Un reciente estudio de los investigadores César González, Laura Cardador y Daniel Sol analizó las razones que podrían explicar el éxito que diversas especies exóticas tienen a la hora de asentarse en ambientes urbanos, en contraste con las especies nativas que habitan en las cercanías de estas mismas ciudades.
En el estudio, titulado Invasion success and tolerance to urbanization in birds publicado en la edición de noviembre de la revista Ecography, combinando datos históricos de introducciones biológicas con información sobre ensambles de aves a lo largo de gradientes urbanos-silvestres, los investigadores exploraron la posibilidad de que los humanos estén, involuntariamente, introduciendo especies “pre-adaptadas” para subsistir en la ciudad, una hipótesis poco explorada para explicar el éxito de las invasiones biológicas.
Entre sus principales preguntas, estuvo el confirmar si las aves no nativas introducidas eran más exitosas en ambientes urbanos que en áreas circundantes menos intervenidas, para luego investigar si aquello, podía deberse a que las aves que habitaban ambientes perturbados por actividades humanas en sus hábitats de origen eran más susceptibles de ser capturadas, transportadas e introducidas en otros hábitats.
Finalmente, los investigadores se abocaron a responder si, una vez introducidas, estas aves eran efectivamente más exitosas en sus nuevos ambientes que aquellas confinadas a áreas silvestres en su tierra natal, y si la causa de aquello se relacionaba con los grandes números en que éstas especies eran introducidas o porque éstas ya traían adaptaciones preexistentes para persistir en estos nuevos ambientes.
Citadinas por naturaleza
El análisis de más de 200 ensambles aviares alrededor del mundo confirmó que las aves no nativas restringían su presencia casi exclusivamente a las ciudades. De hecho, en las zonas más urbanizadas estas aves alcanzaban las más altas densidades.
Asimismo, el estudio develó dos líneas de evidencia que sugerirían que, efectivamente, las aves asociadas con ambientes urbanos en su rango de distribución nativa son más susceptibles de ser introducidas por los seres humanos. La revisión del registro histórico de invasiones biológicas alrededor del mundo, corroboró que, a lo largo del tiempo, especies naturalmente presentes en ambientes alterados por actividades humanas no sólo tienen mayor probabilidad de ser introducidas, sino que, además, la frecuencia de introducción es mayor cuando éstas provienen de ese tipo de ambientes, que cuando no.
Una de las principales dificultades que tuvieron los investigadores se produjo a la hora de confirmar si la tendencia a introducir con mayor frecuencia especies asociadas a ambientes altamente intervenidos se sigue observando hasta nuestros días. “La comercialización de vida silvestre es una de las principales fuentes de nuevas introducciones a nivel global”, explica César González, investigador de la Universidad Adolfo Ibáñez y del Centro de Ecología y Sustentabilidad, CAPES. “Sin embargo, los datos asociados a estas prácticas, en muchos casos ilegal, es difícil de conseguir”.
Para sortear este problema, el también investigador de la UAI y su equipo utilizaron la información entregada por CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), la cual, aunque sistematizada, no es tanto una base de datos de comercialización per se, sino más bien un marco regulatorio que reporta la comercialización de especies categorizadas como “en riesgo por comercialización”. “A pesar de sus limitaciones” complementa González, “estos datos representan la única fuente estandarizada y verificable que nos entrega información sobre comercialización de vida silvestre a nivel global. Es por tanto una fuente valiosa para identificar relaciones entre invasiones biológicas y comercialización de vida silvestre”.
¿Fuerza en los números o pre-adaptadas para la conquista?
Sobre la pregunta si, una vez introducidas, las especies provenientes de ambientes alterados por actividades humanas tienen más chances que otras de establecerse y prosperar en el lugar de introducción, el análisis histórico de estas introducciones no fue categórico. Sin embargo, el estudio si arrojó evidencia de que, en el segmento de las aves que provenían de los ambientes más altamente perturbados por la actividad humana, como las grandes ciudades, las posibilidades de éxito aumentaban. “Esto fue aún más claro” aclara el González, “cuando introducimos una medida más fina de tolerancia urbana entre las especies: la probabilidad de establecerse fue mayor en aves tolerantes a la urbanización, independiente del método usado para medir esta tolerancia”.
Pero, ¿cuál era el factor determinante del éxito de estas especies? Los resultados del estudio parecen indicar que la respuesta no sólo se halla en el hecho de que éstas especies sean introducidas en un mayor número en estos ambientes (lo que en biología de las invasiones se conoce como “esfuerzo de introducción”). De hecho, el análisis de los datos históricos indicó que las especies tolerantes a la urbanización no eran necesariamente introducidas en grandes cantidades.
En cambio, los investigadores hallaron evidencia de que el éxito de estas especies al establecerse estaba relacionado con poseer atributos que facilitaban su permanencia en los nuevos ambientes.
“El esfuerzo de introducción, esto es, el número de individuos de una especie y/o el número de eventos de introducción de una especie, es uno de los principales factores que explican el éxito de establecimiento de especies no nativas en nuevas regiones” aclara González.
“En aves, existe un buen registro histórico sobre el esfuerzo de introducción. Utilizando estos datos, primero testeamos si las especies que toleran la urbanización registran un mayor esfuerzo de introducción que especies no tolerantes a una vida urbana, hipótesis que nuestros análisis no respaldan. En segundo lugar, hemos estimado el potencial invasor de una especie considerando el esfuerzo de introducción (es decir, removiendo este efecto estadísticamente), y testeado su relación con la capacidad de tolerar ambientes urbanos. Lo anterior, nos permitió controlar estadísticamente este esfuerzo de introducción y dar respaldo al rol de las pre-adaptaciones como un importante factor que determina la relación entre capacidad de tolerar la urbanización y el éxito de establecimiento en nuevos ambientes”, indica.
Resultados extrapolables
El uso de las aves como caso de estudio para probar estas hipótesis, no es casual. Como comenta González, “las aves son un grupo conspicuo, y, por tanto, conocemos mucho sobre su ecología, comportamiento e incluso relaciones filogenéticas. Esto facilita compilar información de diverso tipo para un gran número de especies y explorar patrones bajo un marco de estudio comparativo. Muchas especies introducidas —y muchas de ellas invasoras— de distintos taxones tienden a estar asociadas a asentamientos humanos. Las palomas, las moscas domésticas o el trébol blanco son muy comunes en ciudades alrededor del mundo, por lo que podríamos esperar que los patrones detectados en aves también están presentes en otros grupos”.
Un caso paradigmático de este patrón presente en Chile es el de la cotorra argentina. Esta especie es nativa de Bolivia, Paraguay, el sur de Brasil, Argentina y Uruguay, en donde ha colonizado naturalmente ambientes urbanos. “Esta especie ha sido muy comercializada como mascota, y actualmente es muy abundante no solo en zonas urbanas de la Región Metropolitana en Chile, sino también en áreas urbanas en Estados Unidos, Inglaterra, Israel y distintos países de Europa, en donde causan altas pérdidas económicas por daño a la infraestructura urbana” señala González.