Es bien sabido que los medios de comunicación son un referente legitimado para informar a la sociedad sobre los aspectos más importantes que suceden a nivel nacional e internacional. Uno de los fenómenos que experimentan numerosos países del mundo es el acelerado proceso de envejecimiento de la población debido, entre otros, al aumento de la esperanza de vida, que se traduce en un crecimiento en el número de personas mayores de 65 años.
Este logro de prolongar más años a la vida debiese ser para todas las sociedades un motivo de celebración. Y es el objetivo de diversas políticas internacionales fomentar una visión positiva del envejecimiento.
Sin embargo, informaciones como "Se nos viene el tsunami de las canas. Chile tiene expectativas de vida de un país desarrollado sin serlo. No estamos realmente preparados", o "Nos vamos a llenar de personas que no trabajan y que van a estar enfermas", publicado por Las Últimas Noticias el día 14 de abril a propósito de una entrevista realizada al doctor en Ciencias Biomédicas, Claudio Hertz, no solo equiparan la vejez con sinónimo de enfermedad e improductividad sino que, además, este tipo de publicaciones genera preocupación y alarmismo al presentar el envejecimiento y aumento de personas mayores como una amenaza destructora del orden social, económico y estamental.
El término "tsunami de las canas", utilizado por el científico, supone una visión metafórica de una gigantesca ola de personas mayores que se avecina en el horizonte, la cual drenará y succionará las riquezas públicas, repercutirá drásticamente los sistemas de salud y devastará completamente a la sociedad. La imagen mental de caos y desastre que activa en la mente de los lectores actúa como recurso persuasivo que añade un carácter alarmista al significado global del texto, constituyendo actitudes, expectativas y futuros cursos de acción edadistas sobre la sociedad al asociar a las personas mayores como una gran fuerza amenazadora que deja en riesgo al país.
Este lenguaje edadista consterna a la población y deja fuera a todas las narrativas alternativas y heterogéneas que buscan dar un giro al enfoque negativista y dramático con que se presenta este cambio demográfico. El imaginario que genera la difusión de estos contenidos enciende un conflicto intergeneracional que termina favoreciendo la consolidación de los estigmas en contra de los mayores y legitimando su discriminación.
Según el Código de Ética Periodística de Chile, el primer deber de los periodistas es no dar cabida a discriminaciones que lleven a la ofensa o menoscabo de alguna persona o que atente contra la veracidad de las circunstancias. No obstante, permitir la publicación de informaciones como la anteriormente mencionada no solo conllevan a una estigmatización del envejecimiento y personas mayores, con el respectivo temor a envejecer (gerontofobia), sino que contribuye a crear y reforzar ideas edadistas, es decir, creencias que discriminan a las personas en función de la edad.
Sabemos que el envejecimiento demográfico supone numerosos cambios y desafíos, pero ¿es acaso el aumento de la población adulta mayor el equivalente a una devastación?
Por este motivo, sugerimos a los medios de comunicación hacer un correcto tratamiento informativo, evitando el uso de terminología y expresiones con carga negativa y despectiva y, sobre todo, evitando la difusión de informaciones marcadas por el lenguaje dramático y alarmista que promueven el edadismo y el temor a envejecer.
Stephany Bravo-Segal, Periodista y PhD© Psicología de la Comunicación y Cambio, Universidad de Barcelona. Colaboradora GeroActivismo
Agnieszka Bozanic L. Psicogerontóloga y PhD© Medicina e Investigación Traslacional, Universidad de Barcelona. Fundadora GeroActivismo