Estudio muestra el crudo impacto de la pandemia en la salud mental de las personas mayores
Informe del Centro de Estudios para el Envejecimiento Activo de la Universidad de Talca que un 40,1% de las personas de este grupo etario que residen en un Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM) presenta sospecha de síntomas depresivos.
En Chile las personas de 60 años o más representan el 18% de la población. A este ritmo este porcentaje será de 36% el año 2050. No sólo más personas mayores, sino que más longevas.
En ese contexto, el equipo investigador del Centro de Estudios para el Envejecimiento Activo de la Universidad de Talca, realizó un estudio epidemiológico que incluyó una muestra de 1.371 personas mayores de la Región del Maule.
Los datos muestran que la pandemia ha provocado “un deterioro significativo sobre distintas dimensiones de la vida de las personas; por ejemplo, la reducción de ingresos, el deterioro de la salud mental, el aislamiento y la pérdida de redes, la inactividad, e incluso la calidad de la alimentación”, indicó el académico de la Facultad de Economía y Negocios de la UTalca y director de este centro, Dr. Germán Lobos.
Explica que una de cada cuatro personas mayores presenta sintomatología depresiva, mientras que las mujeres evidencian más síntomas depresivos que los hombres, y a menor educación, mayor prevalencia de síntomas depresivos.
El estudio detectó que un 25,4% de prevalencia de estos síntomas depresivos a nivel regional y, en el caso de los y las ciudadanas de este grupo etario que residen en un Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM,) se registró que el 40,1% presenta sospecha de síntomas depresivos. En cambio, en el grupo de encuestados que participa en un Club de Adulto Mayor es 15,6% y en el resto de las personas es 26,9%.
El Dr. Germán Lobos agregó que los resultados muestran que durante la pandemia del Covid-19 se ha producido un deterioro significativo de distintos indicadores, además de la salud mental.
“Sólo el 19,1% de los hombres y el 15,7% de las mujeres presenta hábitos alimentarios saludables. Con respecto a la clasificación por estratos socioeconómicos, el 67% de las personas mayores califica como pobres (con ingresos de hasta $324.000 por mes) y el 21% como vulnerables (con ingresos de hasta $561.000 por mes). Además, 8 de cada 10 personas de este grupo de la población reportaron que el principal sentimiento es la “necesidad de ser escuchado” añadió.
El académico de la FEN UTalca manifestó que “nuestro planteamiento es que el diseño de las políticas públicas relacionadas con la vejez debe ser realizado con una visión sistémica, donde distintas dimensiones de la calidad de vida de las personas mayores están interactuando. Esto requiere la participación de equipos transdisciplinarios. Esto significa traspasar las barreras de cada disciplina e incorporar los deseos y necesidades reportadas por las mismas personas mayores”.
Por ejemplo, una política de mejoramiento de ingresos, como la Pensión Garantizada Universal (PGU), debe ir acompañada de programas de alfabetización financiera, acompañamiento psicológico, inclusión digital, e incluso programas de alimentarios. “Esto porque una política de PGU produce efectos directos sobre la calidad de vida, pero también hay efectos indirectos que se transmiten por otras variables que actúan como mediadoras o moderadoras” señaló Lobos.
Seminario interdisciplinario
Para abordar esta temática de una manera transversal e interdisciplinaria, durante el 17 y 18 de noviembre se llevará a cabo el Congreso Internacional sobre Envejecimiento y Calidad de Vida en la Universidad de Talca, el cual se enmarca dentro de las actividades del Centro de Estudios para el Envejecimiento Activo.
En esta instancia se abordarán los ejes temáticos relacionados con la alimentación, la salud bucal, la salud mental y el bienestar financiero.
Según el Dr. Lobos, “nuestra propuesta es desarrollar investigación transdisciplinaria en el ámbito del envejecimiento, destinada a generar evidencia científica que permita contribuir al diseño de políticas públicas” y cuyo objetivo general permita “crear sinergias entre investigadores y actores sociales, con el fin de promover y facilitar el trabajo colaborativo de carácter científico en el proceso multidimensional del envejecimiento”.
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