Por mucho tiempo se creyó que en Chile simplemente nunca había sido habitada por dinosaurios. No existían restos de esos magníficos animales. Pero algo ocurrió y en 10 años se pasó de la frase “En Chile no hay dinosaurios” a tener cuatro fabulosas especies únicas y dos de ellas descritas en la más importante revista científica.
La máxima dice que “el que busca siempre encuentra” y eso es precisamente lo que ocurrió.
El concepto de dinosaurio se introdujo en 1842 y desde ahí en adelante se han reportado dinosaurios en todo el mundo. En Chile, los primeros huesos de dinosaurios, que no son aves, recién se encontraron a fines de los años 60, en Ovalle, en lo que hoy se conoce el Monumento Natural de Pichasca”, explica el jefe de paleontología del Museo de Historia Natural (MNHN), David Rubilar. En ese lugar, se encontraron restos de dinosaurios titanosaurios, del género Antarctosaurus, que podría ser Antarctosaurus wichmannianus.
Fue recién en el año 2011, cuando se nombra la primera especie de dinosaurio no aviar en Chile, a partir de restos óseos, el Atacamatitan chilensis, un animal cuadrúpedo de largo cuello y cola que vivía en el desierto de Atacama hace unos 70 millones de años y que medía aproximadamente unos ocho metros de largo.
Es decir, “pasaron casi 190 años de separación entre la primera especie nombrada en el mundo y la primera especie nombrada en Chile”, reflexiona Rubilar
¿La razón? “Eso se debe a que en Chile no ha habido un desarrollo de la investigación de la paleontología de vertebrados y en especial de los dinosaurios en el país. Se intentaron generar escuelas de investigación en paleontología de vertebrados, justamente con el paleontólogo que describió los primeros huesos de dinosaurios a fines de 1960, el científico argentino Rodolfo Casamiquela. Él no fue solo un gran paleontólogo sino uno de los grandes naturalista de Sudamérica, pero por razones políticas se fue de nuestro país y se descontinuó su labor”, señala Rubilar.
El paleontólogo argentino fue también quien nombró las primeras huellas de dinosaurio que están ubicadas en las Termas del Flaco, Región de O’Higgins.
Tras Casamiquela, hubo intentos de retomar por parte de la investigadora Patricia Salinas y el paleontólogo estadounidense Larry Marshall (segunda mitad de los 80 hasta la mitad de los años 90) pero sus trabajos también se descontinuaron.
No fue hasta inicios del 2000 que un grupo de investigadores comenzaron a desarrollar la paleontología de manera profesional y retomaron la posta de sus antecesores, lo que condujo a la exploración e identificación de esta primera especie de dinosaurio en el año 2011.
Identificación y nombramiento
Nombrar o bautizar una nueva especie de dinosaurio no es tarea sencilla. Según el jefe de paleontología del Museo de Historia Natural (MNHN) cuando se encuentran restos óseos, dependiendo de qué tipo de huesos que se encuentre y que tan completo esté el esqueleto, permite o no argumentar que eso es si es igual o distinto a lo ya conocido. “Para la identificación de las especies actuales se usan datos que genéticos. En las formas extintas como los dinosaurios no aviares, solo existen huesos, por lo que aquello que se encuentra se compara con huesos de especies ya descritas”.
Pero surge otro inconveniente. “Como la mayoría de los huesos de dinosaurio están compuestos de restos fragmentados, es muy difícil determinar, para cada espécimen paleontológico, si lo que se encontró es algo nuevo o no. En ciertos casos, cuando tienes suficiente material, puedes argumentar y demostrar que se trata de una especie no descrita anteriormente. Es decir, un espécimen que tiene características anatómicas que lo distinguen de las otras especies o bien, un espécimen que posee una combinación única de características, con esto se argumenta una especie nueva en paleontología”, dice Rubilar.
Toda esta información se valida científicamente en un artículo científico revisado por pares (otros investigadores), que analizan los argumentos descritos. Si estos son contundentes, se acepta, pero también podrían decir que la información no es sólida, pedir más antecedentes y aún así, no aprobar. “Entonces, cuando ocurre el proceso de validación y se publica, ese mismo día, es el nacimiento formal de la nueva especie”, detalla el investigador.
Cuatro en 10 años
A la especie nombrada como Atacamatitan chilensis, se sumaron después el Chilesaurus diegosuarezi, Arackar licanantay y ahora el nuevo Stegouros elengassen.
Atacamatitan chilensis, un animal cuadrúpedo de largo cuello y cola que vivió en lo que hoy es el desierto de Atacama y medía aproximadamente unos ocho metros de largo. Este hallazgo científico fue el resultado de una larga investigación, centrada en dos expediciones realizadas a la región de Atacama entre los años 2000 y 2001, donde lograron rescatar las piezas del ejemplar, que aunque no está completo, sí permiten dar una imagen de cómo fue este animal en vida. Se nombró como tal, a comienzos del año 2011.
El Chilesarus diegosuarezi es conocido como el primo vegano del tiranosaurio. Se trata de un terópodo que vivió en la Región de Aysén hace 148 millones de años y, a diferencia de la mayoría de los de su grupo, no era carnívoro. El primer fósil de la especie fue descubierto en 2004 por un niño de siete años, Diego Suárez (de ahí su nombre), quien acompañaba a su padre cuando éste realizaba un recorrido para un estudio del Servicio Nacional de Geología y Minería, cerca de la localidad de Mallín Grande.
Arackar licanantay fue nombrado después de casi tres décadas de su hallazgo. Primero, un grupo de paleontólogos describió el hallazgo de un geólogo en 1993 cerca de Copiapó como una nueva especie de titanosaurio, al que bautizaron Arackar licanantay, un animal de más de 6 metros que vivió en el Cretácico, es decir, entre 80 a 66 millones de años atrás.
Stegouros elengassen es un dinosaurio acorazado que además tenían un mazo en su cola con el que se defiendía. Es unop de los dinosaurios más completos encontrado en el país y por su rareza e impacto a nivel mundial es junto con el Chilesaurus diegosuarezi, los dos dinosaurios chilenos publicados en la prestigiosa revista Nature.
¿Existe más interés en la formación de paleontólogos?
“La gran lección de todo esto, es que mientas más gente interesada en paleontología y no solo en dinosaurios sino en cualquier tipo de fauna o flora prehistórica, más descubrimientos se realizarán. Eso es lo que ha faltado, un núcleo, una escuela que sea persistente en el tiempo para que se forme paleontólogos. Así se crea el círculo virtuoso, más gente buscando, más descubrimiento, más publicaciones y eso es lo que ha estado ocurriendo desde el 2000 en adelante”, señala Rubilar.
Para llegar a ser paleontólogo, Rubilar recomienda primero estudiar licenciatura en ciencias biológicas y luego, un doctorado especializado en temas paleontológicos. No existe hoy, casi en ninguna parte del mundo, con excepciones como Argentina, que la paleontología se dicte como carrera de pregrado.