Durante la mayor parte del año pasado, Uruguay fue un oasis de la pandemia. Mientras que los argentinos ricos cruzaban la frontera para establecerse en el pequeño y bien administrado país, reabrió escuelas y oficinas e intentó no alardear. El recuento total de muertes se mantuvo en docenas.

Hoy, Uruguay está lidiando con una de las tasas de contagio de Covid más altas del mundo, con numerosos fallecidos cada semana, escuelas cerradas y una población confundida y cansada en busca de respuestas.

“Ahora está muriendo gente acá que no tenía que haber muerto”, se lamentó Raúl Correa, quien encabezó una protesta contra los propietarios de autobuses escolares fuera de la oficina del presidente, Luis Lacalle Pou, esta semana. Él lo atribuye al incumplimiento de las medidas de prevención y la renuencia del Gobierno para reducir aún más la movilidad.

El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, recibe la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus.

Cualquiera sea la razón, junto al con el hecho de que la forma cambiante de la pandemia en todos los continentes sugiere que la humildad es un requisito analítico, Gonzalo Moratorio, un importante virólogo uruguayo, culpa a la pérdida de miedo al virus por parte del público, una frontera de 1.067 kilómetros con Brasil y la decisión del Gobierno de priorizar la economía.

“Fuimos víctimas de nuestro propio éxito. Cantamos victoria antes de tiempo”, dijo Moratorio, del Instituto Pasteur de Montevideo, a quien la revista Nature eligió como una de las 10 personas más importantes de 2020 por sus aportes a la ciencia y lo denominó el “cazador de coronavirus”.

Enclavado entre Argentina y Brasil, donde el Covid está matando a miles de personas diariamente, Uruguay, con solo 3,5 millones de habitantes, se sentía seguro hasta octubre, cuando los casos comenzaron a aumentar. Después de una breve pausa de verano, el aumento actual amenaza con sobrepasar a los hospitales que tienen el 47% de sus camas de cuidados intensivos ocupadas por víctimas del Covid.

Uruguay ahora ocupa el primer lugar del mundo de acuerdo a una medida de contagios, registrando la última semana una tasa de 6.071 casos nuevos por cada millón de personas, según datos compilados por Bloomberg.

Alrededor de 86% de las 1.275 muertes por Covid registradas desde el comienzo de la pandemia son de este año, con una serie de muertes en hogares de ancianos en las últimas semanas, incluidas más de 20 en un solo hogar. La proliferación de la cepa brasileña P1, más infecciosa, no está ayudando.

El presidente Lacalle Pou extendió esta semana las medidas para contener el virus hasta fines de abril, cuando el programa de vacunación del Gobierno podría comenzar a mostrar los primeros resultados. Un ferviente creyente en la libertad personal, el primer conservador en ocupar la presidencia en 15 años, dijo que no convertiría a su país en un “Estado policiaco” al declarar una dura cuarentena.

Un centro de vacunación en Antel Arena, Montevideo, Uruguay. FOTO: Reuters

“Desde mi punto de vista, las medidas tomadas son suficientes si se cumplen”, dijo Lacalle Pou, de 47 años, aunque reconoció que el cumplimiento no es suficiente.

Hasta ahora, una agudización de la crisis sanitaria, la pobreza en un máximo de ocho años y una contracción económica de 5,9% el año pasado no han afectado su apoyo. Su índice de aprobación subió cuatro puntos porcentuales a 58% en una encuesta realizada en marzo por Equipos Consultores, aunque ha bajado del 65% al comienzo de su mandato de cinco años en marzo de 2020.

“El contexto actual está interpretado como una situación global, internacional que nos toca vivir y cuya responsabilidad no es del Gobierno”, dijo Felipe Arocena, sociólogo de la Universidad de la República, en una entrevista.

Antonio Garabato, de 87 años, que todavía trabaja a tiempo parcial en la barbería que fundó hace más de medio siglo, ejemplifica esa opinión incluso después de que el tráfico de clientes se desplomó casi un 50% en las últimas tres semanas. “Me parece que el Gobierno está haciendo lo que puede”, dijo sobre la creciente crisis. “No es fácil para el Gobierno ni la gente”.

Garabato se encuentra entre el 27% de los uruguayos que han recibido al menos una dosis de la vacuna desde que el Gobierno comenzó su campaña de vacunación el 1 de marzo. Cuando aún faltan meses para que el programa de vacunación reduzca las infecciones, organizaciones médicas y científicas han instado al Gobierno a restringir la circulación para evitar la propagación del virus.

Decae el estado de ánimo

Arocena, el sociólogo, espera que el estado de ánimo de la población decaiga a medida que la situación empeora. La semana pasada se registraron miles de casos diarios y decenas de muertes, aunque el costo para Uruguay sigue siendo muy inferior al de sus vecinos. “No me cabe la menor duda que la conflictividad social va a aumentar”, dijo.

Como nación del hemisferio sur, Uruguay recién comienza el otoño y en marzo inició un nuevo año escolar solo para cerrar las aulas semanas después.

Un grupo de personas en el transporte público, en Montevideo. Foto: Reuters

La arquitecta Maja Almada y su pareja vuelven a acomodar el trabajo desde casa con el horario de aprendizaje en línea de su hija de cuarto básico. Almada y su familia terminaron recientemente dos semanas de cuarentena después tener contacto con un caso de Covid y dicen que están empezando a darse cuenta de que se enfrentan a una crisis prolongada.

“Me estoy preparando porque va a ser más largo de lo que había pensado”, dijo.