La pandemia por coronavirus 2019 (Covid-19) fue declarada el 11 de marzo por la Organización Mundial de la Salud. Posteriormente el mundo viviría tiempos sin precedentes. Fue necesario trabajar duro para manejar las emociones. Se pasó desde la incertidumbre, la ansiedad por el encierro, hasta por el pánico de un contagio, por nombrar algunos estados.
Para miles también fue el año en que enfrentaron a la muerte de seres queridos por el virus o tuvieron que vivir una enfermedad que dejó consencuencias en su salud.
En Chile los meses de verano y la posibilidad de tener más libertades en un contexto de continuo cuidado, abrían una ventana a cierto relajo y descanso emocional. Sin embargo, el anuncio de alza en los casos y más restricciones no pasaron desapercibidos si de emociones se trata.
Es lo que comprobó la última encuesta ¿Cómo Te Sientes?, realizada por AppWorki, que, en contexto de fin de año, ad-portas de las celebraciones, y con el regreso de las cuarentenas, determinó que los trabajadores de la Región Metropolitana se sienten decepcionados, impotentes, ansiosos y estresados.
“Hemos estado midiendo las emociones de los trabajadores durante todo el año y observamos que los resultados de la última semana pueden explicarse en gran medida por el efecto psicológico de la vuelta a las cuarentenas justo en estas fechas, en que había mayores expectativas de haber superado el brote, para disfrutar del verano, y las fiestas de Navidad y Año Nuevo”, señala Carolina Guzmán, psicóloga y directora ejecutiva de AppWorki.
En esta última consulta, realizada a 1.250 usuarios, entre el 7 al 14 de diciembre, predominaron en un 100% respuestas con emociones negativas: Decepcionado (27%), impotente (19%), ansioso (17%), estresado (14%), con Rabia (9%), frustrado (8%), y depresivo (6%).
La misma encuesta en el período anterior al anuncio del retroceso a fase 2, entre el 30 de noviembre y el 6 de diciembre, tuvo resultados opuestos. Los estados emocionales fueron principalmente positivos, asociados a sentirse “libre y feliz” (64%), “esperanzado” (19%) por acceso a una fuente de ingreso adicional (retiro 10% de AFP), “cansado” (12%) y 5% “estresado”.
Ese cambio rotundo en tan poco tiempo añade Guzmán, responde a la presión por la segunda ola y que de alguna manera activa estados emocionales que los acompañaron al comienzo de la pandemia, “por lo que es importante que las empresas los consideren, dentro de sus estrategias de cuidados y contención de las personas”.
Desgaste emocional
Hemos tenido un año como pocos en las últimas décadas, colmado de turbulencias emocionales y desgastes. El presidente de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis ICHPA, Lucio Gutiérrez, explica que con la pandemia parte de la sociedad ha enfrentado no sólo ansiedad en torno a la incertidumbre, el temor y la claustrofobia, sino cierto silencioso aplanamiento de la vida, “esta ha sido una preocupante consecuencia, poco referida en general”.
Es que con la cuarentena social se han desarrollado formas marcadas de enclaustramiento emocional y distanciamiento de las relaciones significativas, advierte Gutiérrez: “Muchas personas han perdido el contacto con su vida psíquica, con sus sueños, con sus fantasías y con la experiencia de esperanza cotidiana que resulta de compartir junto a personas que consideramos importantes para nosotros”.
Esa “otra forma de encuarentenarse”, dice Gutiérrez se relaciona con problemas de diverso orden para la salud mental, incluyendo el desarrollo de perturbaciones del carácter, de lo anímico y lo conductual.
Lizette Araya, psiquiatra Jefe Servicio Psiquiatría Hospital del Trabajador ACHS coincide en que ha sido un año complejo y de estrés continuo, “esto determina que estemos más agotados que lo habitual, tanto física como mentalmente”.
Durante este año todos en mayor o menor medida, dice la experta del Hospital del Trabajador ACHS, hemos experimentado reacciones esperables frente a la incertidumbre y frustración que ha provocado la crisis sanitaria y sus consecuencias. Esas respuestan son múltiples, desde sentirse abrumados, insensibles, indiferentes, confundidos, inseguros, irritables con angustia o ansiedad, dolor de cabeza, tensión muscular, o con problemas para dormir
Si bien la mayoría de estas reacciones en las personas son transitorias y normales al momento que se está viviendo, Gúzman explica que luego de meses así, “al estar más cansados nos cuesta adaptarnos y usar nuestras capacidades para sobreponernos a la adversidad”.
No hay un “punto límite” respecto de la expresión de emociones negativas. Por el contrario, explica Gutiérrez, es contenedor encontrar a otra persona que pueda escuchar. El problema, dice es que las condiciones en casa hoy en día son duras para las familias, y escuchar no resulta sencillo. “No es casual qué durante este año una de las pocas especialidades que ha tenido un aumento sustantivo de la demanda es la psicoterapia. Las personas están necesitando elaborar toda esta experiencia y hoy la vida doméstica, como está siendo llevada, no lo está haciendo posible”.
Compasión, respeto y empatía
¿Cómo enfrentar este fin de año tan particular? La compasión, el respeto por las diferencias y la comprensión empática, señala Gutiérrez son especialmente importantes por estos días. “Vale considerar que estamos todo y todas en esto, que es difícil, que tenemos modos, contextos e historias distintos y que cada uno vive esto de un modo único y a veces poco entendible desde nuestra vereda”.
Salud mental tiene que ver con el esfuerzo por permanecer contactados, “con nuestro mundo interno, con nuestras pasiones, con nuestros vínculos significativos y con la realidad circundante, por difícil que ella sea”, dice Gutiérrez.
Y si el año ha sido complejo, tener ánimo para celebrar, puede que no sea factible. Por eso, Gúzman aconseja primero hacer planes realistas para estas fiestas y de acuerdo al contexto personal y sanitario, y dar un sentido especial a estas fiestas enfocándose en lo esencial. “Valorar la vida, el estar y compartir con cercanos o la familia. Reflexionar de lo acontecido este año, aceptando que el cambio es parte de la vida y que la flexibilidad da paso al balance en la vida de una persona mientras confronta circunstancias difíciles y eventos estresantes”, explica.
Puede ser de ayuda además permitirse con cercanos hablar de lo que nos pasa, expresar nuestras emociones. Traer explícitamente emociones negativas es, hasta cierto punto, manifestación de que aún hay esperanza en que alguien escuche nuestro dolor, explica Gutiérrez. “Lo preocupante, ante todo, no está en el decir sino en el callar. Es lo que se calla lo que enferma. Es lo que no se puede pensar lo que lleva al actuar impulsivo. Y lo que no se puede escuchar lo que termina siendo expresado de otro modo”.
Finalmente, dice la experta del Hospital del Trabajador ACHS si siente que no puede lidiar con la vida porque sus emociones son intensas y persistentes y le interfieren en su vida normal, “pedir ayuda a cercanos, familiares o a un especialista cuando la necesite”.