Cuando abres la llave de la cocina y llenas un vaso con agua, es muy probable que ésta sea potable, libre de cualquier componente nocivo para la salud. Sin embargo, más de una cuarta parte de la población mundial vive en países con escasez de agua, y un número similar utiliza una fuente de agua potable contaminada, según la Organización Mundial de la Salud. ¿Qué tan segura es el agua que bebemos en Chile y en otras latitudes del mundo?
La Universidad de Yale creó el Índice de Desempeño Ambiental (EPI por sus siglas en inglés) para categorizar qué tan segura es el agua que se bebe en cada país del mundo, incluyendo Chile. Según especifican en su informe, “los buenos resultados de las políticas de salud ambiental están asociadas con la riqueza, lo que significa que la prosperidad económica hace posible que las naciones inviertan en políticas y programas que conduzcan a resultados deseables”.
Este índice EPI está diseñado para calificar y monitorear la calidad del agua en todo el mundo. Los expertos asignan a cada país una puntuación de calidad del agua basada en el número de años de vida (ajustados) perdidos por cada 100.000 personas (tasa AVAD) debido a la exposición al agua potable insalubre. Este número en sí se basa en el estudio Global Burden of Disease del Instituto para las métricas y evaluaciones en Salud (IHME).
María Molinos, investigadora asociada del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, de las universidades Católica y de Concepción, comenta que este índice no necesariamente mide la seguridad del agua potable, sino que mide el número de personas o muertes asociadas a beber agua en los distintos países. “En muchos países las personas no siempre toman agua potable. En nuestro caso particular en Chile, todavía hay un porcentaje de la población que no dispone de este recurso”, agrega.
El índice EPI pondera distintos parámetros ambientales en una escala de 1 a 100, siendo este último el nivel de mayor seguridad que brinda beber agua en ciertos países. Los 24 países con la calificación más baja están todos en África, mientras que el vigésimo quinto es Haití. Níger tiene la calificación más baja de todas, con una puntuación de solo 1,7. Pocas medidas de higiene del agua, además de las intensas sequías, ejercen una presión adicional sobre la infraestructura subdesarrollada del país.
Haití, por su parte, se ha enfrentado a nuevos obstáculos para mejorar el suministro local de agua desde el devastador terremoto de 2010, que a su vez provocó un brote de cólera que afectó a 820.000 personas. El terremoto de 2021 fue un golpe cruel para el progreso realizado. Perpetue Vendredi, directora de operaciones de programas de Save the Children en Haití afirmó en dicho momento que “las enfermedades infecciosas prosperan cuando el agua limpia es escasa. Ya nos enfrentamos a una pandemia de Covid-19. No podemos agregar brotes de enfermedades transmitidas por el agua a eso”.
Por otro lado, los países que tienen un mayor índice EPI, y por tanto son más seguras para el consumo, están principalmente en Europa y Norteamérica. De hecho, 34 de las primeras 35 naciones con el recurso hídrico más seguro están en el viejo continente. De allí destacan con puntaje máximo en el índice EPI (100) Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia, Grecia, Austria, entre otros. El índice, además, cataloga a cada país cuando su agua es “segura” o “no segura” para beber.
¿Qué tan peligroso es beber el agua de la llave en Chile?
De acuerdo al informe, Chile tiene un índice de EPI de 66,8. Se encuentra en el lugar 32 de las naciones con agua más seguras, y además es el único país de Sudamérica catalogada como “segura para beber”. Esto, según explican los expertos se debe a una suma de factores que contemplan la calidad del agua y el nivel de acceso que existe en el país para este vital recurso.
Independientemente de la fuente de agua, ya sea desde planta desalinizadora, agua superficial o de napa subterránea, todas deben cumplir la normativa de agua potable. Eso sí, Molinos reconoce que “no hay una definición mundial de agua potable, sino que cada país establece la cantidad de contaminantes máximos permitidos para que se considera potable”.
En Chile, la calidad de agua está regulada por la Norma 409 (NCh409) que regula la calidad de agua en base a sus componentes. Alejandro Briso, magíster en Química y PhD(c) en ciencias de la ingeniería reconoce que “los límites de esta normativas son muy buenos, en comparación a las de los países vecinos, donde suelen ser más laxas. Por otro lado, la distribución y los servicios de agua son bastante buenas en nuestro país”.
Molinos detalla, además, que los países africanos tienen un menor valor porque gran parte de la población no tiene acceso a agua potable. “En cambio en nuestro país el índice está asociado a las personas que no tienen fuentes cercanas de agua potable para beber. Y además en la ruralidad la calidad del agua que se bebe no siempre tiene los estándares que hay en zonas urbanas”, añade.
El agua potable que llega a las casas debe cumplir todos los requisitos que están en la Normativa de Agua potable (NCh409). Aunque todos cumplan la norma de agua potable, puede parecer que algunas aguas tengan distinto sabor y parece que sean distintas y se sientan algunas como más “inseguras” que otras. Pero en realidad, según explica Molinos, el sabor no significa que sean menos potables, sin perjuicio de que puede haber momentos puntuales donde no se cumplan algunos parámetros.
Por cómo está hecho este índice, Molinos reconoce que el agua de Chile está catalogada como “segura” debido a la cobertura. Cerca de un 99% de la gente en zonas urbanas tiene acceso al agua potable en Chile. ¿Qué pasa en el mundo rural? “Es donde están las grandes brechas, donde es un porcentaje muy menor: un 47,2% de la población rural del Chile no tendría abastecimiento formal de agua potable”, complementa Briso.
Si bien la norma chilena que regula los componentes del agua potable es más estricta que sus pares de América del Sur, todavía existen parámetros para mejorar la calidad del recurso hídrico chileno. “Si comparamos la Norma Chilena con las recomendaciones que tiene la OMS, todavía estamos al debe en algunos parámetros que no están normados, como por ejemplo el boro, y tenemos muchas fuentes de agua que tienen altas concentraciones de este químico”, apunta Briso. La última modificación que se hizo a la normativa se incorporó al arsénico para regular su concentración en el agua.
Eso, concluye el investigador, debe extrapolarse a otros contaminantes que pueden haber en el agua, como metales pesados o contaminantes orgánicos, “y avanzar cada vez más a los contaminantes emergentes que son también un problema ambiental y de salud pública, y que tanto en Chile como en el mundo deberíamos avanzar”.