El año 2018 fue un año clave para el feminismo. La cuarta ola feminista se expandió con fuerza en todos los espacios sociales. Todo gracias a las demandas de las estudiantes. Miles de mujeres jóvenes se manifestaron en las calles con multitudinarias marchas. Miles también realizaron las llamas “tomas feministas” en diversas universidades a lo largo del país.
La consigna que congregó a multitudes y que se repetía era clara: Educación no sexista y terminar con el acoso sexual hacia las mujeres.
Demandas una igualdad de derechos en todas las esferas que encontraron gran eco en redes sociales, medios, campañas, etc. El cuestionamiento a muchos aspectos antes normalizados, fue inevitable. El acoso, los piropos, el sexismo, entre muchas otras expresiones, eran parte de la desigualdad y la cultura machista.
Desde las peticiones sociales de los 80 el país no experimentaba un movimiento por demandas de género tan fuerte. Así lo destacaron investigadores e investigadoras.
Junto con esa fuerza, era evidente la gran presencia juvenil. El uso de redes y creativas performance predominaban en un movimiento con notable protagonismo de feministas jóvenes.
Las mujeres mayores fueron las que décadas permitieron esos cambios. Pero se nota su ausencia. Se aprecia no solo en términos de imágenes, también en la ausencia de temáticas que les atañen cómo cuidados de largo plazo, ausencia de educación sexual integral, el viejismo machista, entre otros aspectos, indica Agnieszka Bozanic, fundadora y presidenta de Fundación GeroActivismo.
“¿Hay interés en las agendas feministas de posicionar estos temas?” Se pregunta Bozanic, que también es parte de iniciativa de Gerofeminismo, propuesta para visibilizar las realidades y problemáticas que aquejan a las mujeres mayores desde una mirada intergeneracional e interseccional. “Proponemos incluir un enfoque gerontológico en diversas temáticas como derechos, sexualidad, salud y bienestar de estas mujeres”, aclara.
Presencia y representación
Diferenciar entre la presencia de mujeres mayores y la representación de aquellas temáticas que a específicamente les conciernen, dice Bozanic, es importante. Porque sí hay mujeres mayores en el actual movimiento feminista. “Son mujeres históricas que han luchado durante la mayor parte de su vida por los algunos derechos fundamentales de las mujeres, como aborto. Sin embargo, estas mismas mujeres mayores muchas veces no se catalogan como tales y no están desarrollando las temáticas que les atañen”.
Las agendas del movimiento feminista y de los feminismos han estado avocadas a temáticas, que sin duda son importantes, como el aborto, principalmente. Pero se han olvidado, dice Bozanic, de temáticas específicas de mujeres mayores.
Ocurre con necesidades particulares, como por ejemplo, la violencia de género, que en mujeres mayores que es mucho más crónica. Hay estudios que hablan que es un grupo que pueden pasar largos años soportando a sus agresores, dice Bozanic.
La violencia hacia las mujeres en la vejez se acrecienta. Algo que muchas viven. En Chile, el 57,2% de la población de 65 años o más son mujeres, según datos INE. Sin embargo, se sabe poco de ese fenómeno.
Recién en 2020 la Subsecretaría de Prevención del Delito del Ministerio del Interior incorporó a las mujeres mayores de 65 años como parte de la muestra en la Encuesta de Violencia contra la Mujer en el Ámbito de Violencia Intrafamiliar y en Otros Espacios. Los datos establecen que durante su vida el 30.9% de las mujeres mayores chilenas fue víctima de violencia psicológica en el ámbito familiar y el 26.5% la vivió en los espacios públicos.
La propuesta de un feminismo con tintes gerontológicos plantea “vejeces libres de toda discriminación y de concientización a las generaciones venideras acerca de los peligros de una imagen negativa del envejecimiento y vejez, de reivindicación de las mujeres mayores, del ahora y del futuro”.
Vejez femenina invisibilizada
¿Qué dicen las feministas mayores? Una de ellas es Pepa Ossandón, de 85 años. Participa en los movimiento feministas desde los 18 años. “Desde siempre tuve una visión de empezar a señalar los problemas y las violencia desde muy temprano”, admite.
Y esas violencias expresadas en distintos ámbitos no terminan con el paso de los años. Todo lo contrario, dice Ossandón. “Se me hace más evidente y más doloroso”.
Es doloroso ver cómo se agudizan los abusos solo por ser mayor. También la descalificación. Simplemente por tener más años. “Pensar que se nos olvido todo, que no tenemos nada que aprender, que no sabemos manejar el celular. Se da por hecho que somos incapaces, el sentir que crean que ya no pienso es la mayor ofensa. Es borrar todo lo vivido”, expone Ossandón.
Las personas mayores son invisibles. Se teme al envejecimiento, no tanto a la muerte, el temor es al proceso de envejecer, porque se sabe que entra a un proceso de exclusión, soledad, aislamiento, de bajas pensiones, es difícil”, dice Adriana Gómez Muñoz, periodista, jubilada y feminista desde los 40 años. Hoy a sus 78, lo sigue siendo. “Participe en el movimiento en varias décadas importantes vinculada a ciertas organización y trabajé en organización feministas”.
Para Ossandón todo eso se explica por el olvido social generalizado de que la población envejece. Conducta que ignora la violencia que como grupo viven a diario. “Muy rara vez observas cosas como que te ayuden a subir la escalera o que den el asiento. Lo percibes en las instituciones, los bancos no te dan tarjetas, no te dan créditos. Son muchas manifestaciones en toda la vida social. Y también dentro de la familia hay una violencia evidente y muy dolorosa contra de los viejos de parte de los hijos. Son una muestra social de que lo viejo no vale nada y que el mundo es de los jóvenes y lo demás nada”.
Las mujeres mayores siempre han sido parte de los feminismo. Y no solo en Chile. “En las distintas olas, el feminismo han participado las mujeres mayores. En la primera ola del sufragio femenino en Inglaterra del XIX, fue impulsado por mujeres mayores y adultas mayores. No es que no hayamos estado, pero tuvieron distintas características en las distintas olas”, dice Gómez.
Pese a toda esa participación, “las mujeres mayores somos las más invisibles en las demandas”, resalta Gómez. Demandas especiales que están ausentes del debate.
Las jóvenes feministas han hecho un enorme aporte de la visibilización de problemáticas como el aborto, el acoso callejero y la violencia sexual. Pero lo han elaborado con un énfasis mayor en la teorización, afirma Ossandón “y por razones de circunstancias, se ha dejado de lado lo que pasa con las personas mayores, que fuimos un aporte en la activación de esos temas en los tiempos duros”.
Muchas mujeres mayores quieren participar activamente en el feminismo. “Tenemos claro que hay demandas urgentes como la violencia hacia la mujer, pero eso no quiere decir que las mujeres violentadas sean exclusivamente mujeres jóvenes. No se asume que una mujer mayor puede tener violencia de género, que puede tener 80 años y sigue siendo violentada, eso hay que hacerlo visible”, subraya Gómez.
Otro aspecto que reconocen ausente es la sexualidad al envejecer. “La mujer en la menopausia desaparece. ¿Cuándo se ha pensando que las mujeres viejas tenemos sexualidad? se ve como algo obsceno, quizás muchas no se interesan y otras sí. Y así una serie de elementos que no están siendo suficientemente reconocidos en las agendas feministas de hoy”, dice Gómez.
La voz de mujeres mayores tiene mucho con lo cual contribuir. Está muy bien todo el avance de las jóvenes, desde los ámbitos, laborales, políticos, sociales y del teórico, dónde se han dado enormes pasos, dice Ossandón, “pero hemos descuidado un poco esta otra parte, y tenemos mucho que aportar todavía, estamos muy activas aun y deseosas de aportar lo que aprendimos”.
Una mujer al jubilar, con la expectativa femenina actual en Chile que supera los 80 años, tiene por lo menos 25 a 30 años de vida por delante. “¿Cómo los vas a vivir en un país que castiga a la vejez?”, se cuestiona Gómez.
Porque si bien para los hombres también existe un castigo social al envejecer, esa condena es mayor para las mujeres. Y lo es desde lo económico hasta las exigencias sociales de cuidado. “Somos más pobres, ganamos menos y seguimos cuidando. Viejas seguimos cuidando y ¿quién nos cuida a nosotras?”, añade Gómez sobre la vivencia de envejecer.
Una etapa, por lo demás, admiten muy caricaturizada. “Es un proceso en el que hay que entrar con mucha entereza y sinceridad. Te planteas vivo bien o me amargo. Y una de las cosas que se puede hacer es tener voz y participar” dice Gómez sobre el feminismo en esos años.
Debería ser una mirada más integradora. Un enfoque para estar más unidas, sin importar la edad y aportarse mutuamente. “Tenemos mucho que aprender de cada etapa”, plantea Ossandón.
hay una deuda con las mujeres mayores. Deuda en relación a la visibilidad de la cuestión social que las afecta y limita su vida. En cambio a una mirada intergeneracional, que considere envejecer como algo natural, Bozanic admite, es urgente. “Es importante, porque todas las feministas jóvenes de hoy vamos a ser las feministas mayores del mañana. Es una cosa de devolver de mano para esa generación que estuvo y que está luchando por otras temáticas que no les atañen específicamente. Y también es importante, porque todas vamos a ir para allá y no vamos a querer que nos discrimine nuestro propio colectivo feminista”.