Eutanasia, el fracaso de la medicina


Sin lugar a duda el siglo veinte será recordado como el período en que la medicina cambió para siempre. La aparición de los antibióticos, el perfeccionamiento de la anestesia y de la cirugía, así como la imagenología y los psicofármacos, entre otros avances, mejoraron significativamente el poder diagnóstico y terapéutico.

Sin embargo, pese a que podemos diagnosticar y curar muchas enfermedades, poco a poco se instaló una sensación de insatisfacción entre los médicos. En 1977 el norteamericano John Knowles publicó el libro Doing Better and Feeling Worse (Haciéndolo mejor y sintiéndose peor), donde postulaba que esta sensación de disconformidad médica se debía al excesivo uso de la tecnología, a la medicalización de la vida, al encarecimiento de las atenciones sanitarias y al involucramiento de las aseguradoras en la relación médico paciente.

Con el tiempo, las quejas en vez de disminuir aumentaron. En la década del 2000 aparecieron muchos artículos en revistas médicas que denunciaban el malestar de los médicos frente al ejercicio de su profesión; muy gráfico es el título del comentario del británico R. Smith en el British Medical Journal, Why doctors are so unhappy? (¿Por qué los médicos son tan infelices?).

En nuestro país se alzaron voces con una crítica similar en la Revista Médica de Chile (Horwitz 2004, Jiménez 2004, Vukusich 2004). Por el lado de los pacientes también se produjo un cambio, se ha instalado un ambiente de desconfianza hacia el personal de salud, el cual se ha visibilizado en un explosivo aumento de demandas legales, agresiones verbales y físicas, y al aumento del uso de las medicinas alternativas y complementarias.

La consecuencia de esto ha sido una deshumanización de la medicina que considera la enfermedad y el sufrimiento humano como el resultado de alteraciones fisiológicas o anatomo patológicas que se deben resolver desde lo farmacológico o quirúrgico.

Es en este contexto, en el cual el sufrimiento humano, extremo y crónico, no recibe una respuesta satisfactoria de parte de un modelo médico biologicista y deshumanizado, al contrario, propone la eutanasia como una forma compasiva de manejo de este dolor. Sin embargo, la eutanasia no solamente no resuelve el problema de fondo, que es el sufrimiento del enfermo, sino que además confirma el fracaso de la medicina moderna reduccionista y deshumanizada.

Por ello, la medicina debe realizar un cambio, esta vez en la reincorporación de la relación médico paciente como aspecto central del acto médico. Se debe considerar al paciente no como poseedor de una alteración biológica, sino como a una persona sufriente con una historia única e irrepetible, e inserta en un contexto familiar y social particular. Esto implica diseñar nuevos tratamientos "a medida" y no "estandarizados"; el ocuparse de los aspectos psicológicos, espirituales y sociales de ellos; y a hacerse cargo de aquellos determinantes sociales que influyen en el dolor.

El cuidado del enfermo debe realizarse por un equipo multidisciplinario con un modelo de atención integral, donde la espiritualidad no puede quedar excluida. Solamente de este modo la medicina podrá reivindicarse y otorgar esperanza a quienes más lo necesitan.

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