El 9 de marzo nos dejó uno de los grandes educadores de los últimos tiempos. Sin embargo, el profesor Gabriel Castillo permanecerá entre nosotros a través de su palabra escrita y escuchada por tantos educadores y educadoras que han buscado en ellas el sentido de su profesión. Sobre todo, está presente en docentes y estudiantes que conocieron su compromiso pedagógico, especialmente con los más pobres, al impulsar innovaciones profundas en escuelas públicas de Lo Barnechea, Valparaíso, San Antonio, Cartagena, Hijuelas y Salamanca, entre otras.

Gabriel Castillo canalizó sus aportes a la educación a través de distintas instituciones: Universidad Católica de Chile, Liceo de Hombres Nº 10 de Santiago y, principalmente, el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (Cpeip), donde encontró el espacio para innovar y desarrollar proyectos formativos con docentes. Él representa de la manera más genuina el espíritu de esta institución señera de la educación chilena, creada en 1967 por el Presidente Eduardo Frei Montalva e ideada por el ministro de Educación Juan Gómez Millas.

La sociedad chilena supo reconocer la sabiduría del profesor Castillo otorgándole el Premio Nacional de Educación 1997, galardón que recibió con su humildad característica y como un estímulo para seguir adelante en su lucha por la justicia en la educación.

Sin duda, este es el principio fundamental que sustenta su labor educativa. Y, por ello, concentró su labor en apoyar a escuelas donde la desigualdad social se manifiesta de la manera más cruda. En esta dirección, propuso las “escuelas de anticipación”, convocadas a anticipar la anhelada sociedad de justicia. La escuela está llamada a anticipar “una sociedad que activamente se espera, que se espera luchando por su llegada, creando las condiciones para apurar su venida”, afirmaba hace 15 años.

Foto: Agencia Uno

De alguna manera, el profesor Castillo fue también un “maestro de anticipación” que se adelantó a los tiempos cuando señalaba que “es necesario que la sociedad quite de la actual escuela básica su intencionalidad selectiva, su hábito de elegir a los que va a educar, y establezca en ella, en cambio, una intencionalidad universalista, inclusiva, cuyo propósito explícito sea la educación de todos los niños matriculados y cuya organización y formas de trabajo se ordenen siempre al servicio de este propósito”. En momentos en que predominaba la competencia, la selectividad y la rendición de cuentas, Castillo abogaba por una escuela básica inclusiva, mucho antes que se dictara la ley de inclusión.

Con humor, acostumbraba decir que pertenecía al partido “todista”. Era su modo de expresar que lo importante en educación es que todos los estudiantes aprendan los “saberes fundamentales”. Insistía en que la escuela y los profesores no podían estar satisfechos con que solo algunos aprendan.

Una de las áreas de incidencia relevante del profesor Castillo fue la orientación educacional, de la cual fue precursor en el país. Los orientadores a lo largo de Chile recuerdan con añoranza los encuentros anuales en el CPEIP, momento para intercambiar experiencias y, sobre todo, para buscar luces en las palabras del “maestro”.

Castillo tenía particular respeto y confianza hacia los docentes, a quienes hacía presente, con firmeza, su responsabilidad con los estudiantes y las familias. Le gustaba reiterar que “el amor en la escuela se llama aprendizaje” para resaltar la responsabilidad propia de la institución escolar. Se sentía parte de esa responsabilidad manifestando que “a quienes trabajamos en educación escolar, se nos ha dado la tarea de construir la sociedad de justicia desde la escuela, en la escuela. Si allí la construimos, junto con los alumnos, la justicia no se hará solo en ese lugar ni solo en ese momento”, elocuentes palabras que recuerdan el pensamiento de Gabriela Mistral: “si no realizamos la igualdad y la cultura dentro de la escuela, ¿dónde podrán exigirse estas cosas”?

Gracias, profesor Gabriel Castillo, por habernos dejado tan profundas enseñanzas.

*Exdirector del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (Cpeip)