La salud psíquica de los deportistas amateur es un tema del que se habla poco y se suele asumir que, mientras entrenen y compitan, está todo bien. Por esta razón hemos abordado -en el diván del runner- los distintos niveles de la salud -física, social, psicológica y espiritual- a través de las historias de Jaime -cliente que a sus cuarenta y tantos colapsa cuando una lesión a la cadera le impide seguir corriendo- y de Javiera, triatleta con quien hemos ido viendo los efectos del embarazo y de la crianza en una mujer deportista.
Vamos con ella:
La semana pasada me fui agotada de la sesión. No sé, es difícil esto de pensar y hablar tanto. Esa misma tarde, saliendo de acá, le pedí a Ignacio si se podía quedar con los niños para correr sola. Aceptó, troté sus noventa minutos a buen ritmo, pero no fue suficiente para calmarme, así que terminé saliendo en la noche con Jaime y otros amigos del equipo de running.
(silencio)
“Esa tarde supo, de boca de su exseñora, que tenía pareja y que se la quería presentar a los niños”
A diferencia de otras veces, no todo era alegría, pues Jaime estaba en shock. Esa tarde supo, de boca de su exseñora, que ella tenía una pareja y que se la quería presentar a los niños. Jaime estaba pálido y se tomó dos pisco sour al hilo nada más contarnos y después nos preguntaba si lo acompañábamos con una piscola. Terminó tomando solo y como se le soltó la lengua, vi lo que no había visto.
¿Qué viste?
A un viejo que estaba sufriendo porque su exmujer ya no era su mujer. ¿Me cachai? Ya no era solo la mamá de sus hijos, sino que era la mujer de otro hombre. Básicamente Jaime estaba dolido porque años después de gorrearla, su ex señora empezó a tener una vida independiente de él…
¿Y qué te pasó con esta información?
Uffff…. Me pasaron miles de cosas. Al principio me dio rabia que Jaime viera a su exseñora como a un trofeo y me pregunté si Ignacio me vería así. Pero después me dio pánico imaginarme en su situación. ¿Qué haría yo si Ignacio apareciera con otra? ¿Cómo reaccionaría Ignacio si me voy con otro? También me desilusionó Jaime. Y me dio pena. Pero al final, como siempre, risas, pues se dio cuenta que estaba dando jugo y empezó a reírse de sí mismo.
Javiera exhala y sonríe amargamente mirando hacia abajo…
¿Qué estás recordando?
Cuando Ignacio entró al triatlón la que corría con colores propios era yo. Él se sumó a mi club, pero no era de la selección y si no hubiese sido porque mi papá es una leyenda y mi hermano un buena onda, Ignacio habría tardado mucho más en ser parte de este mundo… Y me acordé de algo que me molestaba mucho.
¿Qué cosa?
Mientras pololeábamos Ignacio se entusiasmaba tanto con todo esto, que hablaba de “nuestros viajes”, “nuestras carreras”, “nuestro proyecto”… Yo solo le ponía caras raras, pero para mis adentros lo encontraba terriblemente barsa. Quería organizar mis viajes y compromisos, pero ahí se dio cuenta que la estaba cagando.
¿De qué se dio cuenta?
Cachó que se estaba metiendo en el terreno de mi papá y ahí echó pie atrás. Es más, ahora que lo pienso, ahí la cortó con su tontera del “nosotros” y se puso a entrenar firme… (silencio). Esto te diría marcó una nueva etapa en la relación.
¿Qué cambió?
Mira, para alguien que está más cerca de los 30 que de los 20, era bastante admirable lo que Ignacio estaba haciendo… pero no te voy a mentir... para mí no era la gran cosa y él quería mayor reconocimiento. Quería que lo encontrara lo máximo, que aplaudiera lo aperrado que era y que le hiciera fiestas por cosas que a mi nunca me celebraron. Ignacio quería que le pusiera estrellitas, cuando a mí de niña, por mucha más, me hacían sentir que simplemente cumplía con mi deber. Mi papá, que cachó la tensión que esto nos estaba generando como pareja, lo empezó a meter más en el club, le empezó a dar más responsabilidades e incluso empezaron a ver algunos negocios juntos, cosa para lo que Ignacio era mejor que mi papá. Y ahí empezó a brillar y se terminó por ganar a mi familia, pues nosotros nunca fuimos buenos para estas cosas. Somos buenos trabajadores sí, pero cero pasta de emprendedores. Nacho lo tiene en las venas y se ganó el respeto de todos, menos de mí, pues estas cosas no me mueven la aguja y confiaba que siendo papás… lo iba a volver a admirar…
¿Y qué pasó?
Como te conté la semana pasada… ¿o la antepasada? cuando me embaracé de León entramos a una tercera etapa. Es cierto, Ignacio perdió protagonismo en la casa, pero empezó a ganarlo en el triatlón y con mi papá. Y en vez de hacerlo piola, como que me sacaba pica. ¡Y yo soy picota! Al principio me dolía y entendía que parte de estar embarazada era renunciar a algunas cosas, pero nunca me imaginé que este idiota aprovechara este tema para trabajar sus inseguridades. A eso súmale los viajes por carreras, con amigos y por pega… y un segundo embarazo que me obligó a parar de lleno... (silencio). Fue un período muy oscuro en nuestra relación y claramente no es lo que una sueña cuando se embaraza …
¿Y qué soñabas?
Ya no lo sé o no lo recuerdo, pero lo que tengo claro es que nunca quise que Ignacio fuera triatleta ni que se metiera con mi papá a hacer negocios. Y tampoco quise ver que hizo todo esto para agarrar un rol protagónico, ni asumir que esta situación la estaba fomentando yo por mi incapacidad de poner límites, pues cuando eres deportista y tu papá es tan importante en tu carrera, pierdes mucha autonomía. Y ahora que lo miro con perspectiva, Ignacio me acomodaba, pues en vez de oponerse a mi papá o de pararle el carro o ponerse celoso, lo idolatraba. Y si a esto le sumas que le tengo pánico a estar sola y a que no se conversar sin pelear con Ignacio…
¿Qué me quieres decir?
Que estoy cagada, que no sé que hacer con toda esta información. Básicamente pasé de ser hija de mi papá a ser la señora de Ignacio y de ahí a ser la mamá de mis hijos. Y todo esto se me olvidaba en el agua, lo masticaba pedaleando y lo resolvía corriendo. Es tanta la adrenalina, es tanta la emoción, que se te olvidan los problemas y es como que hicieras borrón y cuenta nueva en cada carrera. Y así sostienes todo esto, hasta que te embarazas y no te queda otra que pensar, mirar y recordar… (silencio). Amo a mi papá, pero nunca le pude parar bien los carros y yo creo que con las mejores y peores intenciones integró a Ignacio para seguir teniéndome cerca, para seguir controlando mi carrera. Y aunque a ratos lo odio, también me da pena Ignacio, pues aceptó este juego, se metió a fondo y no debe haber entendido nada.
¿Qué no entendió?
Que más que seguir en lo mismo, más que seguir en el mundo de mi papá, yo necesitaba algo distinto, a alguien como Jaime, alguien capaz de sacarme de ahí y de hacerme ver que el mundo es más grande. Y si no fuera porque está peor que yo, me iría con él, pero me aterra el solo pensarlo, pensar en los niños, pues ahora siento que no solo perdería a Ignacio, sino a mis papás, el triatlón... Ya todo está mezclado, enredado… Me siento atrapada en mi propia tela de araña…
Gracias a Javiera vemos que la incapacidad de poner límites, tarde o temprano, tensiona la salud mental de una deportista. Mientras era soltera, no ponerle límites a su carrera deportiva, a su papá y a su trabajo no traía mayores consecuencias, pero con una relación de pareja y con la maternidad esto se hizo insostenible para su aparato mental. Lejos de las pistas y de la adrenalina de la competencia, Javiera toma conciencia que nunca ha estado verdaderamente sola y que salió de la casa de sus papás, para estar con Ignacio y finalmente quedarse con sus hijos… mientras su marido entrenaba. Claramente no le gusta lo que ve y la próxima semana veremos los efectos de esta tensión en su salud espiritual.