Una nueva investigación publicada el lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences es la primera en proyectar cómo las barreras hechas por el hombre, como es el caso de vallas y muros fortificados en los cruces fronterizos, podrían restringir el movimiento de los animales para encontrar un territorio más hospitalario, en tanto el mundo se calienta y se vuelve mucho más árido en algunas partes.
Los investigadores de la Universidad de Durham en el Reino Unido mapearon los nichos climáticos, áreas que tienen condiciones apropiadas de temperatura y precipitación, de aproximadamente 80% de los mamíferos y aves terrestres, alrededor de 12.000 especies en total, para después proyectar la ubicación de hábitats similares dentro de 50 años. Los hallazgos muestran que si los humanos continúan vertiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera sin cesar, esas áreas cambiarán drásticamente.
“En un escenario de altas emisiones, encontramos que para el año 2070 un 35% de los mamíferos y 29% de las aves tendrán más de la mitad de sus nichos climáticos en países diferentes a donde se encuentran actualmente”, escribieron los investigadores. En otras palabras, alrededor de un tercio de todas las especies terrestres y aéreas podrían verse obligadas a buscar nuevos hábitats.
Fronteras hostiles
El problema, por supuesto, es que las fronteras entre naciones ya están fuertemente fortificadas y cada día lo están más. Los investigadores dicen que 32.000 km de fronteras ya son lo suficientemente hostiles como para evitar que un gran número de animales se muevan a entornos más adecuados cuando lo necesiten.
De estas barreras, las que hay entre Estados Unidos y México, China y Rusia, y las cercas que se están construyendo ahora a lo largo de la frontera entre India y Myanmar son las más dañinas ecológicamente, según el estudio.
El muro fronterizo entre Estados Unidos y México por sí solo podría obstruir el movimiento de 122 especies de mamíferos desplazados, calcularon los autores, incluidos el puma y el berrendo sonorense. Incluso las aves podrían verse afectadas por las altas vallas.
Los estudios de búhos pigmeos ferruginosos, que viven en América del Sur y Central hasta Arizona y Texas, mostraron que, aunque pueden volar, se han mostrado reacios a hacerlo a una altura que abarcan algunas secciones del muro fronterizo de EE.UU. que se elevan hasta 8,3 metros sobre el suelo.
Los investigadores sugieren que para mitigar estos impactos, las barreras deberían hacerse tan permeables a la vida silvestre como sea posible. Las posibles soluciones incluyen túneles que permitirían a los animales más pequeños pasar a través o por debajo, o modificar las barreras para incluir aberturas más grandes y estratégicamente ubicadas que permitan que los animales más grandes crucen entre países.
“Las comunidades ecológicas están experimentando una importante redistribución”, concluyó el informe. “Nuestros hallazgos subrayan la necesidad de cooperación más allá de las fronteras nacionales para minimizar la pérdida de biodiversidad frente al cambio global”.