En medio del extenso y brillante paisaje blanquecino de la Antártida, situado entre el sublime hielo de un glaciar azul se encuentran las famosas Blood Falls” o “Cataratas de Sangre”, llamadas así por su vibrante color rojizo que simula la sangre y cae en forma de cascada.
Descubierta en 1991 en la Expedición Terra Nova a la Antártida, el geólogo británico Thomas Griffith Taylor observó algo que ningún ser humano había evidenciado jamás: una extraña y sangrienta catarata que surgía en la mitad del hielo.
Situado en el extremo del glaciar Taylor en los valles secos de McMurdo, los expertos han tardado más de un siglo en descubrir qué es lo que realmente está causando la cascada de extraña coloración, hasta ahora.
El estudio que permitió descubrir el inquietante misterio de las “Cataratas de Sangre” en la Antártida
Recientemente, Ken Livi, un científico del Departamento de Ciencia e Ingeniería de Materiales de la Escuela Whiting descubrió el inquietante misterio utilizando potentes microscopios electrónicos de transmisión en las instalaciones de Caracterización y Procesamiento de Materiales de Johns Hopkins.
Livi examinó sólidos de muestras de agua de las “Cataratas de Sangre” y encontró una gran cantidad de diminutos fragmentos de hierro. Las nanoesferas ricas en hierro se oxidan volviendo el agua aparentemente roja.
“Tan pronto como miré las imágenes del microscopio, noté que había estas pequeñas nanoesferas y que eran ricas en hierro, y tenían muchos elementos diferentes además del hierro (silicio, calcio, aluminio, sodio) y todos variaban“, dijo Livi en un comunicado.
Esta es la primera vez que se detectan las nanoesferas de hierro que dan explicación al color rojo de la cascada, y aunque han pasado más de 100 años, hay que tener en consideración que las nanoesferas son objetos redondos extremadamente pequeños, que equivalen a una centésima parte del tamaño de un glóbulo rojo humano promedio, con características físicas y químicas únicas.
La composición excepcional de estos elementos en la nanoesfera es lo que vuelve de un color sangriento el agua salada del glaciar cuando se desliza y se encuentra con el oxígeno, luz solar y calor.
Livi trabajó en la investigación como parte de un equipo que incluía expertos de otras instituciones, como Jill A. Mikucki, una microbióloga de la Universidad de Tennessee que ha estado investigando el glaciar Taylor y las cataratas de sangre durante años. Los resultados fueron publicados por la Universidad Johns Hopkins en la revista Frontiers in Astronomy and Space Sciences.
El científico explicó que las nanoesferas no se habían identificado antes no solo porque son extremadamente pequeñas, sino también porque antes se creía que era algún tipo de mineral el que causaba el color. Pero en realidad son las nanoesferas, que no son minerales.
“Para ser un mineral, los átomos deben estar dispuestos en una estructura cristalina muy específica. Estas nanoesferas no son cristalinas, por lo que los métodos que se usaban anteriormente para examinar los sólidos no las detectaban”, dijo Livi.
Las minúsculas partículas observadas recientemente provienen de microbios de hace millones de años y son muy abundantes en las aguas de deshielo del glaciar Taylor. Las antiguas aguas ricas en hierro y sal bajo el glaciar contienen cepas de bacterias que pueden no haber cambiado durante milenios.
Los científicos creen que la comprensión de las “Cataratas de Sangre” y las formas de vida del glaciar podrían aportar la búsqueda y compresión de vida en otros planetas, como Marte, que tiene entornos igual de inhóspitos.
De hecho, así fue como Livi se interesó en abordar los misterios de las cataratas. “Con el advenimiento de las misiones Mars Rover, hubo interés en tratar de analizar los sólidos que salían de las aguas de Blood Falls como si fuera un lugar de aterrizaje marciano”, dijo. “¿Qué pasaría si un Mars Rover aterrizara en la Antártida? ¿Sería capaz de determinar qué estaba causando que las “Cataratas de Sangre” se pusieran rojas? Es una pregunta fascinante y que varios investigadores estaban considerando”.
Anteriormente, un investigador antártico, Mikucki, formó parte del equipo que identificó por primera vez la presencia de organismos vivos en el lago debajo del glaciar Taylor, utilizando dispositivos y métodos idénticos a los empleados por los rovers que atraviesan la superficie del Planeta Rojo. Pero la respuesta de por qué el agua era de ese color seguía sin estar clara.
Los nuevos hallazgos sugieren que si los robots como el Rover no tienen el equipo adecuado a bordo, es posible que no puedan detectar todas las formas de vida presentes debajo de los cuerpos helados de un planeta.
Si un rover de Marte aterrizara en la Antártica en este momento, por ejemplo, no sería capaz de detectar las nanoesferas microbianas que convierten la terminal del glaciar Taylor en un abanico rojo.
“Nuestro trabajo ha revelado que el análisis realizado por los vehículos rover es incompleto para determinar la verdadera naturaleza de los materiales ambientales en las superficies de los planetas. Esto es especialmente cierto para los planetas más fríos como Marte, donde los materiales formados pueden ser nanométricos y no cristalinos. En consecuencia, nuestros métodos para identificar estos materiales son inadecuados. Para comprender verdaderamente la naturaleza de las superficies de los planetas rocosos, sería necesario un microscopio electrónico de transmisión, pero actualmente no es factible colocar uno en Marte”, señaló.