Esta semana, en el diván del líder, nos acompaña Maye Musk, modelo canadiense- sudafricana con más de cinco décadas de pasarelas en el cuerpo. Nutricionista, empresaria, influencer con más de un millón y medio de seguidores en Instagram (#ItsGreatToBe76), madre de tres hijos, abuela de 14 nietos, oradora internacional y autora de Una mujer un plan, éxito de ventas traducido a más de 30 idiomas.

Precisamente en este libro, este rostro de importantes marcas que valoran su belleza y sus canas, da cuenta de su complejo camino al éxito. Y es que Maye no siempre fue una supermodelo, sino una incansable trabajadora que aceptó aparecer en catálogos y desfilar para pequeñas tiendas de amigos, con tal de poder llegar a fin de mes.

En su luna de miel ya estaba arrepentida: ¿Quién es Maye, la madre de Elon Musk?

Sí, Maye ha sido una mujer práctica y su camino a la fama no ha sido fácil. Para llegar a ser portada de revistas de moda importantes tuvo que esperar tener casi 60 años, atravesar tres continentes, dos tórridos matrimonios, soportar el maltrato de distintas agencias por su edad, un complejo divorcio y la crianza solitaria de tres hijos que comparten su espíritu aventurero.

Sí, Maye Musk es la madre de la cineasta Tosca, del chef Kimbal y del incombustible Elon, retoños que actualmente viven varios de los lemas que esta dietista de siete décadas comparte en su libro. Y es que esta mujer, hija de un matrimonio de aventureros canadienses, repite en distintos medios y plataformas el lema vive al límite, pero con sensatez, mantra que tal vez sea un potente mensaje para sus hijos, a quienes indirectamente invita -a través de sus célebres frases-, a tener un plan y correr peligros y a luchar y sobrevivir… de ser necesario.

¿Suena exagerado?

Walter Isaacson, en la biografía del más célebre de sus hijos, nos anticipa, nada más empezar, que el espíritu aventurero del fundador de SpaceX no solo viene de la rama Musk, sino también de la línea materna. Winnifred Fletcher (1914-2012), madre de Maye, era una mujer que, a principios del siglo pasado, rompió todos los esquemas. Con apenas 16 años “consiguió un empleo en el Times Herald de Moose Jaw, pero ella soñaba con ser bailarina y actriz. Así pues, se largó en tren a Chicago y después a Nueva York”.

Y esta intrépida mujer se casó con un alumno de su academia de baile, “Joshua Haldeman, un temerario aventurero de opiniones firmes, que se había criado en una granja en las áridas llanuras del centro de Canadá”, un hombre que le compró un avión mono motor a un granjero, sin saber volar ni tener plata. Lo convenció de quedarse con su auto.

Ahí nace una verdadera pasión, pasión que llevará a este futuro matrimonio de quiroprácticos a forzar los límites de lo posible. Padres de cinco hijos, el matrimonio Haldeman Fletcher se las ingenió para equilibrar sus prácticas profesionales, con la crianza y las aventuras, por lo que Maye y su hermana Kaye fueron conocidas como “las gemelas voladoras”.

Y es precisamente sobre una avioneta que Joshua, un hombre de “ideas populistas y conservadoras”, decide irse de Canadá para vivir en Sudáfrica, país que lo cautivó no solo por sus paisajes, colores y vegetación, sino por el espíritu rudo de sus habitantes. Eran los años cincuenta y a esa altura el pueblo canadiense había decepcionado a este hombre curtido en las vastas llanuras de Regina. Para Joshua Canadá era un país de blanditos.

Así, como si no hubiera un océano de por medio, este matrimonio con sus cinco hijos se instaló en Sudáfrica, y en este nuevo continente lograron -en 1952- volar 35 000 kilómetros alrededor del mundo, realizando el primer vuelo en un avión privado desde Sudáfrica a Australia sin instrumentación electrónica.

¿Vacaciones? Nada de playas o lagos, sino vagar por semanas por el desierto Kalahari en busca de una legendaria ciudad perdida. No había tiempo que perder y la joven Maye, de apenas 15 años, descubre que puede modelar los fines de semana o aparecer en catálogos para ganar ingresos extra, pues hasta entonces no era consciente de que la belleza era un atributo rentable.

Aun así, su meta no eran las pasarelas. La joven Maye veía el modelaje como un hobbie, pues ir a la universidad era su verdadero objetivo. Pese a lo anterior, en 1969 se presentó al concurso de belleza Miss Sudáfrica y con tan sólo veinte años quedó finalista. El futuro parecía prometedor, pero su belleza le jugó una mala pasada tras otra, dando tumbos en sus relaciones

En la biografía del fundador de Neuralink, Walter Isaacson cuenta que “Errol Musk y Maye Haldeman empezaron a salir cuando eran unos adolescentes. Desde el comienzo, su relación estuvo marcada por el drama”, estilo relacional que el primogénito de ambos ha repetido en todas sus relaciones. Sí… no es de extrañar que el primer hijo de esta pareja sea, como dicen sus más cercanos, un adicto al drama.

Y es que Errol Musk, “le proponía matrimonio mientras la engañaba”. Terminaron varias veces, Maye incluso estuvo a punto de casarse con otro hombre, del que se separó debido a su infidelidad. Devastada y con varios kilos extra, Maye pensó que era el fin de su carrera como modelo y de su vida en pareja y en este contexto volvió a aparecer Errol Musk, quien “le prometió que cambiaría sus modos y sería fiel una vez que estuvieran casados (…) de modo que aceptó”.

Ya en la luna de miel Maye estaba arrepentida, pues su flamante esposo la llevó a un hotel donde se pasaba el día en cama hojeando revistas playboy. Maye estaba decidida; llegando a casa se divorciaba, pero en el avión se dio cuenta que tenía nauseas. Estaba embarazada.

Sí, esa es la génesis de uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. De esa relación tóxica nació Elon Musk, niño que ya a los tres años sorprendía a su madre. ¡Es un genio! ¿Lo era? En ese entonces las parvularias se reían de esta joven madre, pues tal como señalaba Sigmund Freud, ese “conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza”.

Ahora, pese a la supuesta genialidad del futuro dueño de Twitter, éste creció con dos padres que, según Isaacson, “se sentían atraídos por la intensidad dramática más que por la felicidad doméstica”. Después llegarían Kimbal y Tosca a acompañar al pequeño Elon, niño que tenía una joven madre que “les permitía campar a sus anchas”. No habían cuidadoras para los niños -mientras ambos padres trabajaban-, sino “una criada que apenas prestaba atención cuando Elon empezó a experimentar con cohetes y explosivos. Él confiesa estar sorprendido de haber atravesado su infancia con todos los dedos intactos”.

Sí, la madre de los tres pequeños Musk no es descrita en la biografía como una madre cariñosa y atenta, sino como una mujer muy ocupada en los estudios, en el trabajo o en la pasarela. Ocupaciones que, a sus hijos, les daba una vasta libertad para explorar el mundo. Ahora cabe preguntarse: ¿Era buena o era mala esta forma de criarlos? ¿Qué efectos tuvo en el futuro liderazgo de Elon Musk?

El coach y psicoanalista Manfred F.R. Kets de Vries, en su clásico artículo Los líderes en el diván (2004) nos da algunas pistas:

“Hay indicios de que muchos líderes exitosos masculinos tuvieron una madre fuerte que los apoyaba y un padre más bien distante o ausente. Un bello ejemplo de esto lo entrega Jack Welch en su autobiografía, en la que habla de su apego a una madre colosal, y se refiere a su padre, maquinista, como alguien bastante agradable, pero no muy presente. Lo mismo le ocurrió a un líder muy diferente: Richard Branson, de Virgin, cuya madre le decía a todo el mundo que estaba segura de que su hijo llegaría a ser primer ministro. Fue ella quien lo convenció de que era capaz de hacer todo lo que se propusiera; su padre jugó un rol mucho menor en su vida. El ex presidente Bill Clinton es también producto de una madre que lo adoraba y de un padre ausente (que murió antes de su nacimiento). De hecho, me parece que hay mucho de verdad en la famosa afirmación de Freud de que nada conduce más al éxito que ser el hijo predilecto de tu madre”.

Maye Musk, en un evento el pasado 17 de octubre. Foto: Reuters

En pasadas columnas vimos la importancia que tuvo la figura materna en la carrera de Jeff Bezos y Richard Branson, madres imponentes que responden a los mandamientos freudianos que describe Manfred Kets de Vries. Y aunque Bill Gates tuvo una tensa relación con su madre en su infancia -pues ésta luchaba contra su tendencia al aislamiento y la soledad- Mary Maxwerll Gates (1929-1994) fue clave en el éxito de su hijo y, cuando esta murió Bill escribió lo siguiente:

“Cuando era niño, era feliz pasando todo mi tiempo leyendo. Mi madre siempre me empujó a hacer más y estoy contento de que lo haya hecho. No importaba lo que estuviéramos haciendo o dónde estuviera en mi carrera, ella siempre me alentó a pensar en los demás y ser recíproco. Fue una de las personas más generosas que he conocido y una gran inspiración para mi filantropía”

Ya de vuelta con Elon Musk, vemos que su madre, tras divorciarse cuando éste no tenía ni diez años, se las arregló para reemprender su vida con tres hijos pequeños. No fue madre a tiempo completo ni devota del hogar, pero fue una madre querida, admirada y respetada.

Elon, ya en su adolescencia, se fue a vivir con su padre y, como vimos en la pasada columna, esto fue un error tan grande que el fundador de Tesla dejó de ver a Errol Musk por décadas. Y Maye, sabiendo de antemano que su primogénito se dirigía al lugar equivocado, igual accedió, pues, siguiendo al psicoanalista Luciano Lutereau, una madre es un “lugar al que volver” y una buena madre “es la que deja ir”.

Desde esta perspectiva, pese a que en la biografía de Elon Musk su madre figura mucho menos que su padre, Maye ha marcado y acompañado toda su carrera. Y aunque la sombra del padre es grande, en el texto de Isaacson abundan las fotografías de ella y de ellos juntos, ya sea en familia, en el trabajo de ambos y en todo tipo de eventos y alfombras rojas.

Maye, hasta la fecha, ha sido una incondicional de Elon y ha cumplido el mandato de Sigmund Freud de que “el niño debe tener mejor suerte que sus padres (…). His Majesty the Baby, como una vez nos creímos. Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de los padres; el varón será un gran hombre y un héroe en lugar del padre”.

Continuará…

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