Aunque a menudo subestimamos nuestra capacidad para oler en comparación con nuestra capacidad para ver y oír, nuestro sentido del olfato proporciona a nuestro cerebro información fundamental, desde detectar peligros potenciales como el humo hasta reconocer el dulce olor de las galletas horneadas.
Los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago han descubierto otra razón para apreciar nuestro olfato. El deterioro de este sentido de una persona con el paso del tiempo no solo puede predecir la pérdida de su función cognitiva, sino que también puede predecir cambios estructurales en regiones del cerebro importantes en la enfermedad de alzhéimer y la demencia.
Este síntoma es una señal temprana de alzhéimer y lo podrías detectar en la cocina o la ducha
Los hallazgos, basados en un estudio longitudinal de 515 adultos mayores, podrían conducir al desarrollo de pruebas de olfato para detectar el deterioro cognitivo de forma más temprana en los pacientes.
Estas pruebas podrían incitar a las personas a estar atentas a las señales de advertencia tempranas, como no poder oler tan intensamente el champú mientras se bañan o olores característicos de algunos alimentos en la cocina.
“Este estudio proporciona otra pista sobre cómo un rápido deterioro del sentido del olfato es un muy buen indicador de lo que va a terminar ocurriendo estructuralmente en regiones específicas del cerebro”, dijo en un comunicado el autor principal Jayant M. Pinto, profesor de cirugía en la Universidad de Chicago que estudia las enfermedades olfativas y de los senos nasales.
El alzhéimer se caracteriza por pérdida de memoria y otros síntomas, como cambios de humor y dificultad para realizar tareas cotidianas. No existe cura para esta enfermedad, pero algunos medicamentos pueden retardar temporalmente sus síntomas.
La memoria desempeña un papel fundamental en nuestra capacidad de reconocer olores, y los investigadores conocen desde hace tiempo la relación entre el sentido del olfato y la demencia. Las placas y los ovillos que caracterizan el tejido afectado por la enfermedad de Alzheimer suelen aparecer en las zonas asociadas con el olfato y la memoria antes de desarrollarse en otras partes del cerebro. Todavía se desconoce si este daño es en realidad la causa del deterioro del sentido del olfato de una persona.
Pinto y su equipo querían ver si era posible identificar alteraciones en el cerebro que estuvieran correlacionadas con la pérdida del olfato y de la función cognitiva de una persona a lo largo del tiempo.
“Nuestra idea era que las personas con un sentido del olfato en rápido deterioro con el tiempo estarían en peores condiciones -y serían más propensas a tener problemas cerebrales e incluso Alzheimer- que las personas cuyo sentido del olfato estaba en deterioro lento o mantenía una normalidad”, dijo Rachel Pacyna, estudiante de medicina de cuarto año en la Facultad de Medicina Pritzker de la Universidad de Chicago y autora principal del estudio.
El equipo utilizó datos anónimos de pacientes del Proyecto de Memoria y Envejecimiento (MAP) de la Universidad Rush , un grupo de estudio que comenzó en 1997 para investigar las enfermedades crónicas del envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Los participantes del MAP son adultos mayores que viven en comunidades de jubilados o de viviendas para personas mayores en el norte de Illinois y se les realizan pruebas anuales para determinar su capacidad de identificar ciertos olores, la función cognitiva y los signos de demencia, entre otros parámetros de salud. Algunos participantes también se sometieron a una resonancia magnética.
Los científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago descubrieron que una rápida disminución del sentido del olfato de una persona durante un período de cognición normal predecía múltiples características de la enfermedad de Alzheimer, entre ellas un menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria, peor cognición y mayor riesgo de demencia en estos adultos mayores. De hecho, el riesgo de pérdida del sentido del olfato era similar al de ser portador del gen APOE-e4, un factor de riesgo genético conocido para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Los cambios fueron más notorios en las regiones olfativas primarias, incluida la amígdala y la corteza entorinal, que constituye una importante entrada al hipocampo, un sitio crítico en la enfermedad de Alzheimer.
“Pudimos demostrar que el volumen y la forma de la materia gris en las áreas olfativas y asociadas a la memoria del cerebro de las personas con un deterioro rápido de su sentido del olfato eran menores en comparación con las personas que tenían un deterioro olfativo menos severo”, dijo Pinto.
La autopsia es el método de referencia para confirmar si alguien ha tenido Alzheimer, y Pinto espera ampliar estos hallazgos examinando el tejido cerebral en busca de marcadores de Alzheimer. El equipo también espera estudiar la eficacia de utilizar pruebas de olfato en clínicas (de forma similar a como se utilizan las pruebas de visión y audición) como medio de detección y seguimiento de los adultos mayores en busca de signos de demencia temprana, y para desarrollar nuevos tratamientos.
Las pruebas de olfato son una herramienta económica y fácil de usar que consiste en una serie de palitos que tienen un aspecto similar al de un rotulador. Cada palito contiene un aroma distinto que las personas deben identificar entre un conjunto de cuatro opciones.
“Si pudiéramos identificar a las personas de 40, 50 y 60 años que tienen mayor riesgo desde el principio, podríamos tener suficiente información para inscribirlas en ensayos clínicos y desarrollar mejores medicamentos”, dijo Pacyna.
El estudio fue limitado porque los participantes recibieron solo una resonancia magnética, lo que significó que el equipo carecía de datos para determinar cuándo comenzaron los cambios estructurales en los cerebros o con qué rapidez se encogieron las regiones cerebrales.
“Tenemos que llevar a cabo nuestro estudio en el contexto de todos los factores de riesgo que conocemos sobre el Alzheimer, incluidos los efectos de la dieta y el ejercicio”, dijo Pinto. “El sentido del olfato y el cambio en el sentido del olfato deberían ser un componente importante en el contexto de una serie de factores que creemos que afectan al cerebro en la salud y el envejecimiento.
Además, como la mayoría de los participantes del MAP eran blancos, se necesitan más investigaciones para determinar si las poblaciones subrepresentadas se ven afectadas de manera similar. El trabajo previo del equipo mostró marcadas disparidades por raza, siendo los afroamericanos los que enfrentan el deterioro más grave de la función olfativa.
Los estudios previos de Pinto han examinado el sentido del olfato como un marcador importante del deterioro de la salud en los adultos mayores. Su artículo de 2014 reveló que los adultos mayores sin sentido del olfato tenían tres veces más probabilidades de morir en un plazo de cinco años, un mejor predictor de muerte que un diagnóstico de enfermedad pulmonar, insuficiencia cardíaca o cáncer.