrea Huneeus, ginecóloga de Clínica Alemana es necesario destacar, que si bien la cifra ha disminuido por el aumento en el acceso de anticonceptivos de larga duración, "no disminuye la brecha de inequidad, el esfuerzo país tenemos que concentrarlo específicamente en ese grupo".
El embarazo adolescente asociado a pobreza es un aspecto que revelan todas las mediciones de inequidad, agrega Huneeus. El por qué en las mujeres más pobres no se aprecia la disminución importante que sí se da en otros niveles socioeconómicos, dice, es porque solo con el acceso a mejor educación es posible tomar medidas para evitar el embarazo, lo que en este caso no tendrían.
"En Chile la educación sexual no es buena en ninguna parte, pero jóvenes con mejor acceso de la información pueden responder sus preguntas en otros espacios, se pueden educar más que una joven vulnerable que no tiene internet. Porque si bien muchos colegios de estratos altos restringen el acceso a la educación sexual, pueden acceder a la información", dice Huneeus.
Pero además, puntualiza, las mujeres vulnerables no tienen proyecto de vida que las motive. "Y el proyecto de vida es embarazarse. Porque si hablamos de vulnerabilidad extrema, el adolescente es el peor ubicado en la jerarquía, y la adolescente embarazada sube en esa jerarquía. Muchas veces se ve eso, que es muy tremendo, que es para ellas una forma de validarse ante la familia y su pareja, es una cosa súper triste que muestra el poco proyecto de vida que ellas sienten tener".
¿Salida?, se pregunta Littin. "Tomarnos en serio la educación sexual en colegios, trabajar en la retención y/o recuperación escolar, ofrecer oportunidades pertinentes de capacitación y colocación laboral, y tener políticas locales de corte comunitario que permitan el desarrollo de esa inmensa franja de jóvenes mal llamados "ninis", los cuales muchas veces ven en la maternidad uno de sus pocos actos de reconocimiento social".