El Covid-19 en Chile se superpone al convulso escenario tras el estallido social, lo cual a su vez es simultáneo a una de las mayores sequías de las que se tenga registro. Desde octubre, los chilenos han lidiado con retos relativos a cómo “moverse” en sus sistemas alimentarios locales; enfrentando interrupciones en el transporte público o supermercados inutilizados.
Nuestro país, tiene una producción agrícola dual. Más del 90% son pequeñas y micro unidades enfocadas al mercado interno; mientras que las medianas y grandes empresas se vuelcan a la exportación. Incluso antes de cualquier crisis, la pequeña agricultura ya era muy vulnerable, con una edad promedio de 55 años. Por otro lado, los consumidores chilenos han virado a los supermercados, los cuales aumentaron a inicios de la pasada década en un 75% su cuota de mercado. Hoy en día hay comunas donde los supermercados no funcionan a pleno rendimiento.
Adicionalmente, Chile presenta la prevalencia más alta de sobrepeso y obesidad en adultos de los países OCDE (más del 60%); especialmente en los grupos de población más vulnerables. El estrés emocional puede llevar a empeorar los hábitos, haciéndole frente, por ejemplo, consumiendo alimentos ultra procesados, como snacks con sellos “alto en”, entre comidas. En contraste, el mayor tiempo disponible en el hogar, facilita el regreso a la cocina y a las preparaciones más caseras.
Conjuntamente, es previsible que el estado de catástrofe tenga consecuencias persistentes en el acceso a alimentos de millones de hogares que pueden caer en alta vulnerabilidad por el fuerte golpe a una economía que ya estaba debilitada.
Construir resiliencia humana es clave para mitigar el estrés emocional y a nivel sistémico preparar para esta y otras situaciones extremas. Una manera de hacerlo es a través del contacto humano, incluso de formas virtuales. Por ejemplo, siguiendo el modelo de “Cabildo” pero por vías remotas. También, hay iniciativas actualmente en marcha en el país que facilitan la alimentación asegurando la distancia social. Tenemos los pedidos por aplicaciones móviles, incluso para productos agrícolas, por PYMES como Santiago Natural Food.
Además, proponemos revisar de cerca iniciativas mundiales que han surgido frente a la pandemia, como las cocinas comunitarias en restaurantes cerrados, ejemplo impulsado por el famoso chef José Andrés en Estados Unidos o los horarios reservados para adultos mayores en los supermercados.
En esto último, más allá de la imprescindible conciencia individual de no acaparar, en Chile es necesario que los supermercados entiendan el rol social que ahora están llamados a cumplir. Por otro lado, se deben dar alternativas a los pequeños agricultores para que puedan, sin exponerse, hacer llegar los productos de la actual cosecha a los consumidores.
Acceder en forma digna y estable a una alimentación nutritiva, saludable y sostenible es fundamental para ayudarnos a enfrentar esta pandemia.