Es uno de los trastornos de sueño más comunes. El que muchas veces se asume como inevitable, mientras se agudiza. Se trata del insomnio. Una señal que no siempre se atiende, pero que suele ser una alerta detrás de otros problemas en salud mental.
Ya sea por la dificultar de conciliar el sueño, problemas para permanecer dormido o cuando las personas despiertan demasiado temprano y no pueden volver a dormir, el insomnio afecta la calidad de vida y bienestar.
Una condición severa en el 16,3%, en la población entre 21 y 68 años, mientras que para otro 27,7% es una situación “leve”, establecen los recientes resultados de la cuarta ronda del estudio Termómetro de la Salud Mental en Chile ACHS-UC.
El estudio, realizado por el CentroUC de Encuestas y Estudios Longitudinales, de carácter longitudinal (con seguimiento de los mismos individuos en el tiempo), en esta cuarta ronda consideró a 1.302 personas consultadas entre el 5 y el 26 de agosto de 2021 de forma telefónica.
Se aplicaron siete preguntas correspondientes al Índice de Severidad del Insomnio (ISI), una escala que evalúa la naturaleza, severidad y el impacto del trastorno. A partir de esas preguntas se obtiene un puntaje entre 0 y 28, que permite clasificar a las personas encuestadas en aquellas sin insomnio (0 a 7 puntos), las con insomnio sub-clínico (8 a 14 puntos) y las con insomnio moderado o severo (15 a 28 puntos), que llega al 16,3%.
Insomnio y salud mental
Es mucho más que sentir cansancio al despertar. El insomnio altera no solo el nivel de energía y estado de ánimo, sino también la salud, rendimiento laboral y calidad de vida. En Termómetro de la Salud Mental en Chile ACHS-UC un 15,3% reconoció que en las últimas dos semanas reportó tener problemas graves o muy graves para quedarse dormidos. Un 27,7% reconoció problemas leves, y otro 39,2% ninguno.
Al indicar la gravedad en cuanto a la dificultad para permanecer dormido, un 12,9% de la población entre 21 y 68 años reportó tener problemas graves o muy graves para permanecer dormidos en agosto 2021. El 45,9% admite no tener ninguno. Y si se trata del nivel de gravedad de despertarse más temprano que lo deseado, lo reconoce el 13,8%.
Daniela Campos, jefa de Riesgos Psicosociales de la Achs reconoce que al insomnio no se le da la importancia que demanda. Un trastorno que diferentes publicaciones sobre efectos del Covid-19 en salud mental han detectado que, pese a que en diferentes culturas de dan distintas sintomatologías, se manifestó de forma transversal a nivel mundial. “Una de las razones es que los trastornos del sueño de relacionan con sintomatología depresiva, ansiosa, y son parte de sintomatología de estrés agudo y estrés postraumático. Hay que poner bandera roja y seguirlo”, advierte.
En algún momento, todas las personas pueden experimentan insomnio a corto plazo, que puede durar días o semanas, resultado, por lo general, de estrés o de un evento traumático. Pero para otras, se convierte en insomnio prolongado o crónico, y se prolonga por un mes o más.
“La gente en general tiende a subestimar los problemas de sueño, piensan que se van a resolver solos”, señala Campos sobre la tendencia a normalizar estas problemáticas de sueño, que eventualmente pueden transformarse en un trastorno grave. “Se necesita más que solo higiene del sueño”, destaca.
Los resultados del estudio muestran una caída de 3,5 puntos porcentuales en el insomnio moderado o severo en agosto de 2021 en relación con la situación mostrada en abril de 2021 (19,8% a 16,3%). Un cambio que Campos dice se puede atribuir al avance en el desconfinamiento y los beneficios que tiene en cuanto a salud mental.
Al indagar por características socio demográficas detrás del insomnio, se aprecia que, en aquellas personas con insomnio moderado o severo, es un problema que está mucho más presentes entre las mujeres que entre los hombres, con una brecha de 10 puntos porcentuales (21,1% versus 11,3%) Adicionalmente, el insomnio se presenta más fuerte entre la población entre los 45 y los 54 años (24,4%).
Con las mujeres se sabe que hay problema histórico de conciliación vida y familia, dice Campos, el cual con el aumento de aquellas que hacen teletrabajo, se puede entender la cifra de insomnio. Pero además, también de forma histórica, las mujeres presentan más problemas de salud mental. “Hipótesis hay muchas, pasando también por esa capacidad de reconocer lo que les ocurre y poner nombre a las emociones, se esconden menos, es multifactorial”, indica.
Los problemas de sueño son mayores en las personas de menor educación. Así, se presenta en el 21,4% personas con educación básica, 12,9% educación media incompleta, 17,5% media completa y 16% con formación universitaria. También son más frecuentes entre quienes son separados. En personas casadas o conviviente la cifra llega al 15,5%, en separadas al 23,3%, viudas 9,4%, y en solteras al 15,9%.
La Región Metropolitana, en tanto, concentra la mayor proporción de personas con insomnio moderado o severo (18,1%), mientras que la menor proporción se encuentra en las regiones del Norte y del Sur del país, con 13,4% y 13,2%, respectivamente.
Afecta profundamente la salud de las personas. El Termómetro de la Salud Mental en Chile ACHS-UC también muestra quienes reconocen tener problemas de salud, más lo padecen. En ese grupo, la prevalencia de problemas de insomnio es el triple (40,1%) de la que se observa entre quienes tienen buena salud o no han sido diagnosticado de alguna condición (13,2%). En el caso de contar con una o más condiciones diagnosticadas, el porcentaje llega a 20,6%.
Efecto en la salud que van en aumento, explica Campos, porque muchas veces quienes lo viven recurren a lo que en literatura se conoce como “revenge bedtime procrastination” (venganza de procrastinación a la hora de dormir), y sacrifican el sueño por el “tiempo libre” que el insomnio les otorgaría. “Muchas personas que no se quedan dormidas rápidamente hacen actividades en la noche por la sensación de que tienen control de tiempo en la noche, se duermen tarde y eso genera más probabilidad de trastorno de sueño, desgano e irritabilidad”.
Entre quienes han consultado en su vida a un especialista en salud mental o entre quienes han recibido un diagnóstico psiquiátrico, la presencia de problemas de insomnio es superior a la del resto de la población (19,4% versus 14,4%). Por otra parte, en agosto de 2021 las personas sedentarias registraron casi 8 puntos porcentuales más de problemas de insomnio que las no sedentarias (21,6% 13,9%)
Entre quienes tienen un consumo de alcohol de alto riesgo se aprecia una prevalencia de insomnio cinco puntos porcentuales mayor a los que no consumen alcohol o que tienen un consumo de bajo riesgo (21% versus 15,7%).
Problemas económicos
David Bravo, director del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica señala que gracias a estos levantamientos es posible observar y reflexionar sobre una cara que se desconocía de la crisis económica y de la falta de empleo: “La falta de empleo tiene asociado un problema de salud mental que se asocia a la falta de sueño, la gente duerme mal, pero también la otra cara tiene que ver con el deterioro de los ingresos”.
Tal cómo muestra el estudio, la presencia de problemas de insomnio es más de 11 puntos mayor entre quienes registran caídas en el ingreso de su hogar en el último año respecto del resto (23,7% versus 12,4%).
Por situación ocupacional la presencia de insomnio es mayor entre las personas que no están trabajando, es decir, inactivas y, especialmente, desocupadas. 12,2% ocupadas, 28,9% desempleados, 28,5% inactivos. Si se considera solo a los ocupados, la prevalencia de problemas de insomnio es de 12,2%.
A su vez, se aprecia que hay problemas de insomnio significativamente mayores en los ocupados que están en una situación de suspensión laboral (40,7%). Asimismo, entre quienes no están desarrollando su trabajo de manera remota.
“Una crisis económica como al que hemos tenido sigue manifestando este nivel de problemas en otras dimensiones. No es solo que las personas son más pobres, también está la otra cara que no se ve, que es una menor calidad de vida, no solo por lo material, sino por todo el estrés que está asociado”, señala Bravo sobre un fenómeno que debería motivar, dice a preocuparse en focalizar ayuda en estos grupos, “que no debería hacerse solo con un ingreso como el IFE, sino también hay otras intervenciones importantes que no estamos enfrentando en términos de atención en salud mental”.
Bravo subraya que cuando iniciaron el Termómetro de la Salud Mental en Chile ACHS-UC partieron con la idea de lo que “no se mide no se considera luego en política”. Y lo que se muestra en estas cuatro rondas, añade, “es que se puede dimensionar e incorporar dentro de la agenda estos temas”.
Ese mismo concepto predomina, indica Bravo, cuando se indica desde hace varios años que ya no se debería hablar tanto de Producto Interno Bruto para hablar de la condición de un país y su población, si no más bien de bienestar. “Pero es difícil hablar concretamente de bienestar sin mediciones, esto tiene que ver con el bienestar con de las familia y las personas, que están bastante relacionados, pero estamos acostumbrados a mirar una cara, la económica, y la otra es la del ser humano que tiene estos problemas”, plantea.