Las videollamadas han dominado la vida en pandemia. Desde las reuniones laborales a encuentros sociales, todo por más de un año se ha tenido que adaptar obligatoriamente a una modalidad tecnológica que ha hecho el aislamiento un poco más tolerable.
No podemos estar en contacto físicamente. No es posible visitarse o hacer celebraciones, pero con Skype, WhatsApp, Zoom y cualquier otra de esas aplicaciones, podemos estar literalmente en la casa de otros.
Una forma nueva de vincularnos, con reglas diferentes a simplemente verse con un amigo en un café o ir a un cumpleaños familiar. Ahora con pantallas hay que estar atentos a la iluminación de dónde estemos. Silenciar el audio a ratos. Saber ubicar la cámara para evitar las dobles o triples barbillas hasta una nariz ensanchada. Y también debemos verificar lo que hay detrás de nosotros, porque eso es lo que verá el espectador y puede ser motivo de algún que otro chascarro.
Es la comunicación virtual, esa que se veía como normal en dibujos animados como los Supersónicos, que usaban para hablaban con amigos y familiares una pantalla. La serie animada estrenada en 1962 mostraba un futuro ambientado en 100 más, en el año 2062. Pero fue mucho antes, el 2020, cuando fue una realidad que desde lo más cotidiano pasara a través de plataformas como Zoom, Whatsapp, Google Meet, entre otras.
¿Cómo se usa en Chile? Las videollamadas son utilizadas principalmente para encuentros familiares (73%), luego vienen los seminarios y charlas (59%), para clases (58%), fiestas de cumpleaños (41%), pruebas y exámenes (40%), carrete de amigos/as (30%), consultas médicas (26%), obras de teatro o conciertos de música (23%), práctica de deporte (18%), citas románticas (14%) e incluso encuentros sexuales (6%).
Así se desprende de un estudio realizado por Criteria, empresa que estudió esa realidad a través de una encuesta online en mujeres y hombres de 18 o más años, de los niveles socioeconómicos ABCD, residentes de todo el país entre el 26 y el 30 de marzo de 2021.
Los resultados indican que en cuanto al nivel de conocimiento WhatsApp es la plataforma más reconocida por la población (97%), luego vienen Zoom (87%), Skype (74%), Google Meet (56%) y Microsoft Team (31%). En las más usadas nuevamente WhatsApp es la que lidera un 88% de las menciones, le siguen Zoom (57%), Google Meet (31%), Microsoft Team (17%) y Skype (9%).
El manejo de cada una de esas aplicaciones muestra diferencias por edad. Ante la pregunta ¿cuál es la que más te gusta? WhatsApp es la preferida para el grupo de 60 y más años (82%), le sigue el grupo entre 45 y 59 años (71%), después viene el de 25 a 44 años (58%), y los de 18 a 24 años (40%). Zoom es la que más le gusta al grupo entre 18 y 24 años (31%).
Marco Silva, socio de Criteria y director del área de Mercados y Consumidores, destaca que sean los encuentros familiares los más comunes “porque se trata de los lazos de los que no se pueden prescindir”. Pero también resalta cómo este tipo de comunicación deja en evidencia que los que realmente pudieron mantenerla son las personas de mayor poder adquisitivo, clases medias alta y alta que admiten una mayor declaración de uso, mientras que los grupos medios y bajos quedan más relegados.
Por ejemplo, en el caso de Zoom el estudio señala que solo un 5% del grupo ABC1 dice no conocerla, cifra que se eleva a 17% en el caso del grupo D. A la hora de preguntar por su uso, en el ABC1 llega al 72%, y en el grupo D, al 50%. En el caso de Google Meet, los que dicen usarla llegan al 45% en el grupo ABC1, y al 26% en el D. Y en Microsoft Teams, quienes la usan llega a 29% y 11% respectivamente, en ambos grupos.
“Todos declaran usarlas y conocerlas, pero los grupos medios y altos conocen mucho más las distintas plataformas”, dice Silva.
Citas románticas y sexo
A nivel general el estudio indica que los encuentros sexuales se nombran en último lugar a la hora de señalar las actividades más frecuentes realizadas esas plataformas. Un porcentaje que se eleva a 16% en el caso del grupo de entre 18 a 24 años. Para quienes tienen entre 25 y 59 años, la cifra llega al 5%, y para los de 60 o más es de 1%.
En las citas románticas por videollamadas hay porcentajes similares de 16% entre los 18 y 44 años, de 14% entre quienes tienen entre 45 y 59 años, y de 9% en el grupo de 60 años y más.
“Son los más jóvenes entre 18 y 24 para quienes los que les fue más fácil el uso de estas plataformas, usarlas fue cómo una réplica de sus vidas por el tema de los estudios, a lo que suman la práctica deportiva, los carretes hasta encuentros sexuales”, indica Silva.
El uso de herramientas de videoconferencia hay ayudado enormemente a mantener la continuidad de tareas productivas, educacionales y de contacto social de diverso orden, aclara el presidente de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis ICHPA, Lucio Gutiérrez.
El avance en términos de amigabilidad, transparencia, robustez y prestaciones de las mismas, en comparación a años previos, ha sido notorio, añade Gutiérrez: “Eso ha permitido que la adopción de estas tecnologías, en este momento, haya sido generalizado. Ha habido un punto de equilibrio entre el avance tecnológico actual y el abrupto aumento de demanda de las mismas, a propósito de las condiciones de aislamiento social y la exigencia de la sociedad a seguir produciendo”.
¿Reemplazan el contacto cara a cara?
En otro estudio realizado en jóvenes por Criteria sobre el uso después de la pandemia de estas plataformas, el 50% admitió que le gustaría una modalidad híbrida en el colegio, “un fenómeno que nuevamente se repite en quienes tienen las facilidades para usarla, ahí lamentablemente se da una diferencia relevante por el poder adquisitivo, pero sí hay interés por tener esa modalidad a futuro”, dice Silva.
Y en adultos en el ámbito de las relaciones laborales ocurre lo mismo. Eso es difícil que vuelva atrás completamente, señala Silva, “hay muchas empresas, por ejemplo, que han cortado sus arriendo para privilegiar la modalidad a distancia, es un cambio importante y mucho más rápido en el ámbito laboral”.
Respecto a las relaciones personales, se espera con ansias volver a la modalidad pre pandemia, indica Silva, “lo que se quiere es volver a ver a la familia y amigos, es algo muy propio de Latinoamérica, de privilegiar el contacto físico, más allá de quienes viven lejos o fuera del país la sigan usando”.
Han sido efectivas estas tecnologías en pandemia. Pero, ¿Son un equivalente comunicacional a la presencia física tangible? Esa, es, dice Gutiérrez, “una discusión en curso”.
Desde el punto de vista de la evidencia disponible, dice Gutiérrez, todo el ámbito de las coordinaciones macro, “el desarrollo de tareas focalizadas y cuestiones centradas en la transmisión de información ‘dura’, entendiendo por ella la entrega de datos, cifras, contenidos explícitos, etc., no se ven mayormente interferidas”.
En el dominio de las coordinaciones sutiles, añadé Gutiérrez, como la transmisión de información social, las tareas inespecíficas, los grupos de discusión o creatividad, “y en general lo que refiere a la dimensión vincular, conjunta, y sensible de la experiencia humana, sí se ve afectada e interferida de diversos modos”.
En su investigación doctoral al respecto Gutiérrez pudo constatar que hay diferencias en los patrones de conversación de personas cara a cara versus las conversaciones digitales. Estas últimas tienden a la objetividad y focalizarse en temas. Las conversaciones cara a cara, en cambio, son más intespecíficas, dispersas y libres. “Pero es un efecto que sólo se hace claramente tangible a lo largo de largas series de conversaciones, a lo largo de muchos encuentros o en relaciones largas”, aclara.
“En un estudio que realicé en el plano de la teleterapia, por ejemplo, los terapeutas reportaban mayor cansancio, interferencias en terminos de captar las sutilezas de la comunicación, el manejo de las situaciones de tensión o malestar, entre otras”, explica Gutiérrez.
Aspectos similares aparecen en las descripciones de profesores online, o en los grupos de trabajo en el campo de las organizaciones, donde las comunicaciones tienden a refugiarse más en los “datos duros”, dice Gutiérrez y se pierden aspectos importantes del devenir espontáneo. “Algunos de ellos pueden recuperarse, parcialmente, mediante estrategias o trabajo adicional. Otros van a pérdida irremediablemente”.