Estudio en 84 mil personas: Covid-19 envejece el cerebro en 10 años y disminuye CI en 8,5 puntos
Expertos señalan que aún así, falta averiguar si este daño es permanente en los sobrevivientes de la enfermedad, y si se genera por el ataque de la enfermedad, la falta de oxígeno en el cerebro o el proceso de intubación en los casos más graves.
A lo largo de estos casi 11 meses de pandemia, los científicos han ido descubriendo en el camino que el coronavirus hace mucho dejó de ser un simple “resfrío fuerte”, como muchos creyeron al principio. Porque además de dolor de cabeza, fiebre tos y dificultad respiratoria habituales, se han reportado otras molestias tanto digestivas, como a nivel de la piel, corazón, riñones e incluso el oído.
Y otra de las consecuencias es a nivel neurológico. Hasta ahora, se sabe de inflamación cerebral, convulsiones, pérdida del gusto y olfato, alucinaciones y pérdida de memoria, aunque en muchos casos se desconoce si es por la acción directa del virus o la respuesta inmune del cuerpo a la infección.
Sin embargo, puede que exista algo más. Según un estudio del Imperial College de Londres, los sobrevivientes de coronavirus también sufren de un deterioro cognitivo tal, que su coeficiente intelectual (CI) disminuye en 8,5 puntos promedio, similar a si el cerebro hubiese envejecido 10 años.
“Niebla mental”
Según la investigación, desarrollada por el Dr. Adam Hampshire en 84.285 mil personas, en los casos más severos la infección por Covid-19 se relaciona con déficits cognitivos sustanciales durante meses.
“Nuestros análisis se alinean con la posibilidad de consecuencias cognitivas crónicas al tener Covid-19”, señala el estudio, aún no revisado por pares. “Las personas que se habían recuperado, incluidas las asintomáticas, exhibían déficits cognitivos significativos”.
La “niebla mental” informada por muchas personas semanas y meses después de recuperarse del virus puede ser un síntoma de déficits cognitivos más graves, dicen los científicos.
En las pruebas cognitivas se midió la capacidad del cerebro para realizar tareas como recordar palabras o unir puntos en un rompecabezas. Usualmente estas pruebas se utilizan para evaluar el rendimiento cerebral en enfermedades como el Alzheimer, y también pueden ayudar a los médicos a evaluar las deficiencias cerebrales temporales. En este caso, los peores resultados mostraron impactos equivalentes a la disminución promedio de 10 años en el desempeño global entre las edades de 20 a 70 años.
“El artículo es bastante explícito y resume lo que sabemos hasta hoy sobre la enfermedad”, afirma el Dr. German Cueto, neurólogo y académico de la Escuela de Medicina U. de Valparaíso.
“Hace tiempo se sabe que el Covid-19 ataca también a las neuronas e invade el cerebro, así que indudablemente hay un efecto de daño a raíz de la infección. Por otro lado, también hay daño en las personas que permanecen en coma por largo tiempo intubados. Esto también es un daño importante al cerebro y puede medirse, por lo tanto en pacientes graves habría que diferenciar cuánto aporta el ataque del virus y el hecho de estar en coma prolongado. Eso aún no se ha definido”, agrega.
“De todas maneras las personas que no estuvieron en coma o en formas menos graves de la enfermedad, de todas maneras manifestaron un deterioro cognitivo cercano al 4%, lo que revela que efectivamente el virus es neurotrófico y provoca daño”, dice el neurólogo.
Sin embargo, Cueto también añade que “tampoco es para asustarse demasiado. El hecho que después de una enfermedad grave la persona tenga algún deterioro cognitivo, no significa que vaya a ser permanente. Si se han perdido neuronas, este déficit puede recuperarse y superarlo a través de una nueva reconexión de las neuronas”.
“Sabemos que el virus ataca directamente al cerebro pero no sabemos hasta qué grado. Al parecer no es tan alto, y si es así, no sabemos la proporción de los pacientes en coma prolongado. Falta tiempo para saber el grado de recuperación, y hay que monitorear a los pacientes a lo largo del tiempo para ver si hay una curva ascendente o descendente”, dice el experto.
“Sin duda es una voz de alarma pero hay mucho que estudiar. La batalla no está perdida”, sostiene Cueto.
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