El éxito de las políticas públicas depende en gran medida de alcanzar amplios consensos, obtener sólidos respaldos políticos e integrar en su proceso de elaboración a los actores que conviven dentro de ese ecosistema. Desde el mundo de la salud, y en particular en el desafío de la transformación digital del sector, esta continuidad y visión no ha existido en Chile.
Por eso, la reciente presentación de los avances de la estrategia nacional de salud para la próxima década es una buena noticia para Chile, y un hito que podría romper la tendencia en materia de continuidad de nuestras políticas de Estado. Desde 2018, nuestro centro ha sido parte de los más de 500 actores que en 1.500 horas de trabajo y 43 mesas técnicas dispuestas han trabajado para planificar la salud del futuro.
Los avances de este instrumento, cuyo primer hito fue el cierre del proceso ciudadano que definió los objetivos de impacto y resultados esperados, incluyó esfuerzos de parte de organizaciones científicas y académicas, colegios profesionales y representantes de la sociedad civil, así como agrupaciones de pacientes. Lo reconocemos como un esfuerzo enriquecedor e inédito y que, por su carácter transversal, esperamos sea valorado por las nuevas autoridades.
De hecho, como entidad financiada con recursos públicos, hemos puesto a disposición el conocimiento y experiencia de académicos de cinco universidades y especialistas técnicos para afinar los lineamientos de un proceso que tendrá enormes impacto en la vida de los ciudadanos, como lo es la incorporación de tecnología en la salud (dos tópicos son parte del eje de gestión calidad e innovación, uno de los sietes de la estrategia).
A nuestro juicio, uno de los más relevantes. Y es que organismos como la OMS no solo valoran los positivos impactos que esto podría tener en términos de calidad y acceso para desafíos como las enfermedades crónicas y el envejecimiento de la población, sino también alientan a los países a diseñar políticas robustas, de largo plazo para extraer sus beneficios.
Esto no será posible sin una planificación que sume visiones diversas, tenga continuidad en el largo plazo, el respaldo de nuestras autoridades y una implementación coherente. Las políticas de estado no son propiedad de una administración, ni mucho menos de un ministro particular.
En los últimos años, desde la salud y su transformación digital, hemos visto con dolor la carencia de una mirada de Estado. Esto ha impactado en inversiones mal concebidas, materializadas con dinero de todos los chilenos, en herramientas que no cumplen con las expectativas en muchos casos, y en otros, simplemente, ni siquiera son utilizadas.
La pandemia nos ha puesto en un punto de inflexión. Desde el ámbito de las tecnologías, ha acelerado la adopción de plataformas, y puesto en evidencia lo fundamental de contar con sistemas capaces de compartir datos y poner al paciente en un nuevo rol, protagónico. Al mismo tiempo, ha puesto dramáticamente en contexto que los desafíos sanitarios de este siglo serán enormes, por lo cual necesitamos estar preparados a todo nivel.
La modernización del Estado requiere de políticas públicas de mayor estabilidad, que trasciendan y reconozcan el valor de los consensos y el conocimiento, así como la visión de largo plazo para impulsar transformaciones que agreguen valor a los procesos y causen positivos impactos a sus beneficiarios.
*Presidente del Directorio del Centro Nacional en Sistemas de Información en Salud (CENS)